Los días, las noches

1227650436Desde hace algún tiempo vengo recuperando un antiguo deseo: que llegue la noche. Es, estoy segura, lo que más deseo. Lo deseo porque necesito con urgencia, reposo, silencio; y es que he de poner los cinco sentidos en apartar de mí el pesimismo, el miedo a que hoy, esta noche, no pase. No quiero que ningún sentimiento negativo empañe la emoción que siento en tanto espero que ocurra, la que me embarga cuando por fin ocurre, y en la que sigue conmigo cuando sé que de nuevo he de esperar que amanezca.

Y ocurre desde que hace dos semanas, casi de madrugada, recibí una llamada de teléfono de alguien a quien no conozco. Y lo curioso es que, al parecer, él -el hombre que llama-, tampoco sabe quién es.

Cuando descuelgo, tras mi «dígame», indefectiblemente escucho las mismas frases:
–Señorita –silencio-, lamento molestarla; aunque usted no me crea estoy seguro de que no soy yo, al menos ese que yo creo ser, quien llama.

La primera vez que se lo escuché decir, me quedé tan sorprendida que tardé unos segundos en cortar la comunicación. A la mañana siguiente me sonreí al recordarla, y pensé que la gente tiene tanto tiempo libre que no sabe qué hacer para entretenerse. Pero me equivoqué. Sí, me equivoqué: han pasado los días, las noches, y su llamada se repite, y se repite. Cada amanecer suena mi teléfono y vuelvo a escucharle repetir la misma frase. Yo guardo silencio; nunca digo nada.

Hace dos semanas me sorprendió con un cambio en su monólogo: tras esos instantes de silencio que yo guardo antes de cortar la comunicación, le escuché desearme las buenas noches. Desde entonces, cuánto, cuánto, y cuántas veces, tengo que contenerme para no desearle lo mismo.

Me temo que un día le voy a preguntar quién no es, y quién cree que es. Y lo malo, pienso, es que si me lo dice, tendré que confirmarle que no lo conozco y entonces… dejará de llamarme. No quiero que eso ocurra. Hacía mucho tiempo que nadie marcaba mi número de teléfono –tanto- que he estado a punto de dar de baja la línea; y tanto que nadie se preocupaba por mí, ni me daba las buenas noches. Saber que ese hombre, sea quien sea, seguirá llamándome mientras yo sea capaz, únicamente de sonreír al escuchar su voz, y de dominar mi curiosidad, me ha devuelto la alegría, los días, la impaciente por que llegue la noche, y el deseo.

Blanca Sandino

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