Autor: Rafel Calle.
Creo que es mucho más importante de lo que parece, el hecho de que el poeta no quiera cambiar las reglas gramaticales. A mi juicio, el poeta no está facultado para cambiar las reglas de la escritura, para tal menester, existen otros especialistas.
Veamos, quizá valdría la pena que a la hora de valorar la importancia de escribir correctamente, tal y como nos han enseñado desde muy temprana edad y tal y como hemos insistido en aprender (perfeccionar) durante toda nuestra vida, tal vez sería conveniente que nos pusiéramos en la piel de los supuestos receptores de nuestra poesía. O salir del ámbito de los poetas y situarnos en el lugar del lector.
Los lectores, ay, qué pena de lectores, enfrentados a los vaivenes supuestamente ornamentales de los escritores de poemas, por lo demás y en mi opinión, casi siempre tremendamente perniciosos para la propia poesía. ¿A quién le puede extrañar que la poesía sea consumida casi exclusivamente por los propios poetas? Es así y, desde luego, embrollar la escritura a base de suprimir un elemento crucial para la comprensión de lo escrito (signos de puntuación), no parece la solución ideal para ganar lectores de nuestra causa (poesía&cultura escrita). Después, hay un asunto que también me parece importantísimo, esta vez, de cara a la técnica rítmico-literaria, y es la supresión, de lo que sea, pero supresión que significa restar, es decir, no utilizar signos de puntuación significa empobrecer el poema. La técnica literaria necesita a la gramática, pero la técnica rítmico-literaria aún la necesita más, porque es más compleja que aquella.
Los grandes avanzados de la supresión de las signos de puntuación, fueron los surrealistas de la escritura automática, luego algunos negaron el automatismo, pero se nombraron igualmente surrealistas, puesto que utilizaban el caos sintáctico-literario, aunque no automático y sí intelectualizado, amén de excluir los signos de puntuación, en parte o en su totalidad, negando la puntuación pero añadiendo detalles de sus propias cosechas; por ejemplo, Aleixandre en Espadas como labios, no puntúa pero añade una mayúscula para avisar de que debería haber un punto, con lo cual consigue un conflicto semántico para los lectores, precisamente, en una obra de importancia capital; qué lástima que un autor como Aleixandre sea tan poco conocido y mucho menos comprendido, pero es así y sus experimentos pseudosurrealistas no le ayudaron mucho en este sentido.
Ahora, vayamos al germen de la poesía, a la sementera que no es otra cosa que la infancia y las juventudes estudiantes. ¿Cómo pueden enseñar poesía los profesores a los niños, si a la hora de leer los poemas, no los entienden ni unos ni otros? Unos se afanan por enseñar las reglas de la escritura, otros por aprenderlas. Y todos deben desentrañar un misterio gramatical a la hora de leer un poema. No basta con la complejidad, polisemia…, tenemos que poner más trabas.
Son muchos los escritores que tienen dificultades a la hora de puntuar. Y yo me pregunto, ¿por qué algunos poetas cambian a su antojo las reglas gramaticales que son tan trabajosas de enseñar y tan difíciles de aprender? Y, bueno, a un poeta le da por empezar todos los versos con mayúscula; a otro poeta le da por suprimir las comas; al siguiente le da por quitar los puntos; llega otro poeta y sigue con minúscula después de un punto, en fin, un montón de ocurrencias que no tienen nada de positivo y que son una losa muy pesada, un enorme obstáculo para la evolución rítmica, estética y literaria, porque evita su pleno desarrollo. Es curioso que, probablemente al amparo de los grandes autores que alguna vez no puntuaron, surja una gran cantidad de poetas que suprimen los signos de puntuación porque puntúan deficientemente o no tienen clara la forma correcta de puntuar.
En fin, cuanta más complejidad o riqueza rítmico-literaria, más importancia de los signos de puntuación en el ritmo, la estética o la semántica, aunque los signos de puntuación que faltan estén en el lugar de la pausa versal, ya que ese si bien es el instrumento de supresión más básico, más racional, no por ello es menos perjudicial que los restantes.