Los movimientos que apuntan a la igualdad de oportunidades para ambos sexos reproducen, como en otros movimientos sociales que aspiran a obtener nuevos derechos, algunos efectos secundarios negativos.
El consumo de alcohol y drogas que históricamente se asoció a una mayor frecuencia en la población masculina se está nivelando.
La manifestación del consumo de alcohol en la mujer también se ha ampliado en términos de edad.
Las adolescentes de los 15 a los 18 años que pasan de la cerveza a los combinados y licores de alta graduación distorsionan la percepción del riesgo y son más vulnerables al abuso sexual o a comportamientos temerarios.
– Los puestos directivos desempeñados por mujeres exitosas en el ámbito profesional han incorporado como nuevos modos de gestión empresarial los almuerzos o cenas de negocios donde el vino es uno de los invitados de honor y donde las sobremesas se acompañan de consumo de cocaína, asimilándose como conducta habitual del entorno.
– Las amas de casa, condenadas a un trabajo rutinario y desvalorizado, sobre todo cuando los hijos crecen y el marido permanece fuera del hogar durante muchas horas experimentan el síndrome de “nido vacío” que suelen paliar con consumo abusivo de alcohol.
También las mujeres divorciadas o sin pareja suelen prolongar la jornada laboral en salidas nocturnas donde el alcohol funciona como facilitador social, con la expectativa de compensar carencias emocionales, animarse socialmente, combatir la timidez o aumentar artificialmente la autoestima.
– El doble rol de la mujer en la familia y en el trabajo produce altos niveles de estrés que provocan en muchos casos “borracheras esporádicas” como válvulas de escape para poder reanudar el ciclo de responsabilidades crecientes.
Las consecuencias del alcohol tienen un impacto mayor en la mujer, que a nivel constitucional es más sensible al efecto depresor del Sistema Nervioso, con síntomas como incoordinación motora, marcha inestable o deterioro de la atención y la memoria.
Si la intoxicación es grave puede conducir a estados de estupor, coma e incluso la muerte por depresión cardiorrespiratoria.
Como contrapartida la desinhibición conductual suele conllevar conductas sexuales inapropiadas, comportamiento agresivo, labilidad emocional o deterioro de la capacidad de juicio.
Los efectos de cualquier sustancia son diferentes según diversas variables: cantidad, frecuencia, edad, psicopatología previa y sexo entre otras.
En el caso de la mujer la ingesta inadecuada de alcohol produce alteraciones en su personalidad y estados de ánimo y además le impide desarrollar los roles propios de su género propiciando consecuencias significativas en el ámbito familiar, sobre todo si hay hijos.
Altera de este modo la función de cohesión social de la familia y motor de transmisión cultural.
La modificación del sistema de creencias profundo es más lento que los cambios sociales vertiginosos y al lado de demandas de derechos para las mujeres coexisten prejuicios y condenas ante el alcoholismo en las mujeres lo que genera una “bolsa oculta” de alcoholismo que sólo demanda tratamiento asociado a otro trastorno.
Por una parte debemos considerar que las adicciones no tienen género y que el objetivo primario es evaluar el grado de dependencia y conducir a la abstinencia.
Por la otra considerar a la persona en sus particularidades.
La propagación de los efectos del consumo de sustancias en la mujer es de tal alcance que merece una especial mirada y escucha tanto terapéutica como social.
CLÍNICA CAPISTRANO
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