Entrevista a Mari Cruz Agüera

Mari Cruz Agüera
Mari Cruz Agüera

En 1.944, la revista Destino (luego Ediciones Destino y luego Planeta,) convocó un premio literario al que denominó Premio Eugenio Nadal. Era el primer premio literario instituido en España, que lo ganó la escritora Carmen Laforet, con su obra “Nada”, en pugna con otras veinticinco obras presentadas, recibiéndolo el 6 de enero de 1.945 en el extinto Café Suizo de las barcelonesas Ramblas, ante un público de seis o siete personas.

Desde entonces hasta la fecha, multitud de ayuntamientos, diputaciones, ateneos, asociaciones culturales y una variopinta gama de entidades, desde Cajas de Ahorros a restaurantes, se precian de haber instituido un premio para narradores o poetas.

Mucha tinta se ha vertido respecto a la justicia que debiera presidir la designación de los vencedores en estos premios. En este terreno, poco podemos añadir, salvo la posesión de pruebas fidedignas de que, en una gran cantidad de certámenes, ha sido la libre decisión de los jurados la que ha otorgado — con mayor o peor acierto— el premio.

Este es el caso del  CERTAMEN DE POESÍA MARÍA DEL VILLAR que, en su XIII edición, correspondiente a 2.006, ha sido ganado por nuestra compañera y amiga Mari Cruz Agüera, la cual ha tenido la amabilidad de contestar a unas cuantas preguntas.

Transcribimos a continuación la citada entrevista.

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ENTREVISTA CON MARI CRUZ AGÜERA

GANADOR/A DEL XIII CERTAMEN DE POESÍA MARÍA DEL VILLAR 2006
Mari Cruz Agüera

Dinos, primeramente tu nombre, tu edad (si lo deseas), tu lugar de nacimiento, la ciudad donde vives.

Me llamo Mari Cruz Agüera, tengo 40 años y nací en Puerto de Mazarrón (Murcia) donde resido.

¿Cuándo y cómo comenzaste a escribir poesía?

A escribir cuando me enseñaron en la escuela, pero creo que ya nací poeta.

¿Qué temas son tus preferidos?

No tengo temas preferidos; yo no elijo sobre qué escribir, hablo sobre lo que siento, sobre lo que me rodea, sobre lo que vivo, me escribo a mí, no sabría hacerlo de otra forma sin sentirme una fingidora.

¿Qué poetas son los que prefieres, los que más te han impactado?

A lo largo de mi vida me han impactado muchos, todos los poetas que lo son me impactan, los que escriben desde la verdad.

¿Qué has escrito hasta ahora?

Un montón de palabras que pretendieron ser poemas y que fueron recopiladas en un par de libros: Cardiopatías de amor (Editora Regional 2005) y El hilo frágil (Fundación María del Villar 2007)

¿Qué proyectos poéticos tienes?

¿Proyectos? Con respecto a la poesía no planeo nada, sólo escribo y después decido qué hacer con lo escrito. Supongo que seguir presentándome a premios que es el camino más seguro a la edición.

¿Qué supone para ti la obtención de este Premio?

Supone que alguien, además de mis amigos y yo, haya leído mis poemas y haya creído que merece la pena intentar que los lea alguien más.

¿Has ganado algún otro Premio?

He ganado varios a lo largo de mi vida; en este último año han sido cuatro, pero todos pequeños, aunque yo cada vez que acabo un poema siento que es un premio.

¿Por qué escribes poesía?

Muchas veces me he hecho esa pregunta a mí misma, ¿por qué escribo poesía? Podría dar un montón de argumentos profundos que justifiquen mi condición de poeta, pero creo que básicamente lo hago para intentar dejar testimonio de mi existencia, así que en el fondo es porque soy una egocéntrica.

¿Qué es para ti la poesía?

La poesía es mi casa, el lugar donde me siento a salvo, donde soy más yo.

¿Cómo ves el actual panorama poético en español?

Creo que el panorama poético está limitado a unos pocos autores consagrados amparados por las grandes editoriales que sólo buscan la validez comercial; la poesía sigue ocupando el último estante en las librerías y solo unos pocos privilegiados llegan a ser leídos. Sin embargo, estoy segura de que hay muchos buenos poetas que no tienen la oportunidad de llegar ni siquiera a ese último estante.

¿Qué piensas de la poesía virtual? ¿Sustituirá al libro?

No creo que exista la poesía virtual, la poesía es poesía; en cualquier caso yo nunca cambiaría el placer de tener un libro entre mis manos y llevarlo conmigo para leerlo en cualquier parte, así que supongo que, mientras quede un nostálgico, el libro como tal está a salvo.

Dinos cuál es el mejor poema que has escrito hasta ahora; lo vamos a insertar a continuación.

Siempre creo que mi mejor poema es el que estoy escribiendo, y lo pienso justo hasta que lo acabo; pero te diré uno al que le tengo un especial aprecio: Paseo Pereda.

Paseo Pereda

Aquí me tienes hoy,
gata en celo que surca tus tejados.
Las olas que humedecen balaustradas
me salpican los dedos.
Voy arriba y abajo por la calle
de luz intensa y tuya
mientras persigo entre los adoquines
ese rastro de aromas que dejaste.
Aquí, sobre este banco de sol tibio,
se le cayó a tu boca algún silencio
-aún retozan en él alas de ángel-.
Y este color henchido de lavandas
tuvo que florecer sobre tus ojos.
Sí, me parece verte allá a lo lejos
reír en las buhardillas,
mientras dejas caer sobre mi pecho
gorrïones ardientes de tus labios.
Quiero trepar, huir hasta tu cuerpo,
enmarañar mi piel entre tus manos,
pero me quedo aquí, gata a la sombra
de este jardín que vibra como agosto.

Mari Cruz Agüera

Dinos cuál es el mejor poema que has leído. Con él cerraremos esta entrevista.

Esta es casi más complicada que la anterior. Puedo citar alguno de los mejores que he leído, pero si me preguntas mañana, puede que sean otros. Te diré dos, uno de un poeta español y otro de un británico: “La luz”, de Eloy Sánchez Rosillo, y “Oda a una urna griega”, de John Keats.

LA LUZ

No se puede prever. Sucede siempre
cuando menos lo esperas. Puede pasar que vayas
por la calle, deprisa, porque se te hace tarde
para echar una carta en correos, o que
te encuentres en tu casa por la noche, leyendo
un libro que no acaba de convencerte; puede
acontecer también que sea verano
y que te hayas sentado en la terraza
de una cafetería, o que sea invierno y llueva
y te duelan los huesos; que estés triste o cansado,
que tengas treinta años o que tengas sesenta.
Resulta imprevisible. Nunca sabes
cuándo ni cómo ocurrirá.
Transcurre
tu vida igual que ayer, común y cotidiana.
“Un día más”, te dices. Y de pronto,
se desata una luz poderosísima
en tu interior, y dejas de ser el hombre que eras
hace sólo un momento. El mundo, ahora,
es para ti distinto. Se dilata
mágicamente el tiempo, como en aquellos días
tan largos de la infancia, y respiras al margen
de su oscuro fluir y de su daño.
Praderas del presente, por las que vagas libre
de cuidados y culpas. Una acuidad insólita
te habita el ser: todo está claro, todo
ocupa su lugar, todo coincide, y tú,
sin lucha, lo comprendes.
Tal vez dura
un instante el milagro; después las cosas vuelven
a ser como eran antes de que esa luz te diera
tanta verdad, tanta misericordia.
Mas te sientes conforme, limpio, feliz, salvado,
lleno de gratitud. Y cantas, cantas.
Eloy Sánchez Rosillo
ODA A UNA URNA GRIEGA
Tú, todavía virgen esposa de la calma,
criatura nutrida de silencio y de tiempo,
narradora del bosque que nos cuentas
una florida historia más suave que estos versos.
En el foliado friso, ¿qué leyenda te ronda
de dioses o mortales, o de ambos quizá,
que en el Temple se ven o en los valles de Arcadia?
¿Qué deidades son esas, o qué hombres? ¿Qué doncellas rebeldes?
¿Qué rapto delirante? ¿Y esa loca carrera?
¿Quién lucha por huir?
¿Qué son esas zampoñas, qué esos tamboriles, ese salvaje frenesí?

Si oídas melodías son dulces, más lo son las no oídas;
sonad por eso, tiernas zampoñas,
no para los sentidos, sino más exquisitas,
tocad para el espíritu canciones silenciosas.
Bello doncel, debajo de los árboles tu canto
ya no puedes cesar, como no pueden ellos deshojarse.
Osado amante, nunca, nunca podrás besarla
aunque casi la alcances, mas no te desesperes:
marchitarse no puede aunque no calmes tu ansia,
¡serás su amante siempre, y ella por siempre bella!
¡Dichosas, ah, dichosas ramas de hojas perennes
que no despedirán la primavera!
Y tú, dichoso músico, que infatigable
modulas incesantes tus cantos siempre nuevos.
¡Dichoso amor! ¡Dichoso amor, aún más dichoso!
Por siempre ardiente y jamás saciado,
anhelante por siempre y para siempre joven;
cuán superior a la pasión del hombre
que en pena deja el corazón hastiado,
la garganta y la frente abrasadas de ardores.
Éstos, ¿quiénes serán que al sacrificio acuden?
¿Hasta qué verde altar, misterioso oficiante,
llevas esa ternera que hacia los cielos muge,
los suaves flancos cubiertos de guirnaldas?
¿Qué pequeña ciudad a la vera del río o de la mar,
alzada en la montaña su calma ciudadela
vacía está de gentes esta sacra mañana?
Oh diminuto pueblo, por siempre silenciosas
tus calles quedarán, y ni un alma que sepa
por qué estás desolado, podrá nunca volver.
¡Ática imagen! ¡Bella actitud, marmórea estirpe
de hombres y de doncellas cincelada,
con ramas de floresta y pisoteadas hierbas!
¡Tú, silenciosa forma, tu enigma nuestro pensar excede
como la Eternidad! ¡Oh fría Pastoral!
Cuando a nuestra generación destruya el tiempo
tú permanecerás, entre penas distintas
de las nuestras, amiga de los hombres, diciendo:
“La belleza es verdad y la verdad belleza”… Nada más
se sabe en esta tierra, y no más hace falta.
John Keats