Autores: Cristóbal Loriente y Pablo Ibáñez
Con Bukowski, por Cristóbal Loriente.
Estimados compañeros:
Los poemas de Charles comienzan con una imagen:
unas tetas adolescentes o un culo en vaquero bien ajustado,
o un incendio en una biblioteca,
o una rata en el pecho de un mendigo,
o un gato cojeando y medio muerto.
Los poemas de Bukowski son una escalera de imágenes que
reflejan la catástrofe personal de seres abominables,
como el tuerto que soba los cuadernos de una niña;
el loco que recoge flores de un jardín ajeno,
o el sepulturero resacoso que escupe encima del
ataúd.
Los poemas de Bukowski me incitan a beber sin contemplaciones,
sin remordimientos de conciencia, sin ratas en el
corazón;
empino el codo y me toco la polla,
-qué gusto, Charles-,
no serás un buen poeta,
pero cómo me ayudas
a vivir.
“El whiskey es la sangre de los débiles”, escribiste.
En fin, los poemas de Bukowski pusieron a mi polla
en pie de guerra.
Qué más le puedo pedir a un puto poeta.
Contra Bukowski, por Pablo Ibáñez
No me gusta la poesía de Charles Bukowski. No me emociona, no me ayuda a vivir, no me divierte, no me inspira nada bueno (ni malo), no me interesa. Me aburre. Me aburre soberanamente su ortodoxia sucio-realista. Es como un macarra de discoteca: aburre, siempre tiene que ser el que más bebe, el que más putas conoce, el que más tacos dice, el mayor fracasado, el que más escandaliza. Me aburre la tramposa glorificación del fracaso urbano, década tras década, siempre el mismo rollo. Me aburre la academia de la contracultura bukowskiana, su rigidez minimalista, su insípida sobriedad.
“El whiskey es la sangre de los débiles”
Me parece una metáfora mediocre, gastada y rancia. Y cursi.