LA IMAGEN PROFUNDAMENTE COTIDIANA DE LA POESÍA
La voz de Eloy Sánchez Rosillo (Murcia, 1948) es uno de los referentes de la poesía española contemporánea, desde la publicación de su poemario “Maneras de estar solo” (Premio Adonais 1977), obra que significó su aparición entre la “pomada” lírica.
Hasta hoy, han pasado muchos poemas, muchas metáforas, tantas que el Eloy actual es posiblemente la perfecta simbiosis de un autor con la alegoría que siempre había buscado. Del recorrido por “Páginas de un diario” (1981), “Elegías” (1984), “Autorretratos” (1989), “La vida” (1996), libro del cual recientemente se ha publicado la 10ª edición, “La certeza” (2005), por cuya obra se le concedió en Premio Nacional de la Crítica, hasta llegar a “Oír la Luz” (2008), su último trabajo, toda esa labor creadora viste de gala a un pedazo importante del mundo de los versos, en la última parte del siglo XX.
Profesor de literatura española en la Facultad de Letras de la Universidad de Murcia, la sed insaciable de su universo poético, aún tiene muchas imágenes por escanciar.
Eloy, ¿cómo se llama la última pica que ha puesto usted en Flandes?
No me dedico yo a poner picas en Flandes. No es lo mío. Lo que he intentado desde mi adolescencia hasta hoy es escribir buenos poemas, que es mucho más difícil que poner picas en Flandes.
¿Qué le dice la frase “cualquier tiempo pasado fue mejor”, refiriéndonos a Eloy Sánchez Rosillo? Expláyese si es de su gusto.
Aunque haya sido yo durante una buena parte de mi vida un poeta acusadamente elegíaco y muchos poemas míos se basen en el recuerdo, hoy no subscribiría esa frase. Mi concepción del tiempo ha ido evolucionando. No es ya algo lineal y fragmentado, dividido en compartimentos estancos, sino que hoy siento el presente, el pasado y el futuro como “tiempo entero” en el que siempre está todo sucediendo, dentro de este gran sueño maravilloso de la vida.
¿Es importante nacer en el momento y el sitio adecuados? En todo caso, ¿cómo ha influido el entorno y las circunstancias en la transmutación del joven Eloy en el poeta y profesor Sánchez Rosillo?
No tenemos posibilidad de elección, así es que debemos conformarnos con lo que nos toque y, dentro de nuestro momento y en nuestro lugar, tratar de llegar verdaderamente a ser. El entorno y las circunstancias moldean y condicionan, pero, sobre todo a partir de ciertas alturas de la vida, nuestro espíritu debe tratar de sobreponerse a ellas y llegar a cumplirse, con el viento a favor o en contra.
¿A quién o a quiénes recuerda especialmente por sus enseñanzas? ¿Esa gravedad, más allá del tono de la voz, que le ha percutido para siempre?
A mi madre, que en todo momento fue para mí (un hijo nada fácil) amor, bondad, paciencia, y sensibilidad inteligente.
Usted, que se quedó sin padre a los siete años, sabe lo duro que es crecer sin el progenitor. ¿Cómo recuerda ahora al niño, al joven Eloy, haciéndose hombre sin uno de sus referentes?
Pienso que el fallecimiento de mi padre me hizo tomar conciencia del tiempo y de la muerte de manera precoz, y esa concienciación acaso me llevó a su vez tempranamente a la soledad y a la melancolía, es decir, a la interiorización.
¿Qué es lo que ha querido transmitir Eloy Sánchez Rosillo a su descendencia? ¿Las líneas maestras de la vocación pedagógica del Eloy padre?
Nunca he entendido la paternidad como un asunto pedagógico, es decir, que en ningún caso he actuado en lo que respecta a mi hijo (el único que tengo) con arreglo a planes estrictos de los que no hubiera que apartarse. En cada ocasión he improvisado como mejor he sabido lo que el sentido común y el amor parecían sugerirme. Mis equivocaciones habrán sido sin duda innumerables, pero espero que mi hijo haya sido capaz de advertir mis buenas intenciones invariables y que me juzgue por ellas.
Pregunta para el poeta, ¿la mujer es…? De acuerdo, preguntaremos también al profesor, ¿la mujer representa…?
Creo que no hay que hacerle esta pregunta al poeta ni al profesor, sino sencillamente al hombre. La mujer es fascinación y misterio. El sueño del vivir ha sido y sigue siendo mágico para mí gracias a ellas. Nada tendría interés ni sentido si ellas no estuvieran ahí.
¿Recuerda el primer poema que escribió? ¿Cuál fue el motivo?
El motivo fue alguno de mis primeros enamoramientos. Recuerdo con nitidez la ocasión (tenía yo catorce años; estaba en la playa) y recuerdo también vagamente los versos que lo componían, pero no creerá usted que soy tan ingenuo como para hacerlos públicos ahora.
¿Dónde se encuentran las raíces de la poesía de Eloy Sánchez Rosillo?
En la maravillosa vida. Yo no soy un poeta libresco y mi poesía no procede únicamente de la poesía. Soy consciente como cualquiera que haya intentado algo en poesía de la importancia insoslayable de la tradición y he empleado toda mi vida en conocerla lo más a fondo posible, pero para mí la poesía no es algo diferente de la vida, un menester de gabinete o de laboratorio, sino que forma parte viva del existir como cualquier otra cosa. No me considero en modo alguno un literato. Soy un hombre que vive, siente piensa y canta. Nada más.
Hablemos de poesía de la “experiencia”, ¿es usted uno de los representantes de esa tendencia? Por otra parte, ¿hay alguna necesidad, algún vacío que cubrir en esa forma de expresión poética?
Bueno, eso de que soy un representante de la llamada “poesía de la experiencia” no sé quién lo habrá dicho. Hasta muchos años después de empezar yo a publicar nadie hablaba de esa tendencia. En realidad yo pertenezco cronológicamente a la generación de los novísimos, aunque no tenga nada que ver con ellos y nuestros presupuestos estéticos incluso se opongan. No, yo no acepto ninguna etiqueta de grupo o escuela, pues nunca he pertenecido a ninguna. He escrito como he podido, independientemente, con arreglo a mi verdad, al margen de consignas o modas. En toda escuela, grupo o pelotón poéticos hay mucho de artificioso y de falso, y por tanto de carencias y de necesidades que cubrir. La poesía no puede hacerse con fórmulas y en equipo.
Si alguien le dice que ese tipo de poesía carece de riesgo, que puede ser una manera de adecuar la falta de algunas habilidades como, por ejemplo, la imaginería poética y que, en todo caso, la poesía de la experiencia no es el equilibrio ideal del poema, porque le falta cierta dosis de lírica mágica, aquella que se transmite por la vía sensorial, ¿pensaría que esas afirmaciones tienen algo de veraces?
Por supuesto que sí. Un poema en el que falte todo eso que usted señala no es un verdadero poema, tanto si su autor es del Madrid como si es del Barcelona. Insisto: no se puede escribir poesía desde las fórmulas de ninguna escuela; hay que escribir con total libertad y haciendo uso sin limitaciones de todas las facultades del ser y de todos los recursos que la propia poesía pone a nuestra disposición.
Y si otros le dicen que la poesía de la experiencia es muy necesaria, porque acerca los poemas a gentes de todo tipo, difundiendo la lírica, haciéndose entender, con la única premisa de que los lectores tengan mínimamente un nivel cultural medio; todo eso frente a la poesía inconsciente, aquella que de forma literal dice una cosa incomprensible y que, a veces, sensorialmente transmite otras cosas, ¿qué podría opinar usted de todo eso?
Mi respuesta a su pregunta anterior vale también para ésta. Añadiré que la poesía no puede padecer de escaseces o de excesos por un extremo ni por otro. Utilizando la muy oportuna frase hecha, diré que ha de ser natural “como la vida misma”.
En poesía, ¿la imagen es un tesoro de las palabras?
Lo puede ser en ocasiones, siempre que resulte necesaria y que no esté engarzada en el poema como una mera joyita reluciente. El verdadero tesoro del poema es la emoción, que conmueve y zarandea al lector. Así ha sido desde el principio de la poesía. Y todo lo demás son historias.
¿Qué nos dice de la metáfora un autor como usted, que ha hecho del símbolo una forma de expresión casi cotidiana?
Es fundamental en poesía, puesto que el mundo es pura analogía y todas las cosas están relacionadas entre sí. La metáfora señala esas relaciones. Pero siempre que el poema no venga a ser un “empedrado” de metáforas y nada más, como sucede en algunos poetas de nuestro barroco o de la generación del 27.
¿Por qué tendríamos que prescindir, a la hora de escribir un poema, de las palabras que dicen lo que queremos decir, aun a pesar de que fueran términos muy lexicalizados?¿Es posible que incluir palabras como, por ejemplo, “melancolía”, “luz”, “otoño”, “invierno”, etc., en un poema, tuviera su razón de ser, incluso siendo símbolos muy utilizados anteriormente?
Por supuesto; el poeta habla con las palabras del hombre, con las palabras de cada día; no conozco otras. Pero, eso sí, si esas palabras comunes e incluso desgastadas por el uso forman parte de un poema verdadero, el lector las leerá al mismo tiempo como algo conocido con lo que se identifica y como algo nuevo y nunca dicho con lo que es posible identificarse inmediatamente. Ese es el milagro de la poesía auténtica.
Si alguien le dice que poesía es, entre otras cosas, la esencia del relato, ¿qué pensaría usted?
Estoy totalmente de acuerdo. La poesía, en el sentido griego del término, ha de ser el núcleo vivo de toda obra de creación: del poema, desde luego, pero también del relato, de la pintura, de la obra musical, de una escultura.
Si alguien le dice que la rima, dispuesta de las formas clásicas, se ha quedado obsoleta, ¿qué le contestaría usted?
En términos absolutos esto no es cierto. Si hubiera ahora un gran poeta que la necesitara y la utilizara con frecuencia veríamos su uso como algo totalmente normal. Pero sí ocurre que se utiliza menos en la actualidad que en otras épocas. Cada época tiene su manera de ser y de andar por el mundo. Pero las peculiaridades de una determinada época en realidad no atañen a la esencia de la poesía, que es siempre la misma en cualquier período, sino a aspectos suyos que no son fundamentales (aunque puedan acaso serlo para que determinado autor llegue a expresarse como él necesita expresarse). Por lo que a mí respecta, la rima no es un elemento capital de mi poesía, aunque en ocasiones la utilice en su modalidad consonante o en su modalidad asonante. La rima es un adorno no fundamental de la poesía. Puede hacerse uso de ella o no. Si se utiliza, en ocasiones podrá realzar la belleza de un poema ya de por sí hermoso, de la misma manera que un bonito pañuelo de seda o un collar o unos pendientes pueden realzar la belleza de una mujer hermosa.
Ahora, supongamos que un autor afirma que un poema que carezca de sonidos similares, llámense rimas, aliteraciones, etc., es un poema que renuncia a una de las claves de la poesía, es más, asegura que un buen poema, por lo general, tiene una cadena fonológica similar por donde se desliza la melodía, ¿qué le pasa a ese autor? ¿Ha perdido el buen juicio?
Siempre que se esté refiriendo al ritmo, y no a los posibles adornos del poema, estaría en lo cierto y en su sano juicio. En poesía, como en las demás artes (en cada una a su modo), lo fundamental e ineludible es el ritmo, sea éste tradicional o sea un ritmo personal buscado y efectivamente encontrado por un determinado autor (verso libre). Pero lo que distingue al verso de la prosa es el ritmo. La prosa también tiene su ritmo, aunque distinto al de la poesía. Si un poema carece de ritmo será prosa cortada en renglones de diferente longitud, por más que su autor nos diga que esas líneas son versos. Lo que ocurre hoy es que muchos que se dicen poetas desconocen por completo el oficio y echan por el camino de en medio, afirmando que todo lo que no sea escribir con la “espontaneidad” con la que ellos escriben son antiguallas e imitaciones de imitaciones.
Eloy, no hace mucho escuché que un lector (en este caso, una persona culta) decía: “este poema combina palabras percutoras, imágenes fantásticas, símbolos de gran originalidad, en fin, metáforas todas ellas muy provistas, pero yo no me he enterado de nada y eso que lo he leído varias veces”. ¿Cree usted que ese lector no está facultado para leer poesía?
Siempre que el lector sea un hombre de sensibilidad, inteligencia y cultura normales (no hace falta más), afirmaría que ese lector es un tipo absolutamente capacitado para leer poesía que se desconcierta ante un texto impenetrable que le quieren hacer pasar por poesía, y afirmaría también que el autor del poema es un cantamañanas y su poema un galimatías innecesario. El poema ha de entenderse de alguna forma, aunque no sea necesario entender cada una de sus palabras o de sus imágenes.
Por cierto, ¿qué piensa de los “Novísimos”? Por un lado, Gimferrer, Ana María Moix, Leopoldo María Panero, Molina Foix, Carnero, etc., y, por la otra parte, Martínez Sarrión, Vázquez Montalbán, etc.
Pues me interesaron poco en su momento primero. Cuando los leía me parecía que escribían como en broma, que no tenían otras pretensiones que las de hacer bromas y epatar con su exhibicionismo cultural (tan pueblerino en el fondo). Alguno de ellos, por otros derroteros, ha hecho después una obra considerable. En general y como grupo me interesan muy poco. Pero es que a mí los grupos, en poesía, suelen interesarme muy poco.
Si alguien le dice que la poesía no se puede traducir a otro idioma, porque pierde lo mágico, la polisemia, que, en todo caso, al traducir el poema, también se traduce, por lo tanto cambia necesariamente el sentido de lo que quiso (o no quiso) decir el autor; por no hablar de la cadena fónica, la musicalidad del texto, a las cuales no es posible cuadrar en la traducción, más si observamos la métrica de un poema, ¿pensaría usted que decir eso es una barbaridad, un gran error, porque significa renunciar a muchas cosas, etc.?
Si vamos a la ultimidad de las cosas es cierto que la poesía no puede traducirse. Pero no hay más remedio que traducirla, pues muy pocas personas dominan por completo los diez o quince idiomas que son necesarios para leer directamente la poesía importante del mundo. Con amor y paciencia pueden hacerse traducciones que nos den en nuestro idioma un equivalente muy aproximado del poema original. Lo que no tiene sentido ni vale para nada es una traducción meramente filológica. Pero yo (que soy tan torpe para el aprendizaje de idiomas) les estoy muy agradecido a quienes han traducido bien al español a los grandes poetas del mundo. ¿Qué sería de mí sin las traducciones que me han permitido acercarme a los griegos y los latinos, a los poetas chinos y japoneses, a los poetas ingleses y alemanes, etcétera? Prefiero conocerlos a través de buenas traducciones (aunque haya en ellas algo de merma) antes que ignorarlos por completo
¿Cuál es el poeta que más le transmite?
Afortunadamente no hay uno solo. Son un buen puñado los que me llegan al corazón. Pero puesto en el brete al que usted quiere someterme, mencionaré al más joven y asombroso de todos ellos: Homero.
¿Qué opina de Borges?
En sus mejores poemas es un espléndido poeta y, a pesar de ser tan libresco, no carece de emoción. En ocasiones hay en él un exceso de artificio. Es un maestro muy peligroso, lo mismo que García Lorca o que Claudio Rodríguez, por poner otros ejemplos. Son poetas muy “pegadizos”, con un exceso de estilo en ocasiones, y en seguida se les ve a sus discípulos el plumero, un plumero contaminado inequívocamente por las maneras más evidentes y exteriores del maestro.
Antes de que se me olvide, ¿es posible que usted se quiera encaminar hacia la plenitud de una cierta libertad versal, después de haber trabajado a fondo la polimetría, sobre todo con versos de metraje impar?
Pues nunca se sabe, aunque a mí me parece que los ritmos tradicionales ofrecen posibilidades infinitas de combinación, de manera que no tienen por qué resultar pobres o monótonos. Tales ritmos, además, están avalados por siglos de uso satisfactorio, así es que no veo mucho la necesidad de hacer experimentos en este terreno.
Recuerdo en su libro “La vida” una afinidad a la simbología sencilla, cercana, que también se da en la poesía de Antonio Machado. ¿Cree usted que me falla la memoria? En cualquier caso, ¿qué opinión le merece el maestro sevillano?
Ojalá haya aprendido algo de él. Me parece un poeta grandísimo, como a cualquier persona decente.
Fabriquemos el poeta por excelencia, escogiendo los mejor de los autores que usted prefiera.
Un poeta no se fabrica juntando piezas de aquí y de allá, sino que tiene que nacer entero y verdadero, como un árbol o un río.
Pongamos nombre al poeta con más talento de la actualidad.
La actualidad es siempre un terreno resbaladizo. Son varios los poetas espléndidos de este momento y bastantes los poetas considerables. Pero no hay un poeta solo al que haya que ponerle el número uno; esto de la poesía no es como las carreras de caballos.
¿Aquel que pudo llegar a ser un gran poeta y se quedó por el camino?
En la poesía española, quizás el caso más lamentable de poeta en buena parte malogrado por las circunstancias sea Miguel Hernández, un poeta notabilísimo que acaso podría haber llegado a ser un gran poeta si no hubiera muerto tan joven y si los avatares de su vida hubieran sido otros.
Eloy Sánchez Rosillo, autor reconocido entre los mejores de la lírica actual, ¿dónde va su poesía? ¿Qué queda del Eloy que a los 29 años ganó el premio Adonais?
No tengo ni idea de adónde pueda ir mi poesía. Quiera Dios que vaya a alguna parte. Yo no escribo con programa, de manera que no puedo saber cómo será la poesía que escriba y ni siquiera si llegaré a escribirla. Ojalá pueda seguir trabajando todavía algunos años. Del Eloy de 1977 quedan la ilusión grande y la vocación firmísima, pero como poeta espero haber aprendido algo en los treinta y dos años que me separan de él.
¿Qué sensaciones le produce pensar en la huerta murciana? ¿Cómo siente la tierra que le sostiene?
De la huerta murciana que yo alcancé a conocer en la niñez no queda ya nada. Hoy todo son invernaderos y verduras y hortalizas de plástico. Nunca he sido un escritor terruñero, pero está claro, creo, que el entorno en el que vivo se percibe de manera inequívoca en mi poesía. Nací y he vivido siempre en Murcia, y me encuentro bien aquí, ya que para un escritor de hoy el vivir lejos de Madrid o Barcelona no tiene las limitaciones de otros tiempos.
¿Cree usted que el tiempo pone a cada poeta en el sitio que le corresponde, o que, por el contrario, la fuerza generacional o estilística puede englobar demasiado a los poetas, perdiendo éstos su individualidad.
Yo soy optimista por naturaleza y quiero creer que el tiempo obra a favor de lo verdadero. Eso es lo que más o menos ha pasado siempre. Ahora bien, con todo el trajín y los enormes embrollos que desde comienzos del siglo XX hacia acá ha habido en las distintas artes, es inevitable pensar que al tiempo le va a costar mucho tiempo y mucho trabajo ir poniendo de relieve algunas cosas e ir echando al cubo de la basura tantas y tantas otras.
¿Qué importancia tiene “la claridad” en la obra de Eloy Sánchez Rosillo, se trata de comprensibilidad buscada? ¿Supone un esfuerzo para el Eloy poeta el hacerse entender?
Como hombre y como poeta yo creo que tiendo a la claridad. No tiene sentido el tratar de ser deliberadamente oscuro. Si publico mis libros con la intención de que alguien me lea y me entienda no puedo permitirme la estupidez y la pedantería de escribir en una jerigonza impenetrable. Me gusta la luz, el agua, el cristal, el aire y todo lo diáfano. Ahora bien, en poesía no se da nada por añadidura. La claridad es también una conquista, el resultado de un proceso de despojamiento de lo accesorio y de lo que puede enturbiar en el que he estado empeñado a lo largo de toda mi vida. Pero la poesía no es sólo claridad. Si no tiene también otras muchas cosas, apaga y vámonos. La claridad en sí misma no es ni mucho menos suficiente para hacer un buen poema.
Le he escuchado decir en alguna ocasión que los libros monotemáticos pueden resultar monótonos. ¿Por qué cree que los premios y las editoriales buscan, casi obsesivamente, una unidad temática?
La unidad de un libro la da el tono del mismo, que estará presente en todos los poemas y que es algo peculiar de la voz de su autor, una especie de huella digital fónica. La unidad temática puede dar lugar a la monotonía y cansar a quien pretenda leer un libro de estas características de manera seguida y desde la primera página hasta la última. Es como si siempre nos obligaran a comer de lo mismo, aunque fuera un guiso suculento. La vida es variada, plural, entremezclada, y así prefiero que sean también los libros de poesía. De un libro de poemas exclusivamente de amor, por ejemplo, aunque todos fueran igualmente buenos, nos emocionaría mucho el primer poema, el segundo, el tercero, pero cuando hubiéramos llegado al cuarenta y tres empezaríamos a fatigarnos de tanto amor; nuestra atención decaería y al final hasta nos aburriríamos y el libro bueno terminaría quizás pareciéndonos mediocre o malo.
En su caso, ¿qué es lo más importante a la hora de cuajar un buen libro de poemas?
Que el resultado no sea un jueguecito, algo hecho para distraerse y matar el tiempo, sino que sea capaz de llegar al corazón del lector y de conmoverlo por la verdad y la emoción que contenga.
¿Qué es lo que menos le gusta, a día de hoy, del resultado de sus andanzas y, ya que estamos, hablemos de las más relevantes?
Si se refiere a mis andanzas poéticas, sin pecar de vanidoso y conociendo mejor que nadie los infinitos defectos de mi obra, le diré que estoy satisfecho y hasta orgullo de los pasos que en poesía he sido capaz de dar, tanto de los errados como de los acaso más derechos y firmes, porque todos ellos me han ido trayendo hasta aquí y me han hecho ser este poeta que soy. En ocasiones he dicho que para mí el estar en el mundo como poeta es ya un sueño maravilloso. No puedo pedir más.
¿Algo que no ha hecho y le hubiera gustado hacer?
Escribir la Ilíada, pero se me adelantó uno que dicen que se llamaba Homero, por más que no esté del todo claro que se llamara así. Fuera su nombre Homero o Perico el de los Palotes, el caso es que se me adelantó. Lástima grande.
¿El mejor consejo que le han dado?
No me lo dieron a mí directamente, pero no está nada mal para vivir en sociedad: “No hagas a los demás aquello que no quisieras que te hicieran a ti”.
¿Algo irrenunciable?
La búsqueda, el tratar de seguir avanzando en todos los órdenes de la vida, sobre todo en aquellos que podrían mejorarnos como seres humanos. De lo contrario, ¿qué sentido tendría estar en el mundo?
¿El pálpito que mece sus días?
Que todo está siempre comenzando y que nada termina.
Muchas gracias, Eloy Sánchez Rosillo, ha sido un privilegio conversar con un autor de su talla. Díganos, ¿le queda algo por versar, admirado poeta?
Muchas gracias a usted, por su atención y su interés. Y sí, la sensación que tengo después de tantos años en la brecha es que todo está aún a medio hacer y que hay que seguir trabajando con ahínco y con ilusión para tratar de conseguir lo que nunca se termina de alcanzar por completo. Por fortuna ocurre lo que le digo, pues el convencimiento de haber realizado del todo lo que pretendíamos nos inmovilizaría y nos impediría seguir avanzando.