Crimen y castigo.- Fiódor Dostoievski
Ediciones Cátedra.- 2ª edición Mil Letras; Madrid, 2009.- Edición de Isabel Vicente; cubierta de Diego Lara
La novela de F. Dostoievski, Crimen y castigo, se desenvuelve -grosso modo- en dos ámbitos, el de la miseria y el del desamor. La búsqueda permanente de la superación de la miseria y la de la emoción pura del amor constituye el eje transversal de la obra, con cuyo pretexto ofrece, amén de la pintura realista de colores vibrantes y fuertes claroscuros de la sociedad de la época, una crítica social implacable desde la encrucijada moral de los personajes. La mirada crítica sobre la sociedad del momento no está exenta de intuiciones y descubrimientos de verdades permanentes, realidades consustanciales al modelo social del que, básicamente, seguimos formando parte; así, ante la corrupción y el robo representado en la figura de un profesor de Moscú que falsificaba bonos, la justificación es la de que “todo el mundo se hace rico de una manera o de otra“(sic) en el sentido de “ganar dinero de inmediato y sin esfuerzo“(sic) porque “nos hemos acostumbrado a encontrarlo todo hecho, a avanzar apoyándonos en los demás, a comer el pan ya masticado.
Y, en cuanto las circunstancias lo han permitido, todos se han lanzado a aprovecharse“(sic) Por si lo citado anteriormente nos parece poca cosa en relación a los problemas actuales, podemos detenernos en la visión que del poder se refleja en las siguientes palabras: Y ahora sé, Sonia, que tiene poder sobre las personas quien es más fuerte por su inteligencia y su espíritu. Para la gente, el que se atreve a mucho es el que lleva la razón. El que más cosas menosprecia se convierte en su legislador y el más atrevido es el más escuchado. Así ha ocurrido hasta ahora, y así será siempre.¡Sólo un ciego no lo vería!(sic) El desarrollo argumental sigue las pautas de la novela policiaca; a fin de cuentas se trata de resolver la autoría de dos crímenes cometidos en la persona de una vieja usurera y su criada, pero lo que revela en última instancia es el policía que todos llevamos dentro con la interiorización de los códigos éticos y las conductas aprendidas.
Pretender ser buenos exige, entre otras cosas, no infligir daño a los demás y, si se actúa con daño contra los demás, tendrá que estar asistida dicha actuación por argumentos de peso que nos permitan seguir siendo buenos. Este conflicto es el que llevará al protagonista a ni siquiera poder aprovecharse del robo tras la comisión de los asesinatos. El problema de conciencia que le atormenta le llevará a confesar y admitir su culpabilidad. En medio de la pobreza de la que surgen las distintas relaciones entre los protagonistas, el amor y su búsqueda ocupará el segundo espacio de peso en la novela. Amor por interés, por egoísmo, amor como mercancía en la prostitución, amor por los hijos y los padres, amor como pura expresión de comunión de sentimientos, de atracción, de ayuda o de amparo.
El torbellino del amor sacude las vidas de los personajes y será, finalmente, el que triunfe y se manifieste como herramienta de felicidad y como camino de progreso social. Final sorprendente en el que Dostoievski quiere dejar un camino abierto a la esperanza o tal vez él mismo necesitara creer en ese camino. Sorprende agradablemente el desarrollo de la novela en la trama argumental y el tratamiento de los diálogos. Los personajes hablan, se duelen y dicen cosas; pero, sobre todo, argumentan, reflexionan, buscan razones por encima de todo sin dejarse embotar por las condiciones más precarias de la circunstancia de la pobreza que es, en algunos casos, franca y descarnada miseria.
Y del mismo modo que podemos palpar su vida física y material, se nos ofrecen su vida espiritual, sus creencias, dudas y atormentadas reflexiones sobre la existencia, sobre su grandeza de ánimo, en ocasiones, y en otras sumergiéndonos en la depravación de sus motivaciones. Parece como si el alma rusa y su visión pesimista de la vida se desarrollará mirándonos directamente a los ojos con el desgarro de una confidencia; algo que, decididamente, no nos puede dejar indiferentes.
Julio G. Alonso.
Poeta y escritor.