“Textos rescatados” intenta eso, rescatar o revelar selecciones de textos de entre los más significativos ensayos y reflexiones sobre literatura y arte en general, que por los ojos del responsable de esta sección pasen o hayan pasado; siempre, claro está, desde su subjetiva visión y preferencias.
Sin duda, Octavio Paz es uno de lo más prestigiosos poetas y lúcidos ensayistas sobre arte, y ámbitos relacionados con la actividad artística, del pasado siglo XX. En su obra “La casa de la presencia” (primer volumen de una cuidada edición de toda su obra completa, llevada a cabo por Galaxia – Gutemberg), reflexiona y “poetiza” sobre el poema y la poesía; nombra, establece y clasifica el hecho poético en sí mismo y en la historia, estableciendo las interactivas relaciones entre poesía, mito, revolución y sociedad, que rigen y evolucionan el ecosistema sensible y sentimental de la humanidad.
Seleccionamos aquí un texto perteneciente a la introducción: “Poesía y poema”, perteneciente a uno de los libros, “El arco y la lira”, de este primer volumen: “La casa de la presencia”:
“La poesía es conocimiento, salvación, poder, abandono. Operación capaz de cambiar el mundo, la actividad poética es revolucionaria por naturaleza; ejercicio espiritual, es un método de liberación interior. La poesía revela este mundo; crea otro. Pan de los elegidos; alimento maldito. Aísla; une. Invitación al viaje; regreso a la tierra natal. Inspiración, respiración, ejercicio muscular. Plegaria al vacío, diálogo con la ausencia: el tedio, la angustia y la desesperación la alimentan. Oración, letanía, epifanía, presencia.
Exorcismo, conjuro, magia. Sublimación, compensación, condensación del inconsciente. Expresión histórica de las razas, naciones, clases. Niega a la historia: en su seno se resuelven todos los conflictos objetivos y el hombre adquiere al fin conciencia de ser algo más que tránsito. Experiencia, sentimiento, emoción, intuición, pensamiento no dirigido. Hija del azar; fruto del cálculo. Arte de hablar de una forma superior; lenguaje primitivo. Obediencia a la reglas; creación de otras. Imitación de los antiguos, copia de lo real, copia de una copia de la Idea. Locura, éxtasis, logos. Regreso a la infancia, coito, nostalgia del paraíso, del infierno, del limbo. Juego, trabajo, actividad ascética. Confesión. Experiencia innata. Visión, música, símbolo. Analogía: el poema es un caracol donde resuena la música del mundo y metros y rimas no son sino correspondencias, ecos, de la armonía universal. Enseñanza, moral, ejemplo, revelación, danza, diálogo, monólogo. Voz del pueblo, lengua de los escogidos, palabra del solitario. Pura e impura, sagrada y maldita, popular y minoritaria, colectiva y personal, desnuda y vestida, hablada, pintada, escrita, ostenta todos los rostros pero hay quien afirma que no posee ninguno: el poema es una careta que oculta el vacío, ¡prueba hermosa de la superflua grandeza de toda obra humana!
¿Cómo no reconocer en cada una de esta fórmulas al poeta que la justifica y que al encarnarla le da vida? Expresiones de algo vivido y padecido, no tenemos más remedio que adherirnos a ella ―condenados a abandonar la primera por la segunda y a ésta por la siguiente. Su misma autenticidad muestra que la experiencia que justifica a cada uno de estos conceptos, los trasciende. Habrá pues que interrogar a los testimonios directos de la experiencia poética. La unidad de la poesía no puede ser asida sino a través de trato desnudo con el poema.
Al preguntarle al poema por el ser de la poesía, ¿no confundimos arbitrariamente poesía y poema? Ya Aristóteles decía que “nada hay de común, excepto la métrica, entre Homero y Empédocles; y por esto con justicia se llama poeta al primero y fisiólogo al segundo”. Y así es: no todo poema ―o por ser exactos: no toda obra construida bajo las leyes del metro― contiene poesía. Pero esas obras métricas ¿son verdadero poemas o artefactos artísticos, didácticos o retóricos? Un soneto no es un poema, sino una forma literaria, excepto cuando ese mecanismo retórico ―estrofas, metros y rimas― ha sido tocado por la poesía. Hay máquinas de rimar pero no de poetizar. Por otra parte, hay poesía sin poemas, paisajes, personas y hechos suelen ser poéticos: son poesía sin ser poemas. Pues bien, cuando la poesía se da como una condensación del azar o es una cristalización de poderes y circunstancias ajenos a la voluntad creadora del poeta, nos enfrentamos a lo poético. Cuando ―pasivo o activo, despierto o sonámbulo― el poeta es el hilo conductor y transformador de la corriente poética estamos en presencia de algo radicalmente distinto: una obra. Un poema es una obra. La poesía se polariza, se congrega y aísla en un producto humano: cuadro, canción, tragedia. Lo poético es poesía en estado amorfo; el poema es creación, poesía erguida. Sólo en el poema la poesía se aísla y revela plenamente. Es lícito preguntar al poema por el ser de la poesía si deja de concebirse a éste como una forma capaz de llenarse con cualquier contenido. El poema no es una forma literaria sino el lugar de encuentro entre la poesía y el hombre. Poema es un organismo verbal que contiene, suscita o emite poesía. Forma y sustancia son en si mismo”