Blanca y Ramón (1 de 2)

Blanca Sandino (1946-2009)
por Julio González Alonso

Viento suave, aura, aire
para tus alas,

tan enamoradiza de ocasos
te has llevado su esplendor en tu sonrisa,

ay, qué titanes de ausencia y qué endeble
y tímido fulgor; eres noche y busco estrellas,
fanales en las sombras espesas de la pena.

Ya ceden los tajamares de mis puentes al empuje de las aguas
desbordadas
del recuerdo. Te sigo a la mar,

ay, qué orillas de olvido y de nostalgia,
qué larga cintura de agua.

Me visten miradas de tus ojos.

Como ciego avanzo a tientas de palabras.

 

Ramón Ataz (1965/2013)
por Julio González Alonso

Agua de primavera mentirosa
que en lugar de la vida traes la muerte
como un ramo de flores, de tal suerte
que alienta el corazón lo que la rosa.

Yo siento bajo el peso de la losa
del destino que ya me impide verte
que no podrá evitar cómo quererte
más allá de las sombras de tu fosa

y tal como mimaste la escritura
manarán por tu voz cual agua pura
los versos con amor y vehemencia

denunciando injusticias, la locura,
reclamando justicia y la cordura
de un mundo que ha perdido la conciencia.

 

Bien hallados Blanca y Ramón
por Guillermo Cuesta

Con vosotros tenemos compañía
en este foro ALAIRE.
Al otro lado estáis que no al opuesto
y gozamos sabiendo que no hay distancia; muy presente
el respeto y la admiración, la amistad y el recuerdo.

Seguro que vosotros ya no necesitáis otra alegría
que regresar a la memoria
de lo que fuimos, somos y seremos.
Hasta que nuevamente volvamos a estar juntos
cotizará a vuestra envergadura la voluntad de cada verso
en tanto en cuando la calidez espera
se haga realidad vuestra esperanza y nuestra.

Blanca…Ramón. Ramón y blanca;
tanto monta… y monta tanto
que sois nuestros maestros, nuestro apoyo;
la luz de los sensores y sentidos;
la voz, el néctar, la miel y las abejas .
La flor y la celdilla ya son palabra y verso
en este sitio de poemas vivos
en el que la cera arde en vuestro honor.

 

El escritor del bosque y el libro mágico
A Ramón Ataz
por Javier Dicenzo

Ramón, un poeta, llegó a un lugar mágico, tomó un libro y decidió internarse en un bosque, en ese bosque vio un gran perro, lo siguió, lejanamente…
Se metió por un lugar profundo, y vio a la distancia un gran mago:
– ¿Quién eres? Preguntó Ramón,
– Soy el mago de este bosque.
-Llevarás un libro azul para el ritual del infinito.
El poeta tomó el libro y por indicación del mago, se internó en medio de un laberinto, con una gran cruz afilada.
Luego de unas horas, vio como un castillo se le presentaba, a la distancia.
Entró en ese castillo con el libro mágico, quería llegar a un portal estelar, para entregar sus poemas, con ilusión tomo el libro y vio como una luz enorme bajaba del cielo a un lugar del castillo, allí bajo un gran ser, con una serpiente en la mano, luego Ramón, tiró el libro y ese ser lo tomó, y el ritual duró un largo rato, hasta que finalmente, pasaron unos fantasmas.

DICE LA LEYENDA QUE A VECES POR ESPAÑA APARECE UN SER ENORME COMO UNA SOMBRA INFINITA Y PENETRANTE, QUE PASA UN LIBRO VOLANDO Y QUE UNAS ARAÑAS ENORMES TOMAN EL LIBRO AZUL EN MEDIO DE UN CASTILLO MEDIEVAL…

 

Esperarnos en cualquier sitio.
A Blanca Sandino
A Ramón Ataz
por J.J.M. Ferreiro

Alguna vez
la vida tuvo fe y miradas henchidas,
forzando al agua
a una crecida más cercana.

La dignidad
nos devuelve los nombres
para ser las columnas de amor de cualquier día;
no podemos rendirnos al futuro
sin esta luminosa certidumbre.

A la hora de subsistir
los años y los signos
han de ser compartidos.

¿Quién no suplicó alguna vez
incorruptible
al cabo de los cuerpos?

Esperarnos en cualquier sitio.

 

Blanca, el color del infinito
A Blanca Sandino
por Rafel Calle

No sé dónde tus paseos esperan la luz de Cádiz,
ni en que ocaso del salero sucumbieron los maizales
a las mañas de tu abuelo que si quería educarte
te mandaba desgranar Asturias y grano cierto;
memorias de la verdad en los callos de los dedos.

Tus manos en la mazorca, manos de niña traviesa,
desgranaban las victorias del oro de tus dos trenzas.

El brillo del pelo llora al silencio de la siembra,
peina la tierra que llora, llora la tierra que peina.

Pasaba por los portales, era señora y muy cierta,
eras tú o casualidades de una calma cenicienta
que explosiona las bondades cuando vence a la tormenta.

Después de todos los hijos y los nietos que anduviste,
los versos eran vestigios, fervorosos paladines
de las causas que han vivido en todo cuanto sentiste.

La costumbre del retrato donde aguardan tus recuerdos,
es un presidio del canto, silenciosamente verso.

Intenso azul de poetas que ahora sin ti son grises,
ahora grises que versan del tiempo que no tuviste.

Ante la muda no canta el jilguero de la fe,
pico y plumas y una jaula y por delante los pies.

El color del infinito es de rojo mercromina
para curar las mañanas y los sorbos del café
llagados por el consejo que me diste en tu partida:
Vive por mí, Rafael,
sé muy feliz por tu amiga.

 

Espérame en el poema
A Ramón Ataz
por Rafel Calle

Despedirnos sin luto abrazando los versos
con la rima distante que confunde las muecas,
despedirnos en nombre de un poema sin miedo,
en los confines de un adiós en vela.
Tú y yo trasnochando el intelecto
en busca de metáforas eternas.

Tal una partícula que pierde volumen
flotando un vacío de parcos relojes,
el alma protesta, chirrían los goznes
de la Murcia hermana, caída de bruces.

Si oigo el silencio, si el piso es un musgo
de verde castrado y pena insumisa,
me siento vencido de un peso que grita,
y la vertical se viste de luto.

Justo al lado tuyo, guárdame una silla
mientras yo te abono con versos y rimas,
indomable estiércol del Mediterráneo.

Por mis ojos huérfanos de tu compañía
te envío una perla de nácar y llanto
hasta los presidios de tu poesía.

 

 ¿Con qué sueñas, Blanca?
por Alonso de Molina

 

 – ¿Con qué sueñas, Blanca?

-Con un velero. No quisiera
morirme sin ver la constelación de Orión desde alta mar, y desde cubierta.

de la entrevista a Blanca Sandino por Alonso de Molina

Acogemos tu entrega con desánimo;
nadie admite que cierres los ojos
y engendres cicatrices en los versos.

¿Pero cómo podrías
mantener alejados los incendios?.
Que más podrías tú que soportar la tormenta
si las nubes se unieron en tus ojos
mordiendo amaneceres como pájaros.

En el aire caliente de tus signos
permanecen pulgares hilando los teclados,
una red de palabras tan humanas
que tiñen emociones y adjetivos;

allá donde tu cuerpo se asienta con la tierra,

tus letras por sí solas se acrecientan.

 

A Blanca Sandino, mayo 2011, dos años despues de su partida el 23/05/2009
por Alonso de Molina

Dos años despues sigue tu voz ceñida al mar,
como el velero que liberó tus sueños
la noche fue nacíendose en ti
colmada de cadencias y pentagramas blancos.

 

A Blanca Sandino, mayo 2014, cinco años despues de su partida el 23/05/2009
por Alonso de Molina

Qué triste es esta muerte lenta que llamamos costumbre
Blanca Sandino

El tiempo pasa, crecen las uñas y el silencio.

Las alas ya no miran hacia el sol.
La memoria, a tientas, roza cruel su mejilla en busca de pecado.
Algún dolor cargado de mercurio se ahoga lentamente.
La cicatriz y el viento amainarán sin fuerza,
como un desnudo verso sintiendo escalofríos.

(Qué triste es esta muerte lenta que llamamos costumbre)

No hay sonido más grave que el silencio.

El silencio es abismo y todo cabe, incluso el olvido.

Así, Blanca y Ramón

por Pilar Morte

Os sentí,
como abeja ante flor de mayo,
espíritu labrado en libertad,
amor y cercanía.
Yo, que llegué insegura de versos, fui acogida
en un regazo noble y generoso
y navegué, junto a vosotros, por mares de belleza.

Os viví,
como terruño de infancia,
manadero de verbo inteligente,
claridad de luz,
néctar de ser humano
que muestra un sentimiento puro.

Os seguí,
templado el violín de la amistad.

Os recuerdo,
Blanca y Ramón,
(Imborrable el sabor amargo de la huída),
con la ternura y dolor del amigo que se aleja
por el sendero de la verdad única.

Fueron y serán vuestras almas
poesía en la memoria,
claustro de música en Alaire,
sabor de limpio verso,
amor que el tiempo no derrota.
dos estrellas en la galaxia del foro.

 

A Blanca y Ramón, salud
por Manuel Alonso

 

No os conocí, pero estabais
cansados y hermosos
de terciopelo y pliegues y paraguas.

Y nunca os leí, pero ahora os sigo
considerando amigos
del tiempo y las flores y los suburbios.

Reconozco Blanca que soy
otro de tus renglones
que olvidaste escribir a mano.

Te reconozco Ramón
como a un trillo del alma
lamiendo las sienes y los regueros.

Los dos celebráis
junto a los andamios
el principio de todo y la nada.

Permitid a este siervo
os invite a una copa
y levante la suya
por vuestros poemas.