Autor: Alfonso Alfaro.
[divider]Asomó un hilo de rubor en nuestro encuentro. Estaba guardado en el encanto delicado de tu rostro, que atravesó mi alma aturdida. Estoy bajo un hechizo que me susurra mientras tu belleza se muestra despegada de las rosas. Construyo un puente que va hacia un lugar que no es el mío, hacia tu cuerpo tendido en un desierto mudo de luz, donde debo aprender a vivir en otra edad, en otro amor, en otro tiempo. Un amor al que le sobra esa mueca con voz de plata que va imponiendo sus fronteras, porque no sabe detenerse y su fatalidad es la del agua. Sé dónde continuar las huellas para ponerle nombre a la mirada de hielo donde habitas. No te quedan años para darte, ni un verbo donde morir contigo.
[divider]Vives la eternidad mirando al limbo desde el lago en calma de la mente, con los ojos tibios y un cascabel de muerte en la garganta. Conviene no alejarse de la orfandad de tu mirada, quien mira al fondo, ve las grietas del tiempo. Yo te miro con los ojos cuarteados porque sé que te reflejas en el cielo y desde lejos amontonas nubes hacia mí.
[divider]De siempre todavía, te viene a ver el frío, enredado en el temblor húmedo de tus cabellos, hambriento de recobrar la distancia que abrirá la puerta de amores imposibles. De siempre todavía, estas huyendo de la vida, con una secuencia de letras en los ojos, escritas con el alfabeto de la fiebre. Hablando en el lenguaje de los sueños, mientras se te desprenden los días de las manos y tu alma se expande hacia la dimensión de lo infinito.