Demos calor familiar a nuestros mayores hasta el final

Las personas mayores que permanecen en sus casas, ayudadas o cuidadas por lo que ahora llamamos cuidadores mantienen más autonomía y su calidad e incluso sus expectativas de vida son mayores
Las personas mayores que permanecen en sus casas,
ayudadas o cuidadas por lo que ahora llamamos
cuidadores mantienen más autonomía y su calidad
e incluso sus expectativas de vida son mayores

Que las sociedades cambian y con ellas las costumbres y la forma de vivir es evidente, pero no necesariamente para bien.
Lo que hace que el ser humano no pierda el rumbo de su vida, que le ayuda a tomar decisiones y tener un proyecto de vida son sus principios y sus valores.
Estos principios y valores nos son dados inicialmente por nuestros padres y también por la educación social y escolar que recibimos.

Cuando crecemos, no sólo cronológicamente sino como seres humanos, debemos construirnos un propio sistema de creencias, valores y principios que no son inamovibles sino fruto de nuestra experiencia y que iremos modificando, conservando o matizando a lo largo de nuestra vida.

No estamos hechos para vivir solos y el aislamiento y la soledad produce enfermedades cada vez más frecuentes como la depresión.
Lo cierto es que vivimos en una sociedad cada vez más individualizada, en el que la soledad en la que se encuentra el ser humano es cada vez más evidente
Los psicólogos, muy a menudo, atendemos a pacientes cuyo único problema es la soledad en la que se encuentran y que muchas veces lo único que buscan es alguien que les escuche y a quien crean importar.Los casos de depresiones, cada vez más frecuentes tienen muchas veces su origen ahí, en este sentimiento de soledad.

La solidaridad, a nivel cotidiano, se ha perdido; sí, es cierto, todos nos apuntamos a ONGs, nos solidarizamos con personas que salen en los medios de comunicación y que no conocemos, pero somos muy insolidarios con las personas cercanas a nosotros.

En demasiadas ocasiones nos llega la noticia de que una persona mayor ha muerto sola , en su casa, sin que los vecinos o familiares hayan tenido constancia de su situación.Y cuando eso ocurre todos nos escandalizamos.Pero es cierto que fruto del aislamiento del que hablaba anteriormente, no conozcamos, ni sepamos nada de la persona que vive en la puerta de al lado de nuestra casa.Es evidente, que todo esto es más patente en las grandes ciudades.Afortunadamente, en los lugares donde la población es menor se conserva todavía la solidaridad que todos recordamos cuando eramos pequeños, al menos los que ya hemos cumplido los 40 años.
El concepto de familia como ente ha perdido fuerza, no tenemos comunicación, no hacemos vida familiar por falta de tiempo para compaginarla con el trabajo y el respeto por las personas también brilla por su ausencia.

Frecuentemente achacamos muchos de estos males al egoísmo Solemos decir que esta sociedad cada vez es más egoísta.Yo no diría que somos egoístas, diría que somos egocéntricos, algo que normalmente se confunde.

Ser egoísta está bien, si aplicamos bien el significado de esta palabra que no es en absoluto pensar sólo en uno mismo sin tener en cuenta a los demás.No es por quererse o pensar mucho en uno mismo que uno no quiere o tiene en cuenta a los demás.

Todos los que nacimos en la década de los 60 recordamos a nuestros abuelos viviendo en nuestra casa.Los abuelos eran una parte muy importante de nuestra familia.Oíamos sus consejos, nos divertíamos con sus historias pasadas, nos cuidaban etc.

Se fomentaba el respeto a los mayores, se les cuidaba y pasaban los años que les quedaban de vida entre sus familiares.También y salvo contadas excepciones recordamos a nuestras madres en casa, trabajando en el hogar y recayendo sobre ellas el cuidar de sus padres y de los de su marido, es decir, de nuestros abuelos.
En raras ocasiones se les ingresaba en una residencia, salvo que carecieran de familia e incluso en estos casos los sobrinos o vecinos cuidaban de ellos.Las residencias privadas eran escasas e incluso me atrevería a decir que brillaban por su ausencia y las públicas no proliferaban, al menos en Mallorca y en la capital que yo recuerde sólo existía una.

mayores_03Esto ha cambiado porque ha cambiado el modelo de vida, los roles.La mujer se ha incorporado al mundo laboral, las familias viven dispersas, los hijos estudian en otra ciudad o país y se quedan a vivir allí, el número de hijos ha disminuido, tenemos menos tiempo para nosotros, para nuestra familia, para nuestros hijos y también para ocuparnos de nuestros mayores.

Todos estos cambios han propiciado la aparición de una problemática que afecta cada vez más a las personas mayores: su cuidado y el sentimiento de soledad y desamparo en el que se encuentran estas personas.

La prolongación de las expectativas de vida, la falta de recursos, la incorporación al mundo laboral de la mujer (que ejercía de cuidadora) y el cambio relacional de la sociedad hacen que incluso a nivel político tengamos que plantearnos buscar soluciones a este problema que tarde o temprano nos afectará a todos.
Plantearnos volver al modelo por el que nos regíamos en el pasado es prácticamente imposible, por tanto tendremos que buscar alternativas sin perder de vista que éstas y las posibles soluciones que adoptemos repercutirán muy directamente en nosotros mismos.

Desde el Gobierno y con la nueva Ley de Dependencia, se pretende solventar y dar salida a esta situación.La idea es buscar una especie de híbrido, es decir, volver al modelo anterior en el que nuestros mayores puedan estar en sus casas, rodeados de sus recuerdos y bien atendidos adaptado a los cambios que se han producido sobre todo con la incorporación de la mujer al mundo laboral y que era la que desempeñaba ese papel.

Es cierto que nuestros mayores se resisten a abandonar su casa y tampoco llevan nada bien que les cuide otra persona que no sea de su propia familia.
La empatía es la capacidad de ponernos en el lugar del otro e intentar entender lo que siente.
Hagamos uso de ella e intentemos entender lo que ellos sienten.

mayores_02Pensemos por un momento como se puede sentir una persona que ha vivido toda su vida en una casa y que la tiene que abandonar, dejar atrás sus recuerdos, sus amigos, la gente que conoce de su barrio, en definitiva toda su vida.Y tiene que vivir en un lugar que no conoce, con gente extraña, en una habitación muchas veces compartida con otra persona etc.E intentemos entender también que ellos sientan que lo que les ocurre es injusto, que se sientan decepcionados, que ahora que les toca a ellos recibir lo que ellos dieron nosotros nos desentendemos y sientan que son una carga para nosotros.En muchas ocasiones, en demasiadas diría yo, estas personas que ahora nos molestan, nos han ayudado cuidando de nuestros hijos, ayudándonos a que nosotros podamos incorporarnos al mundo laboral, a poder ir de viaje, al cine, etc.
Y estas mismas personas también son las que han cuidado de nosotros, de sus propios padres y de los de su marido.

Todo esto debe hacernos reflexionar.Personalmente creo que las residencias deberían estar reservadas a los grandes dependientes, a las personas que necesitan cuidados médicos especiales.
Las personas mayores que permanecen en sus casas, ayudadas o cuidadas por lo que ahora llamamos cuidadores mantienen más autonomía y su calidad e incluso sus expectativas de vida son mayores porque no se sienten desarraigados, desamparados y vivir rodeados de sus recuerdos y de cosas que les son familiares hacen que se sientan más seguros evitando esta sensación de desarraigo y soledad.

Que entendamos una situación no quiere decir que estemos de acuerdo con ella, pero sí que debemos entenderla para saber manejarla.
Claro que las personas mayores a veces nos sacan de quicio, nos cansan, nos atan, igual que los niños.Pierden facultades, y tal vez sea eso lo que nos saque de quicio, el vernos reflejados en lo que a nosotros inevitablemente nos ocurrirá.Y tampoco debemos olvidar que esas personas son las mismas que nos cuidaron a nosotros, ellos, u otras personas a las que encargaron nuestros cuidado y a las que en numerosas ocasiones sacamos de quicio en el pasado.

Seguramente nosotros no tendremos ningún problema para aceptar que cuando seamos mayores nos cuiden personas extrañas a nosotros o ingresemos por propia iniciativa en una residencia.

Pero tampoco debemos olvidar que teorizar es muy fácil y decir lo que haremos cuando llegue el momento también, pero muchas veces no es tan fácil aceptar la teoría llevada a la práctica.

Deberíamos entre todos adaptarnos a esta nueva situación, a buscar una solución lo menos traumática posible para todos en la que nuestros mayores no se sientan desamparados, solos y no olvidar que los hijos aprenden por modelos y el que les demos será el que recibamos.
Y deberíamos empeñarnos en ello, porque aunque no seamos conscientes de ello, estamos trabajando sobre nuestro propio futuro

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