Selección de poemas Foro Alaire

Hay poemas que dejan tras de sí una especie de “destiempo”.
Tal vez el poeta no sea más que un alquimista capaz de transformar en oro las palabras,
un loco que busca saciar una sed infinita.
Aquí traemos solo una muestra del talento poético que puebla el foro poético Alaire, mentes que siguen creyendo en la poesía como el mejor método para extraer el jugo de la vida.

Poetas y poesía que buscan su verdad, el hilo conductor que les haga creer que es posible olvidar esos nombres, saber que detrás de la palabra hay universo que se extiende más allá de los ojos, más allá de la propia poesía.
(No me digas tu nombre,
que el amor es tan frágil como lo es la palabra)
Susana Palma
Una lucidez que se ensancha en la estrechez del verso.
(No quiero un nombre.
Así empieza la muerte.)
Pedro Arquedas Ibáñez 
Nada es pequeño o grande, la percepción  se rompe en el instinto,
(Necesito una gota,
solamente una gota
para iniciar el mar)
Juanmi Jerónimo
y  todo cobra sentido en la coherencia de la ilógica.
(Que sea la palabra un vértigo desnudo,
un asalto cercándome en la espera,)
José Manuel F. Febles
Una historia contada con sensibilidad poética es una puerta abierta a los sentidos.
(Ha llegado la hora.
Ella sabe, lo sabe, que no tiene retorno
la senda de la sangre,)
Isabel Rodríguez
Una vieja ventana por la que llega el aroma eterno de la calle.
(A diez pasos de la nada,
con la húmeda verdad de las palomas,
en la taquigrafía de los despertadores…)
Ramón Carballal
Hay una transparencia de la idea que deja ver las venas del presente.
(Porque pudiera ser
que no bastaran ya las horas de la vida)
Julián Borao
Y el poeta se acaba… desaparece unido a su palabra.
(Yo no elegí ser sombra,
noche indeleble bajo la piel clara)
Viví Flores massares
El instante pasa y el poema se queda sujetándolo, un colgante en medio del vacío,
el oro de un alquimista que nunca sentirá que lo ha logrado.

Disfrútenlos…

Luis Oroz 

 

UN SEGUNDO DE VIDA (SUSANA PALMA)

Acércate despacio, suavemente,
como si fueras brisa vespertina
que quisiera endulzar mi rostro con la sal
arrebatada de tu mar en calma.

Abril se ha detenido, amor, para nosotros,
y el sol se ha puesto adrede
para encender de luna nuestro anhelo
y dejarnos a solas con la luz
exigua de una noche improvisada.

Deja que tu silencio me desnude,
que resbalen tus ganas por mis hombros
como lluvia de pétalos de sol.
No me digas tu nombre,
que el amor es tan frágil como lo es la palabra,
y aquí, tú y yo no somos más que dos estaciones
que el destino ha querido acoplar con su grácil
y opulenta maestría.

Deja que te presienta en la distancia.
Sé que estás deseando arraigar en mi boca
para siempre, lo sé, que tus manos no alcanzan
a sembrar de recuerdos mi cintura.
Pero yo ya te llevo en mi interior
y te siento tan mío que no alcanzo a entender
las rosas del invierno ni el frío del verano.
Debe ser que tan sólo
un segundo de vida
nos separa.

CONTRA EL TIEMPO (PEDRO ARQUEDAS IBÁÑEZ)

No quiero un nombre.
Así empieza la muerte.
Y en vida niego la hierba de mi tumba
apretando la brizna contra el pecho.
Y digo no
al acervo
al enjambre
al reloj
de dunas o de olas
porque el  arco del péndulo
no abarca todo el aire que respiro.
Y aquí mi propia hoz
para segar de todo vientre
la mies maldita
la máscara aplacando
el rostro que no tengo.
No quiero un nombre.
No habrá palabra ni genealogía
en la voz de mis ojos.
Así desafío
sagrado
natural
la férula del número y la vértebra.
Así
no hay destino en el paso
sólo hombre
semilla contra el tiempo.

UNA GOTA (JUANMI JERÓNIMO)

Necesito una gota,
solamente una gota
para iniciar el mar
y atrasar los relojes al instante
y la noche a la niebla matutina.

Y sólo necesito
mis manos y mis ojos
para buscar las líneas del presente,
para encender los puntos suspensivos
de un horizonte en llamas.

El humo me devora,
me atrapa en las señales de sus labios,
en su idioma secreto de sed viva.

Y una gota, tan sólo una gota de azar
podría construir de nuevo un puente
que cruzara de sur a sur la niebla
en los ojos que miran un orgasmo,
en la boca que grita otro destierro
para hacerse de agua,
de agua solamente,
de aljibes en tu pecho.

LA PALABRA Y EL OLVIDO (JOSE MANUEL F. FEBLES)

De todas las palabras que se pueden decir
con la lengua o la pluma, las más tristes son estas:
“Hubiera podido ser distinto”
Joseph Heller

 

Que sea la palabra un vértigo desnudo,
un asalto cercándome en la espera,
las sílabas remeras de una estrofa
sin voluntad de olvido.

¡Cómo ha sido de abriles su memoria
cuando va el corazón entero
con la alegría errante de alborozos
sin que el silencio sea sombra
en el umbral de su carne!
La palabra enredándose en los labios
mordiéndome la boca -volar rompiendo el aire-.

Como si fuera la razón de todo
es esclava de su nombre, urticaria del tiempo,
cómo una sarga aserrada
para clamar sus gritos en el costado
de su cárcava tristeza.

El momento vendrá de sus manos
y ha revuelto la herida con su presencia,
pero no tiene cita, ni hora…
y no puede dejar la desollada noche
hacia otro lado de mí,
como un poema que se escribe sin versos.

TRASMUTACIÓN   (ISABEL RODRIGUEZ)

Mientras estaba ofreciendo donativos
quemando incienso en las aras, vio
presagio! ennegrecerse los sagrados
convertirse en impura sangre los
vinos.

Virgilio
Eneida, Canto IV
“Dulce como este vino es el amor”

Alza Dido las últimas ofrendas,
quema el último incienso
y colma hasta los bordes la recamada copa
de un vino oscuro y dulce.
Y presenta a los dioses aquel vino sagrado
mientras ardientes lágrimas
le surcan las mejillas desoladas
y bajan por su cuello,
perdiéndose en su seno, de dolor traspasado
por la herida de Eneas.

Todo ha callado en torno:
las voces de marinos aprestando las naves,
el ruidoso ajetreo
de remos y de velas en la agitada playa,
los cánticos que entonan implorando a los dioses
un viento favorable,
un aliento benigno sobre su nueva empresa.

Han partido las naves,
han cesado los cantos y ya tan sólo el eco
lejano va quedando
de las dulces palabras en los labios de Eneas,
tan dulces como el vino que en las noches de fiebre
y de amor derramado
saboreaban juntos como un néctar divino,
que vertía en sus venas un fuego inextinguible,
eterna llamarada
de amor sin retroceso.

“Dulce como este vino es el amor”.

Y ella se recostaba sobre el pecho de Eneas,
ya su única patria,
ya su solo tesoro, ya toda su certeza.

“Dulce como este vino es el amor”…

Vuelve Dido los ojos a la ofrendada copa;
ve rebosar el vino de los dorados bordes.
Mas, como en un presagio
funeral y sombrío,
el dulce vino rojo se torna oscura sangre
que empapa los ropajes
espléndidos del tálamo,
las ropas y las armas del héroe fugitivo,
que abandonadas yacen
sobre el lecho vacío.

“Dulce como este vino es el amor”.

Ha llegado la hora.
Ella sabe, lo sabe, que no tiene retorno
la senda de la sangre,
que el vino transmutado le muestra su destino.
Y la espada de Eneas
hunde en su tibio seno con rigor implacable,
y exánime se tiende sobre el que ayer fue tálamo
y hoy pira funeraria.

Y corren confundidas ambas sangres,
las sangres inocentes de la vid y la reina,
unidas por el mismo destino de abandono.
Las últimas ofrendas
se consumen calladas sobre un ara de fuego,
mientras expira Dido
con el nombre de Eneas en los labios exangües.

“Dulce como este vino es el amor…”

VOY RECOGIENDO ESPEJOS (RAMÓN CARBALLAL)

Yo no te conocí junto al mar. Fue
en el asfalto, entre paredes rugosas
como de piel adoquinada,
donde se abrieron tus fuentes.
A diez pasos de la nada,
con la húmeda verdad de las palomas,
en la taquigrafía de los despertadores
que, lentamente, deshacen tu lluvia
voy recogiendo espejos, versos de ala rota.

PUDIERA SER (JULIÁN BORAO)

Pudiera ser, tal vez pudiera ser
que llegara el otoño, tras un verano intenso,
y una mano desnuda construyese
el detalle que la emoción ansía
y un corazón hablara
fecundando las sedas de las hojas
como en una canción que acompasara
el ritmo de la tierra.

¡Oh detalles inmensos de goces diminutos!

Y así, como algo estremecido,
llegáramos airados
a la esencia de nuevas claridades
que fueran el reposo
de tantas experiencias y fatigas.

Porque pudiera ser
que no bastaran ya las horas de la vida,
que la ceguera ingenua
de cada intromisión en la torpeza
fuera el pesado lastre que nos queda
cuando recomponemos esos pactos
que hacemos con la historia
de todo el sufrimiento que hubimos de vivir.

¡Oh imágenes absurdas del dolor!

Y sin embargo el cieno templa nuestros cuerpos,
se impregna en cada poro
como un fiero invasor,
se vuelve compañero indispensable
de la rutina incómoda y paciente
de todos los instantes cotidianos.

Aleja esa invasión,
describe audacias, repara en los cuidados
de lo que has de saldar, bebe tu suerte.

Pero no te recojas,
no cierres la sonrisa,
vuelve a posar tus manos generosas
en los hombros del mundo,
anhela, sí, este otoño que ahora se avecina,
porque pudiera ser
que no hubiera lugar para nuevas promesas
si torpemente miras a otro lado,
que no pudiera haber más esperanza
dejándote llevar por esa desgraciada indiferencia
que  no atiende zozobras
y desprecia el susurro

que tu latido siente cuando lo necesitas
escarbando penumbras en tu emoción vacía.

UN ARCO IRIS (VIVÍ FLORES MASSARES)

La crisálida en mí cierra los ojos.
Hay cielos que no alcanza su pupila de miedo,
y decide soñarlos.
Para crecer las alas me falta el horizonte,
el color de mi sangre amaneciendo
despegando del gris de la apatía.
Me faltan los jardines que pisoteó la vida
como si aquellas flores
no hubiesen merecido sobre el rostro
la caricia suavísima del viento
o de mis manos torpes, aferradas al frío.
Me reconozco frágil.
Ni la roca, ni el fango, ni el abismo
al que arrastro los pasos
irguieron totalmente las murallas
ni corrieron los velos piadosos del olvido
sobre cada retazo de inocencia.
La crisálida en mí vuelve a dormirse
después de cada beso que roba de un poema.
Hay mil bocas besándome en el alma
y no saben que existo,
y no saben que tejo capullos de colores
en que escondo mi ausencia de matices,
mis terrores chiquitos y asesinos,
niños rapaces que alimento a llanto.

 

Yo no elegí ser sombra,
noche indeleble bajo la piel clara,
hueco nostálgico que impide el brillo
de la luz propia, si es que hubiera fuego
alguna vez, quien sabe, en esta tumba.
Pero si puedo, aún, volar sin alas
colgándome en las crines de algún verso
y ver el sol subiendo al horizonte,
y acaso… un Arco Iris tras las lágrimas…