Poemas

Selección de poemas del foro Alaire, por Víctor Mallada y Armilo Brotón

poemas

En tus manos 

Manuel Alonso    

 

En tus manos,
por culpa de la nieve,
un pájaro se posa en una sílaba,
que no cuenta,
y entran y se cuelgan,
como peces brillantes
los amores más extraños.
Ángeles huérfanos,
como bestias hermosas,
de la mano del amor.
Cómplices de un invierno,
muy parecido a un niño.
Y fiel a su propio espíritu,
el último suida.
En tus manos diáfanas, sobreseídas,
por dinero negro y olvido.

 

 

La epístola de Sabina

E.R. Aristy

 

Según se revelaron los hechos,
yo, Sabina, una analfabeta,
poseía – en parte- y en completa colaboración,
una Biblia, un par de chancletas,
y los pantis de la vergüenza,
por si acaso, el diablo tiente,
y me llevan de emergencia
a la mano de un doctor.
¡ Guay mi mai! Era 1965 cuando los yanqui
probaron los dulces de Lucinda,
con la culata de un rifle
quebraron la vitrina,
y se ñampiaron- por lo meno- cuatro libra
de bolas de tamarindo.
Sabina bien callaíta,
me colé patio atrá,
y encontrándono con Rosanita,
no abrazamo a cantar.
Las balas sonaban cerca,
y olía a goma quemá
!jaleluya! Dio é bueno,
del mandil manchao
saqué mi libro santo,
¡Jaleluya, Dio é bueno!
esta ve no fue la niña,
Sabina fijó los ojo
en el libro de corintio,
y leí toíta la letras,
¡Jaleluya, Dio é bueno!
como to una maetra.

 

 

Frío

Armilo Brotón

 

Es verdad que los ojos de viejo
lloran un palomar helado
alumbre
que disuelve la córnea hasta los pies
dolorosa búsqueda del color
que el tiempo roba.
En esa textura de vidrio
escucho
se deslizan las palabras
son arados
mientras el pensamiento
abre las venas que el invierno atora
en un ictus asesino.
Una taberna abriga
el viejo llora un relámpago
que recorre mi cuerpo
tiene ganas de vivir
sus manos tiemblan
su voz se entrecorta.
¡Como no vengas me voy!
Mi mano en su hombro.
¿Dónde viejo
dónde fueron tus aperos
de sólida muleta enamorada?
En la herrumbre del vino
en la esquina de la mesa
cuando el decanter
posó un rumor ácido de madrugada
cuando eran las tres
y todo sabía a dios
cuando dos miradas apuntaban
al cono sur de barlovento
observando emocionadas
cómo queda impreso el pasado
en el mármol líquido
de un leve y preciso instante.

 

El tiempo es más terco que los mitos

Rafel Calle

 

Conozco dos maneras de juzgarme,
reírme de mi suerte o llorar hombre abajo.
Atisbo las virtudes temerarias de un anticiclón
que, si bien, como todas mis bonanzas, sé que solo está de paso,
me seduce el carmín de la sangre cansina,
es un pulso de paz, un preludio afectado
de antiguallas románticas y modernos equívocos
en los trémolos hitos del pasado.
Parece reclamar que acaben mis desganas,
me pide aventurarnos en la vitalidad de los sentidos;
dice que el tacto de la vida a veces nos engaña
por más que decidamos vivir a flor de piel,
menciona las cosas por sentir que aún siguen intactas,
el armazón de sueños, la luna de papel,
la rebelión de las entrañas,
el aroma de la luz
de un astro diligente en la evocación del alba.
Sí, me asegura que todo es veraz, como el vasto vigor
que sucede en un efluvio de corazones y sábanas.
Y, yo, sin poder remediarlo, aún temo transmitir las sensaciones de un castillo de arena en la orilla de un azar implacable, bajo un sol de justicia, cuando azuzan las olas y los miedos ancestrales que se muestran sumisos con las almenas informes, las alturas en vilo, los muros sin rigor, deteriorados, o bien, ya derruidos sobre la base que soporta el peso de la tierra, en la gravedad de saber que de tierra es el destino.

 

Y, sí, el tiempo es más terco que los mitos.

 

 

Noches de luna llena

Ramón Carballal

 

Siempre a la espera de un quizá.

Esta noche invita la palabra a ser comedia azul,
brillos de copas, melancolía, faros de neón
en autos incombustibles…
Y el camino, el paso como gimnasia rota
con la sed de los rótulos
parpadeando en la risa.
No había un nombre que decir,
tampoco un cuerpo
o su refractaria exactitud.
Era demasiado pronto para el olvido,
demasiada la luz del artificio
para que el reloj no inventara
una historia.
El látigo de un verbo me indica el sol ausente,
la salida hacia el claror de la luna sólita.
Somos tres las pieles sin sombra,
tu miras,
yo miro
ella mira
el oscuro pozo de los ventanales,
los pájaros del parque callan
como músculos de piedra.
Así comenzará el sueño de una primavera virgen,
su largo talle, sus medias negras,
el color impertinente de sus vestidos.
En la mágica deriva de mi juventud,
caen los fuegos fatuos igual que luces de mar.
Hombre de agua soy,
náufrago o capitán de un barco errante
ya ido.

 

La casa del mar

Javier Dicenzo

 

Hay una casa en el mar lleno de fantasmas
mientras el cielo gira en sus dolencias;
Un fuego alto que el universo
Quema en cada segundo de los latidos
Aquellos que fugaron las madrugadas.
En la casa del mar existen maldiciones
Potencias que buscan milagros del anochecer.
Las voces de la soledad van hacia el sur
Las islas y los imposibles se resguardan
en la casa hay sangre de dioses inmortales
de fugitivos días que nunca serán.
Irrumpen las paredes y espejos
esas diminutas partículas de sol
han aparecido imágenes en sus lugares.
Dicen en las leyendas
que los relojes tocan los inviernos,
que esa casa anuncia el Apocalipsis,
que las bocas nunca fueron siete,
que nada existe en su alma de casa.
He decidido siendo un hombre
ir hacia esas latitudes
donde lo misterioso ocupa cada lugar.
A pesar de los dioses
desisto un destino en esa mansión
la casa del mar es tenebrosa
por eso no buscaré mas al viento
ni el guía que me lleve a esa soledad.
Ignoro si alguna cruz de mediodía
padece los fantasmas de la casa de azul.
Recorreré unas millas hasta la lancha
crujiré un poco para disimular mi estado
sobre la historia predicha.
Esa casa padece un quejido de pájaros suicidas
es por eso que maldije mi guarida
es por eso queescribo versos de Baudelaire;
no puedo contra la incógnita
de revivir cada día en ese sitio oscuro
donde las lombrices van y acechan las hendijas.
Tirados están los murciélagos
tras la isla perdida en medio de la noche
los búhos blancos van al campanario.
Sé muy bien que hace poco el viento
soplaba la bandera roja de la casa del mar,
que unas miradas cruzaron el descampado
que los gritos se escuchaban
hacia unos espejos
que reflejaron otro mundo de visiones
Imposibles de rescatar en el viento.
Aún así tengo temor
de nombrar
la casa del mar sin que se me hiele la sangre.
Al tomar esta copa de vino en esta habitación
la espera es otra cosa que no existe allá
en la casa.
( Los colmillos blancos están colgados en una habitación de la casa del mar)

 

 

Navegando

Óscar Distéfano

 

No es el rumbo calculado,
no es el pilotaje que imprime a la apatía
la emoción de avistar la lumbre
creciendo en lontananza.
Ni los asomos pueblan
estas horas de duro sol
donde el céfiro calla inerte
al garete de nuestras ambiciones.
Es viva la inquietud,
es penoso el naufragio
en la tarea inútil de medir distancias.
Debería volver
al punto de partida
para ajustar los matices del sueño.
La travesía espera de las nubes
oráculo de buena singladura:
vuelos de pájaros,
el resplandor creciente y la esperanza ciega
del puerto de jamás llegada.

 

Ahora

F. Enrique

 

You will tell me you love me

Tonight at noon

(Adrian Henri)

 

Tú me dirás que me amas
esta noche al mediodía.
Ahora, detenidos en ese murmullo del mar de nuestra vida
que nos trae los años lejanos que no vuelven a la playa,
sin poder descifrar la noche que tuvimos
la primera vez que nos colmamos de besos
sin pausa, sin cadena.
Ahora que se nos fue aquel bandolero insolente
que el niño de la Cuesta imitaba
con gritos y un caballo imaginario,
sin aquel edificio sin futuro que nos ocultaba a los ojos de los otros
cuando se abría tu falda y mis dedos retaban
los botones de tu blusa,
sin aquella farola donde leíste
la declaración de amor que se me pierde
en la espesura de las rimas,
sin aquel brillo extraño que descubrí en tus ojos
y aún tiembla en cada estrella.
Ahora que la tarde se cierra con los barcos
que pasan por los sueños en busca de otros mares,
que los contrabandistas cenan con políticos, banqueros,
mientras hay abogados que limpian expedientes
y algunos comerciantes que extienden sus alfombras
mientras Dios cambia su rostro un poco más cada noche.
Ahora que la avenida ya no nos reconoce y el alma se estremece
buscando la juventud que se nos fue con un billete de ida
sin fecha y sin retorno.
Ahora que ansío decirte nuevamente que te amo
como aquellos que soñaban “esta noche al mediodía”,
decirte que te quiero otra vez en las aceras de tu calle
como si la palabra, la nube y el deseo
no se hubieran marchado con los vientos del sur
sin decirnos adiós, sin hacer la maleta,
como si el corazón de aquella adolescente con tu nombre en el pecho
volviera a visitarme y se quedara
y yo no estuviera en el alambre persiguiendo la luna que quisiste
como un gato que llora trastornado,
sin red y sin confianza.

 

Días

Marius Gabureanu

 

Algunos domingos son como romances de entierro
susurrados por el sordo ente de las campanas.
Entonces venero la obscenidad del mismo refugio
como un alma de caracol.
Algunos sábados son un espasmo dilatado,
un ocaso acuchillado por garzas.
Es cuando me siento libre de todos los crímenes
y mastico el musgo de lamento
crecido sobre la mueca de la nada.
Algunos viernes el aire se inquieta
y vomita más sombras de lo que merezco.
Y me destierro del pasado, me arranco los cuerpos
de la telaraña del credo, me vuelvo ateo de mi mismo.
Algunos jueves llueve y el universo parece que se resume a llover.
Entonces padezco de lluvia y de lenguas de albatros naufragado.
Algunos miércoles son el soplo ácido de las primaveras del veneno
y uno se adhiere al trance de escalofríos,
uno cree que la salvación es cosa de bruja.
Algunos martes son el miedo silencioso
sin gatos y sin calles que olvidar,
como el galope de las amebas.
Algunos lunes son esqueletos de domingo
y un duelo de murciélagos
advierte que el tiempo devora al tiempo.

 

 

Papel

Julio González Alonso

 

Papel impoluto. El tiempo en los relojes
y los calendarios sin fechas.
La mañana es oscura habitación,
tintero gigantesco que se tragará el día.
Será el tiempo
la pluma que escriba la historia en el blanco
de la memoria; tinta amarga de escritura
sobre el papel luminoso y la llegada de la muerte,
alba del último día, última sonrisa,
fecha última,
lápida
de la vida.

 

Canción virgen

Hallie Hernández Alfaro

 

Líbame Hombre,
afloja el nudo de mi pecho,
alarga el blanco solsticio
con este gemido que hace espuma del sí;
no pares de moldear adagios
o de hacer música para la sed.
Líbame Incendio,
carbonero blues que me consume;
las horas tardan un abril o más,
la noche empeña su ardor en los costados
y el frío ya no tiembla
ha corrido el verso en la panacea de tus dedos.
Líbame Amor,
que nadie
ha sido antes que tú.

 

Surf

Luis M.

 

Venías con una flor salada en la cara
y aquella mochila,
presumida y amaestrada,
devoto apéndice y jovial
guardaespaldas de tus andares.

Y ese océano ineludible
de tus ojos
que traía al mismo sol
bajo su mando,
derritiendo mi ultra estudiado/insolvente
guión diario,

…remolino estelar que desencajaba
y al segundo se tragaba
de un solo bocado
la horma de mis tan trabajadas
seguridades de tiza
y cristal caramelizado.

Venías con un centro comercial
de feromonas
emboscando a la estruendosa
y babeante nidada adolescente
con la hisca de tus brillos
y no transparencias afiladas,
venenosas,
subrayando a pincel
esa rima prolífica
que era tu cuerpo de diosa
juvenil.

Solíamos surfear en las orillas
de aquel instituto,
para envidias insanas
de fantasmales y multiclonados
transeúntes,
desalados y unicolor.

Aquella primavera, cuando tú,
con esa playa en tus labios,
aliviabas mis prematuras arcadas
existenciales.
Entonces espolvoreabas
tu adictiva y candente seda
sobre mis alas de zángano azul.
Alguna vez, también, te llovías
a mi espalda;
entonces yo moría varias veces
(hasta la siguiente cita)
en un interminable invierno
de veinticuatro horas.

Intuíamos el frágil desequilibrio
de aquellos días
entre ecuaciones de pétalos impares,
gramáticas furtivas y silenciosas,
maremotos familiares
y otros arrecifes inevitables
de la edad.

¡Cuánto surfeábamos
en esas tardes de lunas rosas
que aceleraban mis arterias
e insuflaban sus palpitantes
atolones emergentes!.

¡Cuánto confluían en mi estómago
aquellos puertos nocturnos
y sus tormentas de mariposas carnívoras,
desinventando los relojes
tras los inflamables poros
de nuestro inverosímil reino
de cera, salumbres y miel.

Luego volvió el frío.
Y yo ya solo podía ver
una aleta de tiburón
rondando la sopa
a la hora de la cena,
una boca de cocodrilo
dibujada en tus labios,
que ya no me veían;
y junto al viejo y seco
acantilado de hormigón,
y aquel último rayo de sol
hincándose en mi pecho,
me regresaban aquellas náuseas
de escolar en su primer día
de colegio.

Y las olas se desinflaban
al tiempo de mi risa.
La playa me gruñía.
Y otra vez volvía a mi esencia,
a mi versión original
de náufrago,
…o de común -y eterna-
sardina gris,
orbitando a coletazos
entre el tráfico ciego y hambriento
de la desencantada
y mate ciudad

sin mar.

 

Servilleta de papel

Roberto López

A partir de la tercera copa,
el jardín parecía ubicarse en sus palabras,
el eco de su voz era quien levantaba muros
y dibujaba callejones en la noche.
Magia condensada en pequeñas ampollas,
el amor como trasunto literario
discurre en ondas de complicidad
universalmente aceptadas.
Abrir, cerrar, trazar rayas y dibujos
en un panel que simula la noche primordial,
algo así como si fuéramos los artistas de Nazca,
los demiurgos de Rapa Nui
o los Magos de Oriente.
En medio de los ruidos de siempre,
los conocidos ruidos que nos erigen y nos crean
como monstruos, carne consciente,
en medio -digo- del taller de Penélope,
que teje y deshace desmenuzando el tiempo de la espera,
un sutil len de la memoria despechada
cruza veloz la noche de mi mente acallada,
abandonado el sebo del ayer,
la estridente minucia de la herida que otrora ardió en mis venas,
la delicada red que intuyó un mundo inabarcable
en la imposible superficie de una servilleta de papel.

 

Back to Black

Pablo Ibáñez

 

Tú vuelves a ella y yo vuelvo a lo negro. 
Amy Winehouse, Back to Black

 

Ese César que obscenamente arenga
sus legiones en víspera de muerte
desdeña la templanza que hace fuerte,
la ingrávida quietud que amor devenga.
El miedo es su razón. Tal vez obtenga
corona de laureles, roce inerte
de algún esclavo griego que liberte,
mas no brillar de ojos que sostenga.

Tú tampoco dejabas prisionero
detrás de tu dolor de poetisa;
tu victimismo dandy era tu acero.

Es fácil no escuchar si hay parapeto:
tú vuelves a tu prosa blanca y lisa
y yo retorno al negro y al soneto.

 

A sensación

J.J.M. Ferreiro

Para crealo todo de novo,
acantoade o ollo, transgredide
sangrando a cicatriz do un.
O mar caeu do ceo.
A Terra ergueuse dos infernos.
O home,
a traxedia e a sensación;
o vermello da cor, a turbación da imaxe.

Na pantalla nocturna
está detido
o retrinco dun lóstrego.
Descansa gozoso en se mesmo.

Versión en castellano:

Para crearlo todo de nuevo,
aislad el ojo, transgredid
desangrando la cicatriz de lo uno.
El mar cayó del cielo.
La Tierra se encumbró de los infiernos.
El hombre,
la sensación y la tragedia;
el rojo del color, la emoción de la imagen.

En la esfera nocturna
está paralizado
el jirón de un relámpago.
Descansa gozoso en sí mismo.

 

Way Tuli

Víctor Mallada

 

Way tuli, way tuli, los niños cantaban
mientras se mofaban de uno que estaba sin circuncidar
él era mestizo de blanco y nativa
wai tuli escuchaba con sorna encendida
y sólo quería ser como los otros
un niño normal.

Un día de junio, con unos amigos
se fueron al río cercano a bañarse.

Estuvieron un rato bien largo jugando
en el agua, saltando desde un cocotero
y cuando ya estaba medio tiritando,
el miembro bien recogidito,
mascando las hojas de una guayaba
apoyado el prepucio en un tocho cercano
de un golpe certero de un palo
sobre una navaja de las de afeitar
le hicieron el corte que le confería
ser adolescente como los demás.

El mismo escupió las hojas masticadas
sobre aquella herida y en aquel lugar
se vendó temblando, mordiendo la rabia
porque le esperaban unos cuantos días
de andar más despacio, curarse la herida con mucho cuidado
y poner todo el tacto del mundo para miccionar.

Pero ya podía ser uno de tantos,
sentirse orgulloso por haber cruzado
la verja dificil de la adolescencia
con la frente inhiesta
y ya, sin prepucio, enfrentarse a la vida
sin tener que escuchar con despecho
las voces que un día cantaran way tuli, way tuli…
pues era valiente curtido en dolores…
tan sólo un muchacho…
como los demás.

 

Animal palabra

Rosa Marzal

 

Un silencio rojo
te precede.
Te preceden
el aullido de perros
que husmean un rastro de abismo
en la opacidad de los silencios,
y bendicen
la infancia de tus lágrimas.

Vistes de largo
las torres de papel
que me refugian
de la jauría del tiempo.
Aligeras
mi equipaje de tumbas.
Apareces,
repentina,
desnuda..
profunda.
Sola en el grito
de ese látigo
que viola
la estación de las esperas.

-Rugido
de animal- palabra
enaltecido por el fango de mis vísceras-

Centellean las alas de un cometa
sobre el escaparate del poema
y las avispas de una muerte lenta
hieren el candor de la luz
cuando zumba el barro de tu aura
en los altares raídos
de un recuerdo.

Solsticio de noche
bajo ubres de llanto.
Verbos-espada
desarmando pretéritos;
palomas de sangre
sobrevolando un beso suicida
florecido en el magma de la duda.

Yo,
guardiana de los guarismos de tu alma,
mantengo encendido
el fuego de tu hálito sagrado.

Te retengo
en el barbecho de mi hipocondría.

 

La penúltima partida

Gerardo Mont

 

Oteando
los yoes que me endosan los cincuenta,
navegando las lluvias
del paraguas,las estelas de Machado,
encalla esta rancia humanidad
en boga… Cosas del poeta.

Y un bombín a lo Magritte robo a Sabina
y discurro en sobriedades con tarjeta:
del negocio de mi vida
con fondos del estado;
de la arcilla de una culpa
pagada por mis deudos;
de los miedos recontando en códigos actuales,
resumiendo las distancias
en ópticas de fibra… Es lo mismo aquí que allá,
sin especias de Las Indias.

Y por si acaso caen otras manzanas
y alguna Eva se deshoja en la webcam,
entre los hombres rezagados en mis cómics,
deidades del flash drive invoco del bolsillo.
¡Qué es suficiente computar peces y panes!

Arreboles de neón en el turbión de la avenida,
van pactando mis mareas en los cuerpos aledaños,
a las puertas y a ventanas ataviadas de sus fobias,
a la afonía de las teclas,
a esos vértigos de esquinas.

Y hago el amor en cielos escarchados de botellas
con mensajes que quizás nadie recoja;
y hago del vocablo, ritos
entre dientes, repujando en las piedras
ojivas para email;
ajustando estos dioses que soy
y me vomitan .

¿Y quién calzará mis pies de golondrinas?
¿Y quién sembrará mi grano de mostaza?
¿Por la turbación del puente, se devuelve el agua
a los cántaros ilesos?

Googleo en las voces del follaje
y en las verdades de los álamos umbríos,
el verbo en el reverso de la historia,
entre la savia de las fuentes primigenias
y esta orilla, me rescribe.

Y en el mármol agrietado
por los ángeles del pecho,
este hombre solo
con la laptop, casi siente,
casi sueña,
casi gana su penúltima partida.

 

Licántropo

Ventura Morón

 

No, no todo eso es
lo que piensas.
No, no todo eso
es,

no.

Es,
todo lo que de un día sorbió la luna de mis hombros,
en aullidos, libre, tras los campos,
en cruz políglota mis piernas desnudas,
el beso de piedra bajo las suelas,
el invierno que no duele,
un fino olor a sangre
que me llama,
y mis dientes gritando antes del alba.
No soy tan malo, sólo
el mundo hundió su trémula liturgia en mi corazón de crudo barro,
y ahora, asoman mis fauces al desequilibrio
de no ser casi nada, tan sólo
algo parecido a algún lobo que huye tras tu rastro,
un humo consistente que toma forma de sombra y garras como adioses,
un delirio de estrellas conmovidas que se balancean en mi carrera
hacia tus pasos de seda blanca, transmisora de caminos,
hacia el lugar donde pueda saciarme con tu recuerdo
y devorarlo, poco a poco, mientras lloro a la vez tu pérdida,
y sigo corriendo
bajo un violento infinito que lanza cometas de preguntas en mi busca,
que no entiende esta naturaleza animal que me nombra,
y exhala enredaderas que se cuelan por mi boca,
para hacerme caer,
mientras aúllo, sin remedio,
mientras me cazan
y nublan este oasis de sentimientos que se deseca
hasta que llega el innombrable día.
Entonces, me desentierro, hago
como si fuera como ellos, astuto, invisible
recorro metódicos supermercados , aceras desnutridas, la rabia
que se acumula en los apretados infiernos armados de sus zapatos,
la naftalina que cuelga de la lengua
dejando unas palabras densas que huelen
a olvido.
Y me digo que debo intentarlo.
Espero a la madrugada
mientras se transfigura mi alma en sinestesia,
voy tomando curvas a la velocidad en que mueren los besos,
muerdo otras huellas a mi encuentro transformándolas en metáforas de un deseo,
y acelero con mi camada atravesando grutas de avenidas como destierros,
dando al mundo un río agrio de evadidos
que avivan el clamor de la noche inundándola, eufóricos,
de irrefrenables aullidos,
mientras mi corazón se bebe el reflejo
de tu palpitante luna
en el espejo manso de mi memoria.

 

Un fado en la voz

Pilar Morte

Traigo la aflicción de los fados,
el triste corazón debilitado,
voz del pueblo en su nostalgia,
acompañando su miseria.

Llevo adentro de mi alma
todo el mundo con el canto,
un océano por agua,
suave como llega el alba.

Esta música brota
para abandonar las sombras,
anudar a las almas la esperanza,
y amor al maltratado pueblo.

Lloro porque me duele la vida
de la desdicha que arrastra,
por los sueños que no han muerto
y que callan por las venas.

Oh fado, voz del hombre,
que entonas sufrimiento y pena
canta dulce en estas horas,
hunde en la raíz tus notas.
Oh fado, fado mío,
tú que habitas la tierra más profunda
consuela del dolor y de la muerte,
pon tu mirar sereno a esta condena.

Oh fado, fado mío
música del pueblo.

 

Los hombres de Aia

José Manuel Saiz

 

Los hallaron en Aia- le dije. Él
al fin descansa.

Eran siete, según
la crónica de entonces.
No eran soldados.
Tampoco eran del pueblo.
Los enterraron juntos al amparo
de un hayedo,
con una piedra encima y una cruz
hecha con palos.

Y yo también le dije,
sin saberlo, pues nunca
se supo quiénes fueron,
que el más joven (que Dios
y ese hombre me perdonen)
era el abuelo.

Mamá decía siempre,
que murió en Aia. Sí, solo eso.
Como tantos y tantos otros, pensaba yo (y ella
fingía no saberlo). En un hayedo
una lápida hoy habla de Manuel y tal vez
él nunca estuvo allí.

Esa tumba hace tiempo
que está vacía. Pero esto…
¿ya qué importa?
Si mamá ya lo sabe, si mi abuelo
me perdona, si un hombre extraño
recibe una oración…
demuestra que el amor
solo es misericordia.

Ahora nadie llora.
Ahora nadie busca.… Y además
aquellos hombres tienen
al menos un poema
que les nombra.

De sastre

Josefa Agüera Sánchez

 

(Para todas la abuelas que eran -y son- unas artistas de la aguja)

Empiezo por las letras, lo primero.
No quiero que se pierda una puntada.
Una vez la inicial esta hilvanada
el resto van sumándose al reguero.

¿Una palabra? Más de lo que espero.
Mi labor quiere ser recompensada.
¿Una frase? La dicha no soñada.
Mucho hilo para tan poco acero.

La paciencia me empuja a que persista
en mi modesto arte de modista
que hasta el punto final no esta completo.

Y con esta labor, mi poesía,
-Pobre infeliz que no lo merecía-
podrá vestirse un traje de soneto.