La creación poética

La actividad creativa es uno de los ámbitos superiores del comportamiento humano, y una de las cualidades que mejor definen esa etiqueta de “Ser superior” que el hombre se autoasigna dentro de la naturaleza; y la máxima expresión de la actividad creativa es la “poética”. Hay que tener en cuenta que este termino “poético” debe incluir no sólo la palabra escrita en forma de “poema” sino toda forma artística que comunique de una manera no mensurable, no definible..¿ “mágica” quizá? , con el inconsciente humano colectivo, esos cimientos primigenios y principales sobre la que se eleva la historia social, cultural y sentimental y que compartimos todos los seres humanos

Blade Runner
Blade Runner

La sensibilidad la podemos definir por la capacidad de respuesta de nuestro sistema nervioso frente a estímulos del medio ambiente. Estas respuestas pueden ser más o menos complejas dependiendo del estímulo, de nuestra concentración, o de la meta que nos propongamos conseguir una vez analizado el estímulo. Por ejemplo: En un partido de fútbol el cuerpo de un futbolista de élite realiza una gran cantidad de respuestas concatenadas y de alta complejidad organizativa frente a estímulos que se producen en una secuencia vertiginosa. Si nos ponemos a analizar seriamente nuestro sistema nervioso resulta verdaderamente sorprendente su capacidad de respuesta.

Pero quizá es en la actividad creadora o artística en todas sus formas: música, literatura, pintura, escultura etc…, donde la repuesta se hace más compleja y enriquecedora de la actividad vital; es la de más alta calidad y sensibilidad frente a los estímulos medio ambientales, sean estos puramente físicos: el color, el olor, el tacto, el sonido, o no tan físicos sino más intelectuales: amor, desamor, dolor, alegría, nostalgia, esperanza, angustia, soledad, etc…. Esta actividad es patrimonio único de los seres humanos y los enriquece en el conocimiento propio y de sus congéneres.

Podemos considerar el hecho creativo en dos vertientes:

El artista busca de manera activa ―a veces urgente― su obra, porque su emoción es viva y recurrente frente a un estimulo concreto ―tanto interno como externo― y necesita de una expresión más o menos inmediata, a la cual no se puede sustraer: el sujeto se siente verdaderamente impresionado y surge una necesidad imperiosa de crear… de dar respuesta a esos estímulos, es lo que llamamos “inspiración”.
El creador también puede acometer su obra de manera digamos “más tranquila”, me explico: En principio no hay ningún agente, “ningún cambio medio ambiental” que lo excite; todo es serenidad emocional en su acontecer. Pero el hecho creativo puede surgir igual; tan intenso, sincero y de calidad artística como el anterior. Pongamos el caso de la creación poética, que es el que nos ocupa:
Nosotros, en nuestra cotidianidad, estamos sometidos a una gran cantidad de estímulos de naturaleza muy diversa de la que nosotros no somos conscientes; o sí lo somos, pero no les damos importancia y al final olvidamos pero dejando una impresión indeleble en nuestro espíritu. El secreto consiste en conjurar, iluminar, y recuperar de nuevo esas impresiones y “aprehenderlas”, hacerlas nuestras mediante las palabras, plasmándolas en la obra; quizá más bellas y resplandecientes aún, todo depende de nuestra sensibilidad, imaginación…. y también claro está de nuestra técnica y cultura, que las potenciarán indudablemente. Cualquier pequeño detalle puede tomar de repente una importancia desmesurada porque atravesando mágicamente el tiempo “ya fosilizado”, nos enlaza directamente con lo sentido, pudiendo desencadenar y conjurar toda una serie de acontecimientos aparentemente olvidados; véase aquel magnífica expresión de devolución temporal que es la magdalena de Proust:
“Pero en el instante mismo en que el trago mezclado con migas del bollo tocó mi paladar, me estremecí, atento a algo extraordinario que dentro de mí se producía. Un placer delicioso me había invadido, aislado, sin que tuviese la noción de su causa. De improvisto se me habían vuelto indiferentes las vicisitudes de la vida, inofensivos sus desastres, ilusoria su brevedad, de la misma forma que opera el amor, colmándonos de una esencia preciosa; o mejor dicho, aquella esencia no estaba en mí, era yo mismo. Había dejado de sentirme mediocre, contingente. mortal. ¿De dónde había podido venirme aquel gozo tan potente?. Lo sentía unido al sabor del té y del bollo. pero lo superaba infinitamente, no debía ser de igual naturaleza ¿de dónde venía? ¿Qué significaba? ¿Dónde cogerlo………………………………………………………………………………….
…………………………………………………………………………………………………………………………..
………………………………………………………………………………………………………………………………En cuanto reconocí el sabor del pedazo de magdalena mojado en tila que mi tía me daba (aunque todavía no había descubierto y tardaría mucho en averiguar el por qué ese recuerdo me daba tanta dicha), la vieja casa gris con fachada a la calle, donde estaba su cuarto, vino como una decoración de teatro a ajustarse al pabelloncito del jardín que detrás de la fábrica principal se había construido para mis padres, y en donde estaba ese truncado lienzo de casa que yo únicamente recordaba hasta entonces; y con la casa vino el pueblo, desde la hora matinal hasta la vespertina y en todo tiempo, la plaza, adonde me mandaban antes de almorzar, y las calles por donde iba a hacer recados, y los caminos que seguíamos cuando hacía buen tiempo. Y como ese entretenimiento de los japoneses que meten en un cacharro de porcelana pedacitos de papel, al parecer, informes, que en cuanto se mojan empiezan a estirarse, a tomar forma, a colorearse y a distinguirse, convirtiéndose en flores, en casas, en personajes consistentes y cognoscibles, así ahora todas las flores de nuestro jardín y las del parque del señor Swann y las ninfeas del Vivonne y las buenas gentes del pueblo y sus viviendas chiquitas y la iglesia y Combray entero y sus alrededores, todo eso, pueblo y jardines, que va tomando forma y consistencia, sale de mi taza de té […]»

La actividad creativa es un ejercicio de descubrimiento interior; podemos llegar a revivir estímulos del pasado cuyas respuestas pueden llegar a ser sublimes en el conocimiento de nosotros mismos y en la conmoción espiritual del espectador de una obra de arte.