Entrevista a Vicente Fernández Cortés

Vicente

Entrevista por: Hallie Hernández Alfaro

 

Sus sonetos fechos al itálico modo me descubrieron un mundo insólito y deslumbrante

 

– ¿Cuándo descubres el escritor de poemas que te habita?

La verdad es que mi inclinación hacia la literatura se va perfilando desde mi lejana adolescencia. En mis clases de bachillerato descubrí todo aquel universo literario que me brindaban los textos que nos imponían de aquella manera, torcida y obligada, pero aún así devino fascinante mi primera aproximación a la palabra escrita.

 

– Tus sonetos son una grandiosa mezcla de belleza y excelencia. ¿Cómo se inicia tu amor por la poesía clásica?

Bueno, el ideal de belleza es un concepto vago, siempre relativo. Como digo, el colegio me abrió las puertas, estimuló mi afición dormida.

Sucede que mi padre contribuyó al impulso a través de una amplia biblioteca de contenido ecléctico que yo escarbaba sin su consentimiento para no incurrir en libros prohibidos que, a su juicio, no me correspondía acometer aún. Pero se me escurrió entre las manos un ejemplar de las Poesías Completas del Marqués de Santillana. Sus sonetos fechos al itálico modo me descubrieron un mundo insólito y deslumbrante.

 

– ¿Hay alguna autora que podrías calificar como importante en tu formación literaria ?

En narrativa me inicié con Carmen Laforet, Agatha Christie, Fernán Caballero y algunas otras que me hicieron ver que la literatura no se postulaba necesariamente en masculino. Más adelante me interesaron Selma Lagerlof, Grazia Deledda, Francoise Sagan y, como no, Marguerite Yourcenar y sus Memorias de Adriano. En Poesía hay muchas. Dicen que todo hombre tiene su lado femenino y a mí siempre me has fascinado entender el hecho poético desde la perspectiva de una mujer. Por darte algunos nombres se me vienen a la cabeza la polaca Wislawa Szymborka, Concha Zardoya (nada que ver), Gabriela Mistral, Alejandra Pizarnik y más recientemente, Sara Castelar Lorca, insigne poeta que comparte vida y libros con mi buen amigo Benjamín León. Y todas aquellas que lucharon con su pluma contra la discriminación por razón de sexo.

 

– Se ha debatido mucho acerca de la vivencia del acto creativo y de cómo se origina el producto literario. ¿Cómo llega Vicente al último verso de un poema?

Es éste un asunto complejo. Alguien dijo que el hombre es solo la mitad de sí mismo, la otra mitad es su expresión. En mi personal manera de concebir el estímulo creativo tiene mucho que ver la emoción y todos sus laberintos. Un poema tiene que emocionar, conmover, o no es poema. Me parece plausible la acometida de un texto poético por el mero placer de escribirlo pero creo que, sin entrar en dignísimas excepciones, supone una empresa arriesgada. Pienso que eso que se ha dado en llamar inspiración debe siempre estar sustentado en una mínima formación literaria que la oriente. Lo sustancial es tener una idea a desarrollar que dote de contenido a la forma que lo sostiene.

 

– ¿Has deseado alguna vez escribir una novela? ¿Qué novelistas contemporáneas/os podrías decir que son materia obligada para los jóvenes interesados en narrativa?

Claro que sí pero ya sabes que la narrativa transita por senderos muy distintos a la poesía, son aventuras literarias muy distintas. La poesía protege, en los escuetos márgenes que le concede un folio, el arrebato y la emoción mientras que la novela exige una actitud creativa que se desarrolla en términos mucho más serenos y alargados. No tengo favoritos actuales pero considero novelistas de obligada lectura en lengua extranjera a Thomas Mann, Joseph Conrad, Henry James y Alice Munro. En español, García Márquez, Ana María Matute, Eduardo Mendoza.

 

– Puesto a elegir, ¿jurado o participante en un concurso de poesía?

No soy yo, Hallie, poeta aficionado a los certámenes. Nunca me ha movido la comparación excluyente y competitiva pero si me obligas a elegir siempre preferiré la participación a la selección.

 

– ¿Ha sido tu enorme sensibilidad una cualidad difícil de compaginar con la realidad inmediata o al contrario ambas conviven en total armonía?

Anticiparé a mi respuesta una precisión que me parece obligada: mi sensibilidad como poeta resulta tan limitada como inducida. Las escurridizas musas solo nos ofrecen sus favores agazapadas entre los versos de los grandes poetas cuando se les lee a pecho descubierto, es solo desde esa realidad donde se nos brindan.

A mí me cuesta encontrar el argumento poético pero entiendo que la Poesía se nutre de todo aquello que a la persona le es inherente, nada le es ajeno si procede del avatar humano. El Arte en general, no es más que el resultado de un feliz encuentro: la mera y variopinta realidad y la sensibilidad para arrancarle lo que tiene de conmovedor.

 

– Si tuvieses la posibilidad de publicar una antología sólo con seis poetas… ¿a quiénes elegirías ?

Es difícil elegir a solo seis poetas para una antología pues requiere una sintonía, una aproximación estética e intelectual entre los poetas que debieran configurarla. Si fuera solo por placer personal elegiría a Antonio Machado, Miguel Hernández, Ángel González, Gabriela Mistral, Jorge Guillén y tal vez a Luis Alberto de Cuenca.

 

Ha sido un placer dialogar contigo, Vicente; gracias mil por tu valiosa presencia en este espacio.

Toda mi gratitud a ti por regalarme la oportunidad de expresarme. Todo un placer departir contigo.

 

Tres poemas de Vicente Fernández Cortés:

 

Armisticio

 

Vencida mi alma inquieta, desespera

en un desdén letal que en ella impacta,

se parapeta en la trinchera abstracta

de una vana ilusión, de una quimera.

 

Soldado soy y alborotar quisiera

la paz secreta de tu piel intacta,

ser el asedio en la medida exacta

del cerco de tu boca guerrillera.

 

¡Ay furia colosal, tormentos raros!

reprime mi invasión, que ya no aspire

a la conquista de tus labios caros.

 

Concédeme, si acaso, que no expire

la ardiente llama de tus ojos claros

y aunque así me miraras, que te mire

 

Así te quiero yo

 

Si alguna vez en mi avatar te extraño

es náufrago en tu boca delincuente.

Mi mar es solo mar si es tu torrente

y tu aguacero, amor, su dulce caño.

 

Todo me acerca a ti, todo me ata

en este fuego lento que me arde

eres mi cruz, mi miedo más cobarde

la cegadora llama que me mata.

 

Una galerna fiera en tu sonrisa

alborota mi nave y mi cordura

y en su humedal caliente me aposenta.

 

Así te quiero yo, diosa indecisa

Electra hoy, mañana Vesta pura

ardiente brasa o tempestad violenta.

 

Mientras duermes

 

Me asaltas sin piedad a pura lencería

con una mueca obscena y transgresora

mientras esgrimes, desafiante, una exigua divisa de satén.

Con la precisa habilidad de Ariadna me enredas en tu trama como un Teseo inerme.

Y te asedio.

Y reprimes mi embestida como una loba enferma transida de su celo.

Y me buscas

y pongo en cuarentena todas las leyes del recato.

Hasta que agotes los límites de mi desenvoltura y determine:

-Ya eres mía-

Y te adhieres a mi causa anticipando un ademán perverso en inequívoca seña de capitulación.

Luego, al fin, cansado de pensarte, te encontraré yacente, ajena a mi batalla

y preso de una ternura innumerable

te observaré rendida ante mi almohada en brazos de Morfeo.

-Buenas noches princesa-

Y cuando un suspiro insomne corrija tu sosiego y me increpes contrariada:

-¿por qué me has despertado?-yo te diré en voz baja:

Discúlpame amor mío, ya sabes que me muero por mirarte mientras duermes.

Que descanses.

Y amortiguando un beso en tu mejilla apagaré el candil que iluminó mi sueño.