Mensaje ecologista del Jefe Indio Seattle en 1854

Jefe Indio Seattle
Jefe Indio Seattle

Continuando en la línea de una de las inquietudes sociales que impregnan el comienzo de este siglo XXI y que tantas organizaciones ecologistas han abanderado a lo largo de los últimos tiempos, y de la que se ha hecho eco la UNESCO, nombrando el presente año, como EL AÑO DE LATIERRA, permitidme, de estas líneas, os invite a realizar una reflexión crítica, sobre la responsabilidad contraída por nosotros como civilización occidental, y concretamente, en lo referido al continente americano, (pero que se extiende a otros continentes en la actualidad) por la acción misma del descubrimiento de dicho continente americano, y por los hechos acaecidos posteriormente, derivados de la imposición de nuestra cultura occidental, sobre las preexistentes en dicho territorio.

Reflexión que ha de hacerse respecto a los efectos producidos en la consecución de la destrucción del medio ambiente en nuestro planeta.

No sólo sobre el genocidio acumulativo de razas y culturas autóctonas, sino sobre las heridas infringidas en la piel misma de su tierra, que ésta, malamente, sobrelleva.

La destrucción de las extensas praderas de la zona norte donde, sioux, cheyenes, pies negros, cherokees y otras tribus, desarrollaban su quehacer, y el aniquilamiento paulatino de los bosques tropicales y de la amazonia, ha sido y sigue siendo, aterradoramente, constante.

Los bosques tropicales son los únicos pulmones existentes en la Tierra. Cuando ellos se agoten, con ellos moriremos.

chief_seattleCon la extinción del bosque tropical, no sólo se extingue nuestra única posibilidad de continuar respirando, sino, además, una serie ingente de especies vegetales y animales aún sin descubrir por los científicos, destruyéndose así, la herencia que, a lo largo de tiempo, y por medio de los diferentes procesos evolutivos, la Tierra, ha acumulado. Herencia que nosotros no tenemos derecho a sustraer, no sólo a las generaciones venideras derivadas de nuestra propia especie, sino a las descendientes del resto de las especies vivas que pueblan el planeta.

A continuación reproducimos el texto íntegro de la carta que en el año 1854, escribía el Jefe indio Seattle, a Franklin Pierce, Presidente de los Estados Unidos en aquél entonces. Constituye un impresionante documento de cómo entendían la ecología los pueblos nativos de Norteamérica, al final de la conquista por los blancos, de su tierra.

Generalmente los hechos, traducidos en costumbres y ritos de estos pueblos antiguos, son anónimos. Pero, en este caso, ha quedado constancia de su autor, el Jefe de las tribus Dwamish y Suquamish, y de su fecha, ya que se trata de un acontecimiento rigurosamente histórico que, como todos los hechos testimoniales, surge como reacción contra la injusticia: la constitución de una reserva india en la que serían confinados, los que hasta entonces, habían sido señores de los grandes espacios libres y naturales. La oferta hecha por el Gran Jefe Blanco de Washington en 1854, de crear la reserva, motivaría la respuesta del Jefe Seattle, que hoy nos emociona y que, sin este motivo, permanecería siendo desconocida.

El 21 de enero de 1855, se firmaba el Tratado de Point Elliot. El gran Jefe que logró la alianza de las tribus Dwamish y Suquamish, recibiría amistosamente, en cumplimiento del Tratado, a los colonos blancos que llegaron a la región.

La defensa de su pueblo y de sus tierras, su tolerancia y pacifismo. El conocimiento   profundo de su entorno, un temperamento dispuesto a conocer y a apreciar esa belleza, la respuesta estoica ante la adversidad, una filosofía profunda, teñida de una cierta ironía, sobre el fin de la vida y sobre la unidad y destino de la humanidad, son, en definitiva, las motivaciones de este escrito que, sin proponérselo su autor, tendrá una formulación exacta y poética en palabras inmortales, que sacudirán a toda persona sensible a la naturaleza, sin distinción de razas, creencias, tiempos ni fronteras.

jefe_indio_seattle2Seattle, ha dado nombre a una ciudad del Estado de Washington, situado en el extremo noroeste de los Estado Unidos, que hoy es centro obligado de paso en las relaciones con Canadá, Alaska y Japón. Fundada en la fecha de la carta “en la era india llamada de  Kamakian y Ledjii”, el Jefe Seattle, no estaba conforme con el crecimiento de esta aldea, ni con que llevara su nombre, pues, aunque católico, conservó las costumbres ancestrales indias y, entre ellas, la creencia de que después de su muerte (acaecida el 7 de junio de 1866), tal cesión, perturbaría su alma, cada vez que alguien pronunciara su nombre, por lo que aceptaba donaciones en vida para compensarle de molestias futuras. La ciudad, aunque importante desde el punto de vista comercial e industrial, conserva en sus alrededores aún parte de la hermosura de unos paisajes, que el progreso no ha conseguido degradar.

ESTE ES EL TEXTO DE DICHA CARTA:

“El gran jefe de Washington, ha mandado hacernos saber que quiere comprarnos las tierras junto con palabras de buena voluntad. Mucho agradecemos este detalle, porque bien conocemos la poca falta que le hace nuestra amistad. Queremos considerar el ofrecimiento, porque bien sabemos que, si no lo hiciéramos, podrían venir los rostros pálidos a arrebatarnos las tierras con armas de fuego.

Pero, ¿CÓMO PODÉIS COMPRAR O VENDER EL CIELO O EL COLOR DE LA TIERRA?. Esta idea nos resulta extraña. Ni el frescor del aire, ni el brillo del agua, son nuestros: ¿cómo podrían ser comprados?

Tenéis que saber que cada trozo de esta tierra es sagrado para mi pueblo. La hoja verde, la playa arenosa, la niebla en el bosque, el amanecer entre los árboles, los pardos insectos…….son sagradas experiencias y memorias de mi pueblo. Los muertos del hombre blanco olvidan su tierra cuando comienzan su viaje a través de las estrellas. Nuestros muertos, nunca se alejan de la tierra, que es la madre. Somos una parte de ella, y la flor perfumada, el ciervo, el caballo y el águila majestuosa, son nuestros hermanos. Las escarpadas peñas, los húmedos prados, el calor del cuerpo del caballo y el hombre, pertenecen todos a la misma familia. Por eso, cuando el Gran Jefe de Washington, nos hace decir que quiere comprar las tierras, dice que nos reservará un lugar donde podamos vivir confortablemente entre nosotros. El se convertirá en nuestro padre y nosotros en sus hijos. Por ello consideramos su oferta de comprar nuestra tierra. No es fácil, ya que esta tierra es sagrada para nosotros. Es demasiado lo que pide.

El agua cristalina que corre por los ríos y arroyuelos, no es solamente agua, sino también representa la sangre de nuestros antepasados. Si os la vendiésemos, tendríais que recordar que son sagradas y enseñárselo así a vuestros hijos……..También los ríos son nuestros hermanos, porque nos liberan de la sed, arrastran nuestras canoas y nos procuran los peces, y que cada reflejo en las claras aguas de los lagos, cuenta los sucesos y las memorias de las vidas de nuestras gentes. El murmullo del agua, es la voz de mi padre. Sí, Gran Jefe de Washington: los ríos son nuestros hermanos. Si vendemos esta tierra, tendréis que enseñarles a vuestros hijos, que también son hermanos suyos, y deben tratarlos con la misma dulzura con la que se trata a un hermano.

Por supuesto que sabemos que el hombre blanco no entiende nuestra manera de ser. Tanto le da un trozo de tierra u otro, porque es como un extraño que llega de noche a sacar de la tierra todo lo que necesita. No la ve como su hermana, sino, como enemiga. Cuando ya la ha hecho suya, la desprecia y sigue caminando delante, dejando atrás la tumba de sus padres sin importarle. Tampoco le importa, tanto la tumba de sus padres, como el patrimonio de sus hijos. Trata a la tierra, su madre, y al firmamento, su hermano, como objetos que se compran, se explotan y se venden como ovejas o cuentas de colores. Su apetito devora la tierra, dejando atrás un desierto.

No lo puedo entender. Vuestras ciudades hieren los ojos del piel roja. Quizá sea porque somos salvajes y no podemos entender. No hay un solo sitio tranquilo en las ciudades del hombre blanco. Ningún lugar donde se pueda escuchar la primavera, el despliegue de las hojas o el rumor de las alas de un insecto. QUIZA ES QUE SEA UN SALVAJE Y NO COMPRENDO BIEN LAS COSAS. El ruido de la ciudad es un insulto para el oído. Y yo me pregunto: ¿qué clase de vida tiene el hombre que no es capaz de escuchar el grito solitario de la garza o la discusión nocturna de las ranas, en torno a una balsa?

El aire tiene un valor inestimable para el piel roja, ya que todos los seres comparten el mismo aliento: la bestia, el árbol, el hombre, todos respiramos el mismo aire. El hombre blanco no parece consciente del aire que respira. Como un moribundo que agoniza durante muchos días, es insensible al hedor.

Cuando el último piel roja haya desaparecido de esta tierra. Cuando no sea más que un recuerdo su sombra, como el de una nube que pasa por la pradera, entonces todavía estas riberas y estos bosques, estarán poblados por el espíritu de mi pueblo. Porque nosotros amamos este país, como ama el niño los latidos del corazón de su madre.

Tengo vistos millares de búfalos pudriéndose abandonados en las praderas, muertos por el hombre blanco a tiros desde un tren en  marcha. No comprendo cómo una máquina humeante puede importar más que el búfalo.

¿Qué puede ser el hombre sin los animales? Todas las cosas está ligadas.

De una cosa estamos bien seguros: la tierra no pertenece al hombre. Es el hombre el que pertenece a la tierra. Todo va enlazado, como la sangre en una familia. Todo lo que le ocurra a la tierra, le ocurrirá al hombre.

También los hombres blancos se extinguirán, quizá antes que las demás tribus. El hombre no ha tejido la ley de la vida, pues es sólo uno de sus hijos, y está tentando a la desgracia si osa romper esa red. Si ensuciáis vuestro lecho, cualquier día moriréis sofocados por vuestros excrementos.

Pero, vosotros camináis hacia vuestra destrucción, rodeados de gloria. Este designio es un misterio para nosotros, pues, no entendemos por qué se exterminan los búfalos, se doman los potros salvajes, se saturan los rincones secretos de los bosques con el aliento de tantos hombres, y se atiborra el paisaje de las exuberantes colinas, con cables parlantes.

¿Dónde está el bosque espeso?…..Despareció…..¿Dónde está el águila?…..Despareció…..

Así se acaba la vida y comenzamos a sobrevivir tan solo. “

Fdo.: Jefe Indio Seattle
1854

EVENTOS SOBRE EL CAMBIO CLIMÁTICO:

El Presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas, Sr. Srgjan Kerim, convocará los días 11 y 12 de febrero de 2008, en la sede de las Naciones Unidas de Nueva York, el debate temático “La lucha contra el cambio climático: las Naciones Unidas y el mundo en acción”.

La Tercera Conferencia sobre el Cambio Climático de la Organización Meteorológica Mundial de 2009 instará a la comunidad científica internacional, incluidos los gobiernos, a mejorar los pronósticos climatológicos estacionales a fin de contribuir a que el planeta se adapte al impacto ocasionado por los cambios y la variabilidad, al mismo tiempo que se salvarán vidas y se protegerán los sistemas económicos.

La UNESCO anunció que inaugurará el próximo 12 de febrero de 2008, el Año Internacional del Planeta Tierra.

Al evento acudirán científicos y líderes de todo el mundo para debatir sobre desafíos como el crecimiento demográfico, el cambio climático, los recursos naturales y catástrofes.
La celebración del Año Internacional del Planeta Tierra, que tendrá lugar durante el 2008, tiene por objetivo utilizar eficazmente el conocimiento de más de 400.000 científicos para construir sociedades más prósperas, sanas y seguras.

LECTURAS RECOMENDADAS:

Cuarto Informe Técnico de Evaluación “Cambio Climático 2007” del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio. El Informe de síntesis ordena la información en las siguientes áreas temáticas:

  •  Grupo de Trabajo I: “Base material científica del cambio climático”
  •  Informe del Grupo de Trabajo II : “Impacto, adaptación y vulnerabilidad al cambio climático”
  •  Informe del Grupo de Trabajo III: “Mitigación del cambio climático”
  •  Informe de síntesis sobre el Cuarto Informe de Evaluación del IPCC

“LA VENGANZA DE LA TIERRA” de James Lovelock, editorial Planeta, Barcelona, España, 2006

“GAIA, una nueva visión de la vida en la Tierra”, de James Lovelock, editorial Herman Blume, Madrid, 1983

“Las edades de Gaia” de James Lovelock, Tusquets ediciones, Barcelona, 1993
“Homenaje a Gaia”, de James Lovelock, editorial Laetoli, Pamplona, 2005