El versículo de la Escuela Alaire

Autor: Rafel Calle

Para saber lo que es un versículo tenemos que tener muy claro lo que es un verso.

El verso es la unidad resultante de la segmentación del lenguaje entre pausas métricas.

El verso está delimitado por la pausa versal, es decir, la pausa versal es lo que convierte un renglón en un verso, por eso también se llama pausa métrica. Sin la pausa versal o métrica no puede haber verso

Bien, pero lo dicho, que es tan fácil de entender, sufre los ataques provenientes de las ocurrencias de muchos escritores de poemas. Por ejemplo, los encabalgamientos léxico y sintáctico, no son más que ocurrencias de autores de poemas; después, los estudiosos de la métrica, los han calificado como accidentes métricos, porque, para no perder el sentido de lo que se está leyendo, no hay más opción que romper la pausa versal, es decir, también se rompe el patrón métrico pretendido.

Otro ejemplo de supuesta ingeniosidad se da en la terminación del verso en partícula átona (artículo, preposición, conjunción…). De acuerdo, son ocurrencias y para los estudiosos pueden significar elementos de reflexión con los que hallar nuevos movimientos conceptuales en el mundo de la versificación.

Lo que pasa es que la mayoría de esas ocurrencias provienen de un elemento lúdico que aparece en la versificación, las más de las veces se trata de juegos estilísticos sin más, a los que acompaña infatigablemente un proceso rimático. Es decir, la rima es la responsable de la primeras y desde luego de la mayoría de incursiones en los muestrarios lúdicos de la combinaciones supuestamente versales.

Por fortuna, hoy en día no se dan tantos artificios en la versificación, hace bastantes años que los autores se han dado cuenta de que el lenguaje literario es inherente a la eufonía, no hace falta buscar rarezas genialoides para hallar coincidencia fónica, porque basta con una buena labor mediante el lenguaje literario. Digo eufonía y no digo musicalidad, porque me parece necesario diferenciarlos. Aunque esa es otra cuestión que ahora nos llevaría mucho tiempo.

Veamos algunos ejemplos de ocurrencias en supuestos versos:

3 ejemplos de Antonio Carvajal

 Rosas, todas; y no son
la rosa. Todos los ti-
los, no la paz. El jazmi-
nero enlaza su canción
con la cal, […] ¡Oh nube, cuánta calén-
dula en flor espera llu-
via que le niegas tan hu-
raña y avara sabien-
do que es el agua sostén
……………………………………………………

Amo los días de
noviembre: vino nuevo y crisantemos.
Días para la fe
perdida, cuando hemos
de estar luchando por lo que queremos
y contra lo que no
queremos.
…………………………………………….

…de abnegaciones que
los ojos y sus lágrimas, los labios
y la memoria de
los besos, de tan sabios
no sabían. Tiene el agua resabios…

Pérez de Ayala

Sus brazos, marmórea guirnalda
tibia y sensual, me asieron, y
ardió en sus ojos de esmeralda
una infinita luz. Cedí.

Luis Carlos López

 Hombre de pelo en pecho, rubio como la estopa
rubrica con la punta de su machete. Y por
la noche cuando toma la lugareña sopa
de tallarines y ajos, se afloja el cinturón…

Rubén Darío

…a pesar de Nabuco, embajador, y de
los delegados panamericanos que
hicieron lo posible por hacer cosas buenas….
con las alondras y con Garcilaso y con
el sport. ¡Bravo! Sí. Bien. Muy bien. ¿Y La Nación?
Por eso los astutos, los listos, dicen que
no conozco el valor del dinero. ¡Lo sé!
El temporal no deja que entren los vapores. Y
un yacht de lujo busca refugio en Porto-Pí..
Ah, señora, si fuere posible a algunos el
dejar su babilonia, su Tiro, su Babel…

Bueno, podríamos seguir poniendo ejemplos de ocurrencias en poetas que, sin duda, tienen su importancia en la historia de la poesía, pero creo que con estos ejemplos puede ser suficiente. Obsérvese que siempre el meollo de la cuestión es la rima o, mejor dicho, una coincidencia fónica al final del verso.

A raíz de las ocurrencias, sobre todo, en poetas de renombre, dichas gracias se extienden hasta el verso multimétrico, pero ya sin objeto de crear coincidencias fónicas, sino por un puro entretenimiento estético. Y ahí sí que se entra en un estado conceptual tremendamente confuso, porque no hay la más mínima razón objetiva para tanto desaguisado.

A todo esto, Tomás de Iriarte, no puede menos que reírse de tal estado de cosas versales, cuando dice en las siguientes líneas:


Muchos dicen que porque al
verso siguiente va con
las palabras de otro, don
Fulano pasa por mal
versista; pero aun con tal
error, cumple como buen

poeta, pues poniendo en
sus versos cabales las
sílabas, deja a otro más
hábil colocarlas bien.

 

Estoy con D. Tomás, lo mejor es colocar correctamente las sílabas, no porque queramos prohibir los ejercicios lúdicos, no, que cada cual haga lo que quiera, pero, por favor, que no nos haga comulgar con ruedas de molino. Los versos tienen que atenerse a unas reglas, básicas, pero primordiales para la propia supervivencia de los versos. Es decir, si en la versificación damos todo por bueno, más pronto que tarde el verso desaparecerá, porque cualquier ocurrencia será indiscutiblemente un verso.

Podría poner muchos ejemplos de teorías de filólogos, tratadistas, poetas, catedráticos de literatura…, pero en ninguna de ellas hay un concepto claro como el agua con respecto a la versificación, todas son contradictorias, porque no se atreven a cortar el problema por lo sano.

La versificación de la escuela Alaire se basa en tres premisas fundamentales:

1. La pausa versal es inamovible, se debe respetar siempre y en todo caso.
2. Todos los versos deben poder subsistir a la pausa versal, sin perder el sentido de lo que se está diciendo y formando una unidad sintáctica; hablamos de esticomitia.
3. Los signos de puntuación impiden la sinalefa, es decir, no se puede hacer sinalefa entre signos de puntuación.

 

Estos tres puntos se pueden desarrollar profusamente y también dotarlos de mucha complejidad, es una cuestión de tiempo, práctica y aptitudes.

– A partir de ahí, es fácil afirmar que un versículo no es un verso, porque un versículo no observa la pausa versal.

– Un versículo solo termina su sentido por medio del signo de puntuación, por lo tanto, en el versículo no se puede hablar de encabalgamientos, puesto que se lee exactamente igual que la prosa.

– Si un verso quiere terminar con una partícula átona, no resultará un verso sino un versículo.

– El versículo se parece mucho al verso multimétrico (llamado libre), porque emplea o puede emplear el lenguaje literario con la misma profusión que en el caso del verso, por lo cual, está a caballo entre el verso y la prosa literaria. Del verso, la técnica literaria; de la prosa, su misma estructura formal que puede ser corta, media o larga, pero formalmente prosa.

– El versículo es la forma del poema en la que prácticamente no existe ninguna norma, todo cabe, ahí caben todas las ocurrencias habidas y por haber.

– Sin embargo, en el verso, se tienen que respetar unas premisas, lo cual no significa que no se pueda evolucionar, claro que sí, pero dentro de las normas, básicas; unas normas muy básicas, pero que bastan y sobran para desautorizar cualquier ocurrencia que se quiera hacer pasar por un verso.

– El concepto de la escuela Alaire permite cualquier ocurrencia en el poema, para eso decimos que el versículo es poesía.

– El versículo está para amparar aquellos poemas que se saltan las normas de la versificación.

– El versículo es un seguro de vida para el verso y para toda la versificación.