La Cueva de Montesinos existe; es uno de los lugares reales de la novela de Cervantes. Lo que en ella ocurrió puede prestarse a interpretaciones de todo tipo; cabría, incluso, una interpretación freudiana de la aventura, similar a la que es posible hacer de otras obras literarias, como es el caso de H.P.Lovecraft en Viajes al otro mundo. Ciclo de aventuras oníricas de Randolph Carter. La cueva significa la seguridad del seno materno, según S.Freud. Don Quijote, que en su vida ordinaria de caballero andante está entregado al sueño de soñar,en la cueva cae en el sueño de dormir con ensueños y se sueña a sí mismo despierto. En esta visión del subconsciente se establece una libre asociación de ideas que, una vez afloradas, serán necesariamente sublimadas. Sabemos que los sueños están hechos de retazos y materiales de la realidad, así que en este soñar de dormir de don Quijote aparecerá Dulcinea en su natural ser de aldeana, tal y como permanece en el subconsciente, y de ahí la necesidad de negar esa realidad a través del encantamiento.
Se ha dicho, incluso, que la aventura en la cueva podría tomarse como un precedente de la moderna espeleología. Y se ha dicho con toda la seriedad del mundo.
También se quiere y puede ver en esta aventura una parodia del descenso de Eneas a los infiernos. El descenso de don Quijote es en busca de conocimiento, como será encontrar las fuentes de las lagunas de Ruidera y los orígenes del río Guadiana.
Hay quien interpreta toda esta mágica aventura como una comparación de don Quijote con la figura de Jesucristo, que al tercer día volvió de entre los muertos. En la hora escasa que pudo permanecer don Quijote en la cueva y que a él le parecieron tres días enteros con sus noches, se encuentra con muertos, personajes del Romancero, que parecen vivos, y con Dulcinea y unas pastoras que están vivas, pero aparecen encantadas en aquellos parajes bucólicos. Don Quijote, entrando en la cueva a modo de tumba, descenderá a los infiernos, tendrá las referidas visiones y volverá del otro mundo contando lo que vio, aunque de un modo confuso y un tanto inseguro de ello, como se verá más adelante cuando pregunta al mono adivino de Maese Pedro «si ciertas cosas que había pasado en la cueva de Montesinos habían sido soñadas o verdaderas» (II, XXV
Pero si nos atenemos a lo estrictamente literario, cabe observar cómo Cervantes no se aparta un ápice de la intencionalidad de la obra, que no es otra que parodiar los excesos de las novelas de caballerías y los pasajes de este estilo que solían aparecer en las mismas . El episodio de la cueva de Montesinos transcurre impregnado de un humorismo constante, dándole a la visión que tuvo en ella un matiz de fábula mitológica al estilo de Ovidio y Bocaccio (Martín de Riquer).
Por encima de las lagunas de Ruidera, cerca del castillo de Rochafrida, pudimos visitar este lugar emblemático reseñado por Cervantes en el Quijote, la misma y famosa cueva de Montesinos, a la que que el caballero andante descendió y, entre otras visiones, como hemos dicho anteriormente, se le apareció la imagen de la misma Dulcinea del Toboso, encantada (II, cap. 22 y 23).
La cueva puede visitarse fácilmente. Provistos de un casco y linternas nos internamos en la sima abierta en medio del tupido bosque de encinas y, con la imaginación necesaria, pudimos ver in situ lo que pudo ver don Quijote en la inconsciencia de los sueños tras su caída y pérdida del conocimiento. Allí fluye, purísima, el agua que explica y da vida a la leyenda del origen de las lagunas de Ruidera, el sabio Merlín nos deja ver las largas barbas blancas de su rostro y casi podemos oír retumbar su voz en la caverna junto a la dulcísima voz de la dama de los sueños del caballero andante, recostada en las sombras. Todo un conjunto de emociones que vale la pena experimentar. Y soñar.
Para esta aventura encuentra la ayuda inestimable de otro loco de la erudición apodado el primo, con el que don Quijote se entiende de maravilla. Cervantes, hombre de formación no universitaria, aprovecha para arremeter contra los sabios de su tiempo y su saber erudito. El primo, una especie de don Quijote de la erudición absolutamente chiflado, está escribiendo un libro y tratando de demostrar, por ejemplo, quién fue el primero que tuvo catarro en el mundo. Será precisamente este loco el guía que don Quijote necesitará para su aventura en los mundos subterráneos de la cueva, al modo como ocurriera con el ya mencionado descenso a los infiernos de Eneas acompañado de la Sibila o la guía de Virgilio en el viaje por los infiernos de Dante, con cuyas obras literarias puede establecerse fácilmente cierto paralelismo.
Llegados al pie de la cueva, don Quijote descenderá a la sima atado a una soga. Media hora más tarde lo sacarán de allí totalmente dormido o inconsciente. En sus profundidades ha visto a Montesinos, a Lanzarote, a la reina Ginebra y muchos más, todos ellos encantados. Luego se encontrará con Dulcinea, también encantada en la figura de una campesina saltando y brincando como una cabra en compañía de dos rústicas labradoras, tal y como las vio cuando se las presentó Sancho Panza en su momento, aunque Sancho Panza insistiera -cosa de encantamientos- en verlas y hacérselas ver a don Quijote como delicadas damas. Lo curioso de la situación es la demanda de seis reales que le hace Dulcinea por medio de una de sus acompañantes, lo que le pareció a don Quijote muy extraño porque no comprende que los encantados necesiten dinero. En fin, que le da lo que tiene, que en total alcanza los cuatro reales.
Para don Quijote y el primo del licenciado la aventura no ha sido un sueño. Para Sancho, sí.
¿Y para nosotros?
González Alonso
*Martín de Riquer: Aproximación al Quijote.- Para leer a Cervantes *Juan Bautista Avello-Arce: Don Quijote como forma de vida * De Almagro a las lagunas de Ruidera y la cueva de Montesinos.- Julio G. Alonso