Pedro Garfias
Mayo de 1901- Agosto de 1967
“De obscuro pájaro ganchudo la faz,
reverso insólito de un alma luminosa,
melancólica, manadora de sueños,
como la sepultada estrella de la niñez.”
Juan Rejano
La memoria se hace vaporosa cuando hablamos de los olvidados.
Hacer memoria es, en cierto modo, hacer poesía, porque esta, a su vez, es memoria de memorias, y voz reconstruida.
La memoria suele perder alguna vez al hombre.
Un poeta puede permanecer en el anónimo y ser un gran poeta. Un poeta, suele pasar muchas veces, del anónimo a la popularidad por razones ajenas a su obra.
En el caso de Pedro Garfias, para su olvido, influyeron las circunstancias de nuestra guerra y nuestros exilios; y además la costumbre del poeta de guardar sus poemas en la memoria y recitarlos infinitamente sin dejar constancia de ellos más que en el recuerdo de quienes escuchaban, o también dejarlos dispersos como regalo a multitud de amigos.
“Pasear mi tristeza por la fiesta…
¡Qué embriaguez! Y como un loco
decir en voz alta mis soliloquios.
Decir mis soliloquios a las niñas,
Que nunca han de leerlos,
Con música de risas.”
Pedro Garfias es un poeta aislado y excepcional en el conjunto de la lírica española de nuestro tiempo, pero no por ello su obra dejó de recoger las experiencias comunes a casi todos los miembros de su generación: vinculado en un principio, a las escuelas de vanguardia, halló posteriormente una voz personal fincada en la riquísima tradición (“lastre sentimental” que le reprochara Guillermo de Torre), y al mismo tiempo, expresión fiel de su mundo y del tiempo que le tocó vivir: a la postre la guerra y las honda desgarradura del exilio.
“Porque te siento lejos y tu ausencia
habita mis desiertas soledades
qué profunda esta tarde derramada
sobre los verdes campos inmortales.”
En la poesía de Garfias es donde podemos encontrar uno de los ejemplos para poder vislumbrar un sentir razonado y un razonamiento sentimental, sin pugnar a exclusión.
Garfias perteneció, por generación y afinidad con la corriente revolucionaria poética, a los grupos ultraístas que, de 1918 a 1922, removieron un poco el ámbito literario español. Aunque siempre mantuvo un “ultra” propio.
“Libertad para el preso,
justicia para el pobre,
respeto para el loco.”
Dirigió la última revista ultraísta española, que se llamo “Horizonte” y donde colaboraron desde Juan Ramón Jiménez y Machado, hasta Espina y Jarnés, con Alberti y Lorca.
Durante la guerra publica en el periódico Frente Rojo y en la revista Hora de España.
En 1938 obtuvo el Premio Nacional de Literatura por su libro Poesías de la guerra española, del cual canta Víctor Manuel su “Asturias”:
“Prepara tu salto último
lívida muerte cobarde
prepara tu último salto
que Asturias está aguardándote
sola, en mitad de la Tierra,
hija de mi misma madre.”
En abril de 1939 marcha a Inglaterra donde escribe Primavera en Eaton Hasting, que en palabras de Dámaso Alonso es el mejor poema del destierro español:
(poema bucólico con intermedios de llanto).
INTERMEDIO: LLANTO SOBRE UNA ISLA
Ahora
Ahora sí que voy a llorar sobre esta gran roca sentado
La cabeza en la bruma y los pies en el agua
Y el cigarrillo apagado entre los dedos…
Ahora
Ahora sí que voy a vaciaros ojos míos, corazón mío,
Abrir vuestras espitas lentas y vaciaros
Sin peligro de inundaciones.
Ahora voy a llorar por vosotros los secos
Los que exprimís vuestra congoja como una virgen sus pechos.
Y por vosotros los extintos
Que ya exhaláis vapor de hieles.
Ahora voy a llorar por los que han muerto sin saber por qué
Cuyos porqués resuenan todavía
En la tirante bóveda impasible…
Y también por vosotras, lívidas, turbias, desinfladas madres,
Vientres de larga voz que araña los caminos.
Un llanto espeso por pueblecitos
Que ayer triscaban a un sol cándido y jovial
Y hoy mugen a las sombras tras las empalizadas.
Y por las multitudes
Que pasan sus vigilias escarbando la tierra…
Un llanto viudo por los transeúntes
Tan serios en el ataúd de su levita.
Ahora
Ahora puedo llorar mis llantos olvidados
Mis llantos retenidos en su fuente
Como pájaros presos en la liga.
Los llantos subterráneos
Los que minan el mundo y lo socavan
Los que buscan lo flor de la corteza
Y el cauce de la luz, los llantos mínimos
Y los llantos caudales acudan a mis ojos
Y fluyan en corrientes sosegadas
A incorporarse al llanto universal.
Sobre esta roca verdinegra
Agua y agua a mi alrededor
Ahora sí que voy a llorar a gusto.
Pedro Garfias, nómada por las circunstancias, engendró un desarraigo personal de trovador.
Un camino de anecdotarios que sus coetáneos nos traen para nuestro gozo: saquemos sus poemas al viento, que nuestra voz remede la voz del poeta, y no muera lo importante.
“A veces grito iracundo:
aquí me falta un lucero,
aquí me sobra una estrella.
¿Quién hizo este firmamento?
Una voz piadosa dice
Que no es cielo sino techo.
¡Por mi vida, grito yo,
dejadme saber mi sueño!
Donde yo pongo los ojos
Todo es cielo.”
Texto:
Amparo Guillem.