Autora: Marisa Peral
Cuentan las viejas leyendas que Doña María del Real fue presa del mal de amores y que, debido al abandono que sufría por parte de su amado D. Gabino, cedió al acoso de un insigne y apuesto caballero que, procedente de las tierras de ultramar, se asentó en la ciudad malacitana.
Doña María se enamoró perdidamente de Don Gabriel Mendieta y en sus ardores escribió un único e inédito soneto que, pese a la casualidad del diminutivo utilizado, no quiso dejar en manos de nadie que pudiera descubrir su infidelidad. La depositaria de este documento fue una gitana; Dolores “La Dormilona” llamada así por su gesto somnoliento que atribuían al humo del cigarro que pendía permanentemente de la comisura de su desdentada boca, a la que acudía Doña María para que la echase las cartas con el fin de saber lo que le deparaba el futuro y averiguar los deslices de su, antes, bien amado Don Gabino. Al morir “La Dormilona” su cueva fue saqueada por su prole y el soneto, junto a otros documentos, que creyeron sin valor, fue vendido como papel al peso para sacar unos cuantos reales. Un viejo librero, sabedor de que encontraría auténticas joyas escondidas, visitaba a esos compradores de papel y encontró el susodicho soneto que, años más tarde y tras arduas investigaciones, supo de quién procedía y a quién fue dedicado.
Ante la imposibilidad del chantaje, pues Doña María ya era una anciana y sus amantes habían fallecido, el librero decidió publicarlo en el noticiero local con el consiguiente escándalo para la egregia familia de Doña María.
Se hace mención a que, debido al estado de enamoramiento de Doña María del Real, este soneto podría llamarse “enajenado” o, quizá, “dislocado”, incluso podría llamarse “irreverente” pues ni es endecasílabo ni alejandrino ni inglés ni caudato, ni siquiera es un soneto reversible, y no fue capaz de escribir un soneto “poliginio” Ni siquiera respetó el orden lógico de los sonetos.
Una auténtica joya que nadie ha sido capaz de catalogar a pesar de que algunos de sus versos, alguna vez, riman.
SONETO DEL AMOR INCOMPRENDIDO
Si al llegar al punto del encuentro
observáis en mi rostro un arrebato
no lo tengáis en cuenta, seguid el rastro,
es tan sólo un disimulo timorato
y yo os haré pasar tan buenos ratos
que olvidaréis del mundo su maltrato.
Rendida y enamorada de vuestra gran elocuencia
me tenéis a vuestros pies sin paliativos ni antojos
amadme sin compasión, más sin espinas ni abrojos
que yo os daré dulce miel para colmar la impaciencia.
Hoy os debo confesar, Gabi de los bellos ojos,
que a pesar de mis enojos por vuestra cruel insistencia
mi cuerpo es débil, señor, y no soporta abstinencia
en consecuencia, mi amor, esperadme en los matojos.
Gabi de mis amores, ardo en deseo
en unas pocas horas os poseo.
Vuestra en cuerpo, y también en alma.