Si comprendemos qué tipo de energía es la de esta estación podremos sintonizar nuestros ritmos básicos con ella, logrando así el máximo de energía y vitalidad.
Pese al agobio que para muchos representan los meses más calurosos, lo cierto es que al acabar éstos y empezar las primeras bajadas de temperaturas e ir acortándose el día, casi todos sentimos esa melancolía que acompaña al fin de la época más festiva, relajada y expansiva del año. Y procuramos apretar los dientes y concentrarnos para afrontar de la mejor forma posible los rigores invernales.
Pero, a pesar de los firmes propósitos iniciales, a muchos se les van perdiendo las buenas intenciones por el camino. Hay quienes “caen” con los primeros descensos de temperaturas, presos de virus, gripes, resfriados y depresiones varias. Otros resisten algo más, pero finalmente casi todos pasan por su crisis otoñal particular.
¿Qué es lo que pasa? ¿Es que cada vez hay más “virus enemigos” y demás atacantes externos que conspiran contra nuestra salud y bienestar?… En mi opinión, las verdaderas razones debemos buscarlas en la falta de sintonía con la energía estacional, que a su vez deriva de la falta de información y comprensión de la misma.
¿Qué energía es la del otoño y cómo podemos conectar con ella, logrando así mayor armonía, salud y bienestar? :
El otoño tiene, en realidad, dos etapas bien diferenciadas, cada una con su energía específica, que describimos a continuación:
FINAL DE VERANO ó VERANO TARDÍO: Es una etapa de transición entre el verano y el otoño. Comienza más o menos la última semana de agosto y dura hasta mediados de octubre. Se caracteriza por una meteorología más inestable, la llegada de las primeras tormentas, un ligero acortamiento del día y noches algo más frescas.
En la antigua filosofía y medicina chinas esta etapa recibe el nombre de elemento o energía Tierra. Esta energía o vibración que podemos notar a nivel externo se refleja también en nuestro cuerpo, sus ritmos y necesidades. Por eso es importante aprender a sentirla, para equilibrarnos con el medio en el que vivimos.
En este momento del ciclo anual la energía se mueve en una dirección descendente, estabilizándose, recogiéndose y centrándose. Es un movimiento que permite realizar una transición suave desde la energía de expansión, dispersión y relajación del verano hacia la energía de máxima contracción y concentración del otoño.
El verano tardío es el momento ideal para empezar a prepararse para el otoño: es justo ahora, en esta etapa de transición, cuando más efectivas serán las medidas que tomemos de cara a los meses fríos. Es una oportunidad única que nos ofrece la Naturaleza para hacernos fuertes ANTES de que lleguen las primeras “embestidas” serias del frío y la falta de luz.
Es el momento de empezar a calentar, centrar, calmar y estabilizar nuestro cuerpo, dejando atrás la energía más rápida, superficial y expansiva del verano.
Por tanto, es importante empezar a eliminar los alimentos más típicamente estivales como frutas y verduras crudas, zumos, bebidas frías y ensaladas, que son depurativos y producen un efecto de apertura y enfriamiento del cuerpo, pasando a platos más consistentes, nutritivos y templados, que nos centren, refuercen y estabilicen. Así conseguiremos crear el centro y la fuerza necesarios para afrontar los meses fríos. Hay que aprovechar los primeros descensos de temperatura para empezar a tomar sabrosas sopas, guisos, estofados y en general platos más calientes y ricos en nutrientes.
Es el momento de las calabazas, boniatos, castañas… alimentos que tradicionalmente se preparaban asados, obteniendo así todo su dulzor natural. Estos alimentos representan muy bien la energía del verano tardío, pues otorgan fuerza y calor, pero sin contraer o tensar demasiado el cuerpo, ya que su dulzor produce un efecto de bienestar y satisfacción muy relajante. Además, son alimentos de colores amarillo-anaranjados, las tonalidades que equilibran el estómago, bazo y páncreas, los órganos que la Medicina Tradicional China asocia al verano tardío. Estos órganos se tonifican y equilibran con el sabor dulce natural de las verduras redondas como calabazas, coles, coliflor, brécol, remolacha, cebolla o coles de Bruselas, y con el de las legumbres y cereales integrales como el mijo, arroz, avena o quinoa.
Si seguimos comiendo como en pleno verano, lo más probable es que aparezcan los resfriados típicos del otoño. El frío interno que crea la alimentación de verano en nuestro cuerpo se suma al frío ambiental, dando como resultado un exceso que debe ser regulado y eliminado en forma de resfriados, diarreas, fatiga, desánimo…
OTOÑO PROPIAMENTE DICHO: Hacia finales de octubre entra de verdad el otoño, con descensos más pronunciados de las temperaturas, más lluvias y un claro acortamiento del día.
La energía del otoño sigue la línea descendente iniciada con el verano tardío, pero más acentuada, entrando la Naturaleza en una fase muy clara de contracción, concentración y enfriamiento de la energía.
Nosotros notamos que todos esos cambios externos nos afectan física y psicológicamente. Si la transición del verano tardío ha sido correcta entraremos en esta fase renovados; veremos que, tras la relajación del verano, recuperamos el ritmo activo normal e incluso notaremos un impulso emprendedor, con nuevos planes y proyectos de cara al invierno. En cambio, si no hemos dado a nuestro cuerpo los alimentos y cuidados necesarios para adaptarlo a las nuevas condiciones puede que los cambios nos cojan desprevenidos y nos desequilibren, tanto a nivel físico (fatiga, falta de energía, resfriados y molestias de tipo respiratorio, alergias…), como a nivel psicológico (melancolía, tristeza, apatía o depresión).
Necesitamos remineralizar, reforzar, calentar y contraer ligeramente el cuerpo, reponiendo las reservas de nutrientes (básicamente, minerales y grasas) que hemos perdido durante el verano, preparando así nuestro organismo para que pueda conservar el calor y la energía en los días fríos. Ya habíamos empezado a reducir el consumo de frutas crudas y ensaladas y a introducir alimentos más consistentes y cocinados. Ahora esta tendencia se acentúa con predominio de platos más calientes y alimentos más concentrados.
En esta fase, junto a las calabazas y boniatos del verano tardío, aparecen ya verduras como el brécol, coliflor, col, coles de Bruselas, nabos… verduras frondosas y consistentes, que dan lugar a guisos y estofados muy satisfactorios, ideales para el otoño. Los colores blanco y verde y la energía más concentrada de estas verduras limpian y refuerzan los pulmones y el intestino grueso, órganos que en Medicina Tradicional China se asocian al otoño. El sabor picante, que podemos encontrar en algunas raíces como los rábanos, en verduras como cebollas, cebolletas, puerros y en condimentos como el jengibre, ajo o mostaza, tonifican estos órganos, ayudando a fluidificar y expulsar las mucosidades que a veces se acumulan en ellos. El arroz integral y legumbres de color blanco como el judión y las alubias blancas son también ideales para tonificar la energía de pulmones e intestinos.
Rosa Tugores – LLAMA VIVA escuela de alimentación natural
Tel. 971 757 617