Autora: Marisa Peral
Trauma Postvacacional
Primer sábado de septiembre – 7:55:19
Hay que fastidiarse, hoy podía haber dormido a pierna suelta hasta que mis doloridos huesos me hubieran echado de la cama. Pero no, no he podido, incluso me he despertado sin poner el dichoso despertador, sí, ese que no oigo cuando tengo que oírlo.
– No estás conmigo y cuando te vas no duermo.
Septiembre es un mes caótico, es como el comienzo del año y la verdad es que no estoy preparada para estos trajines. Todavía no he tenido tiempo de descansar después de mis agotadoras vacaciones, porque la verdad es que vuelvo más cansada de lo que estaba antes de irme.
Montones de papeles en la oficina, errores, fallos, reclamaciones… Preparar tus viajes, organizar tu agenda, concertar entrevistas, cobros pendientes, pagos pendientes…
Tengo que pedir hora a mi desengordador para que me desengrase los tres kilos del verano. (Anotar en mi agenda)
Y la cera y la peluquería (Anotar también porque no sé cuándo tendré tiempo para ir)
Y en casa limpiezas, hay que ver cómo crecen las pelusas en un mes y sin embargo las plantas… todas pochas, las pobres.
Limpiar y llenar el frigorífico, que tiene telas de araña, revisar las conservas de la despensa por si están caducadas, el cajón de las medicinas también, organizar armarios que dentro de poco habrá que volver a organizar cuando lleguen los fríos (el tiempo de mis prendas fetiche, mis medias negras) y tengamos que cambiar de vestuario… Por cierto, nunca había pensado en esto de las prendas fetiche, esas prendas con las que te ves tan bien, tan favorecida, mi prenda fetiche de verano… sí, los vestidos de tirantitos finos, los bodys con pareos…
Se habla del síndrome postvacacional y creo que este año me está afectando especialmente.
Escucho a Sabina ¡Mmm, me gusta! “19 días y 500 noches” y otra que no había oído, “Dieguitos y Mafaldas” ¿Por qué me gusta este tío? Sí, me gusta.
– Cuando te vas no duermo y te echo de menos, alargo mi brazo y no te encuentro.
– Será que me he acostumbrado a tus ronquidos, que son para mí como una nana que me arrulla y me da seguridad.
– Será que echo de menos tus resoplidos en mi oído justo cuando estoy empezando a conciliar el sueño. – Será que no tengo tus caricias al amanecer, media hora antes de que suene TU despertador, por cierto, cariño ¿para qué pones tu despertador?
(Anotar en mi agenda) Pedir hora al dentista, D. tiene una caries. Pedir hora al ginecólogo para noviembre, este año me ha adelantado la revisión para controlar mi tratamiento… los huesos, eso, que tengo que tomar más queso.
– Cuando estás de viaje no duermo y ¿por qué coinciden todas las Ferias en fin de semana? Sí, ya sé… ya lo sé, le va mejor a la mayoría, pero no a mí.
Son las 9:59:11, entre letra y letra ya he puesto dos lavadoras y me he tomado cuatro cafés, que largo se me va a hacer el día.
– Tu vuelo llega a las 22:25, iré a buscarte al aeropuerto y hoy dormiré, pero te vuelves a ir mañana, cómo odio este mes.
Este es el primer sábado de septiembre, el día está nublado, melancólico, se acerca el otoño.
(Anotar en algún sitio visible que tengo que mirar mi Agenda)
– Cuando no estás no duermo y es porque te necesito.