Selección de poemas foro Alaire

Algo de nuestro tiempo (Julián Borao)

Ese tiempo fue el tiempo de las lámparas rotas,
fue el tiempo del impulso que fragmentó lo intacto,
la noticia del aire y sus compases,
el grito en el vacío que nadie reprodujo
confuso en un silencio seccionado y absurdo,
como si cada historia no fuese de repente
sino el frágil decurso del espasmo común
que inclinó la balanza hacia el abismo.

Fue ése quizás el tiempo que nunca perseguimos,
el tiempo de la luz.

Tal vez exista aún su ser incierto,
tal vez en las promesas que no fueron
exista la razón de su hipnotismo.
Como si fuera nuestro ese lugar
que hoy permanece
atado a nuestras vidas.

 

¿Es posible volver al hogar? (Ramón Carballal)

No es un palacio ni un cromo ni un vendaval de zafiros.

Crece la infancia con un balón de mercurio,
crece con pasillos de hembras rosadas,
se extiende como el cansancio del leopardo
y la rugosa piel de la herida,
acampa en habitaciones sin luz
y dorados de terciopelo en la sangre vespertina.

Tengo memoria, tengo la araña que baja a su nido,
a reconocer su lecho, su arbitrario crisol, su herrumbre.

La casa, el hogar,
su silencio se eleva como una llanura de sutiles auroras
y retorna a las grecas de un suelo sin edad,
a los paisajes de qué dentaduras,
en medio de qué música,
tan lejos del grito de los caballos verdes.

Duermen los ecos en su narciso de hojalata;
encuentro gestos, preguntas, pómulos de nieve.

Y todo eso, amigo, no es más que el regreso.

Regreso (Aubriel Camila de la Prad)

1
ahora es hora de arcángeles en silencio
de palomas de hielo
en campanarios sin nubes
es hora de veladuras
sobre los matices inquietantes de la noche

2
sin embargo tus ojos
zona de enigmas
donde se guarece mi imagen completa
a lo largo del tiempo

3
atravieso ventanas de niebla candente
levísimos puentes
para llegar al recuerdo de mí misma

4
nunca habité espacios serenos como parques
ni perspectivas quietas
sólo sé de aullidos en noches de lobos
de abedules sedientos
de preguntas al filo del abismo
de eternos desabrigos

5
pero es la hora
la misma de siempre
la hora en que las campanas
deshacen mi nombre en el viento
y vuela en cenizas a tus manos

6
Hombre de sueños como hogueras
en tus ojos se desnudan
todos mis misterios

7
ahora es hora de mirarte
entrar sin miedo en el territorio fractal
de tus pupilas
y completarme
para siempre.

Luna     (Marcos de la Mancebía)
Como vana ilusión de enamorado,
de eterno selenita,
acudes tú,
refugio de la atroz esquizofrenia,
con tu pálida llama de dulzura,
a romper el hechizo
que sellé en sortilegio con Erato.

Fénix perecedero, que perturbas
la cordura que anuda mis sentidos
al anhelo febril de ser un dios,
no asocies el rencor a mis palabras,
porque eres tú
dulce sueño en mis noches de lunático.

 

Alzar el canto  (Pilar Morte)

Hemos rodado cuesta arriba tras el metal prohibido,
y el viento hizo temblar la luz, indagando
la vibración que curte la piedra, el fuego escondido.

Recuperamos el sentido de un dios que se crea,
el agua contenida en el cántaro, la lluvia de lo real.

Descorremos el velo y la flor se abre cálida,
entonando su música, que afino con ella,
-sinapsis con la piel sus pétalos de seda-
y dejo de ser yo para adentrarme en el todo,
quebrando el reloj, el perfil que define.

Un segundo es bastante para ver lo inefable,
la armonía del caos, el trascender del paso.
Un segundo alcanza la cima, y estremece
a la paloma en vuelo que descubre la altura…y canta

Inmutable  (Hallie Hernández Alfaro)

Estabas allí, en el rúnico limbo de la tarde
con las manos acribilladas de mayo
y Werther enfundado en las cenizas.
No tardé en reconocer la pira inconclusa de miel fatua
el aullido ronco del lobo que huye,
esa voz que avivaría por décadas el osario de mis nanas.
Seguías allí, como el faro disidente que migra con el tiempo
cicatrizando, una por una, las heridas de Pandora.
Olvidé que eras el labio ferroso que agota las nupcias,
el atrio ajeno de lluvias, la tumba adolescente de mis perdones.
Has vuelto a mirar el pecho de Lotte, despojado de cisnes
y todavía callas, cuando hablo de amor.

Todo es tan breve que no os dais ni cuenta  (Jaume Vendrell Kyuss)

Breve como un bocado de libertad.
De amplitud que se resiste a extraerle al viento
la coreografía sin trayectoria de sus cálidas melenas.

Breve como el instante de arroz
que deja huérfano al cuenco
en la boca que anhela luciérnagas.

Tan breve como el pigmento de la acuarela
soterrada bajo el folclore iracundo del agua.

Breve como el lapso
que arranca cuervos de vuestro duelo
en forma de vocablos virtuales sin sentido.

Como la botella de vino cuando me pongo.
Como la noche que da paso al ruido de las horas,
al rugido que unta la goma desde el sueño hacia el asfalto,
de la lengua hasta el insulto que a nuestros pies aguarda.

Todo es tan breve hasta que deja de serlo,
que la hoja del puñal avanza y avanza
por el viaducto que cuelga de la carne
y no os dais ni cuenta.

Para que…

 

El lector  (Carmen Iglesia)

Me gusta que en tu boca tiemble el agua
porque, cuando haces líquido el idioma,
las palabras se vierten fuera de los renglones
y el mundo se sumerge en un papel.
Mientras hablas de libros,
irrumpe en la memoria la voz de los ausentes
-eres como un olvido que el tiempo desordena,
como un sorbo de lluvia en Marrakech-.
Manchas de sal todos los nombres
y encierras el temor en un cuaderno;
mientras lees, tu tiempo se hace charco.

 

Desde el límite del recuerdo hasta la religión de sus brazos (Marian Ramentol)

A mi madre, que ya siempre será de agua.

Los besos póstumos nacieron para doler,
y a mi me grita el vientre cuando te dejo mojada
y vuelvo a la vida dentro de tus ojos acabados,
flotantes como tu cuerpo para siempre.

Esos ojos de gesto tan pequeño, sonríen
desvestidos bajo la bisagra de los párpados.

Con la hipoteca de agua
que nunca acaban de pagarle al mar,
llevan el mundo en el aire,
callados como lluvia en la arena de julio,
como incendios bellísimos,  catedrales feroces,
inviernos confundidos en los siglos de unas manos,
y la sangre despierta subida al caballito de lo vivo
o lo muerto.

Yo la veo y la mirada se anticipa
desde el límite del recuerdo hasta la religión de sus brazos,
donde las calles olvidan los bordillos, el tiempo
nortea más allá de las conjugaciones del horizonte
y las nubes desnudas
ofrecen velocísimas sus labios sin cielo,
apretados.

Me quedo suspendida, grave,
una isla dormida sobre el margen izquierdo del milagro,
sin partos de frambuesa y sin verdades.

Con las cicatrices creciéndose hacia atrás,
clavando alfileres en el origen del misterio,
espero de nuevo esa carne triste, súbita,
amada sobre el frío de una soledad perfecta,
blanca y eternamente suave
durante el norte de todas las horas que me queden.

La poesía ha muerto  (Esteban Granado)

Dicen que ha muerto el arte de caminar el mundo de puntillas
sin sublevar la permanente melancolía del tiempo,
su despótica tristeza.

Dicen que ha muerto el arte de romperse, el arte de caer y revolcarse,
el don curioso, el presagio honorable, la diestra de dios padre
o el color de la tierra del olimpo:

que ha muerto alanceada y torturada
tiroteada en un motel de carretera
apuñalada por el joven bruto
envenenada con tacón de aguja
que ha muerto ahorcada en su corbata sedicente
sublimando su célebre fatiga

(y hasta Nas dice que el hip-hop ha muerto, con una rosa negra entre las manos).

La poesía ha muerto.

Dicen que sonreía recitando el poema y chocaba las copas con el rictus encima,
vestida de domingo, con el justo perfume, el maquillaje justo
y las justas alhajas titilando su pátina de abril,
que rimaba cursiva y flagelada, al margen de las páginas,
y se dejaba llevar por la fortuna oscureciendo su gloriosa cabellera

(y luego, en un suspiro,
que el hedor a eternidad se extendía por los desabrigados horizontes
colapsando bandadas de garzas invernales,
y que la sangre, en su contorno inabarcable,
era un líquido huérfano y era el reflejo azul de un río bravo).

La poesía ha muerto, pero está dormida,
es libre de rodar o de pedir asilo,
libre de sacrificar el copioso rebaño de Calíope
o de enmendar la plana al propio firmamento

(y algunos dicen que su tumba es frágil como una plataforma de rocío,
como una formación de hojas de hierba).