Jeff Buckley – Hallelujah

Autor: F. Enrique

Jeff Buckey

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He estado aquí antes, pequeña,

conozco esta alcoba, he hollado sus caminos,

solía estar solo antes de encontrarte,

sobre un arco de mármol vislumbré tu bandera

pero el amor no es una marcha triunfal.

Leonard Cohen – Aleluya – Variación: F.E. León

 

Jeff Buckley solo publicó un disco en vida, Grace, aclamado por la crítica y por grandes nombres del mundo de la música, no tanto por el público aunque con el paso del tiempo haya logrado cifras respetables de venta. Era el año 1994, fue una aparición relativamente tardía y sorprendía que no se hubiera acelerado su lanzamiento por ninguna discográfica desde que en 1991 dejara a la audiencia en estado de trance con la interpretación de cuatro canciones, una de ellas a capella, durante un concierto en homenaje a su padre, el también cantante, Tim Buckley, muerto por sobredosis en 1974 cuando Jeff tenía 8 años, aunque casi nunca había convivido con él, pues lo abandonó cuando solo tenía unos meses. Este es un hecho que marcaría su personalidad tendente a un pesimismo lírico y profundo en sus letras, y su convencimiento de que aquellos que vivió fueron unos tiempos difíciles que habían consagrado a la soledad como una diosa implacable en el torbellino de unas comunicaciones vacías y sin alma, un momento en que las grandes empresas especulaban con el destino de millones de asalariados y una cortina oscura no dejaba que pasara la luz de las buenas intenciones.

 

Grace, considerado, desde el mismo momento de su publicación, una obra maestra deslumbrante desde un punto de vista cualitativo y emocional, contaba con composiciones propias en las que desarrollaba con entrega la amplia gama de su virtuosismo vocal con una gran variedad de registros usados con maestría y una precisión que hacía parecer innata su habilidad para pasar de graves a agudos sin solución de continuidad según lo requerían las palabras, y dos versiones[1]. Una faceta esta en la que se empleó con verdadera devoción y en la que conseguía que los oyentes se quedaran con la impresión de que las canciones elegidas habían encontrado su interpretación definitiva, que nadie podría igualarlas (ni siquiera Bob interpretó tan bien a Dylan) pues las abordaba con fe, convencimiento y con sensibilidad, una virtud esta última que se nombra indefectiblemente como su característica más acusada y a la que no renunciaba a pesar de saber que era denostada en aquel momento tan prosaico y asertivo.

 

No incluyó ninguna de sus magníficas versiones de Dylan en el disco, pero sí la que le proporcionaría su mayor éxito y la que todos cantan aunque no conozcan al autor; Hallelujah, publicada en 1984 por su compositor, Leonard Cohen. A pesar de su calidad y la celebridad del poeta no había llamado especialmente la atención del gran público, fue Buckley quien hizo que éste advirtiera que Cohen había añadido una nueva obra maestra a su cuenta repleta de pasiones y desengaños, quien la convirtió en el himno de la triste alegría que ha podido desplegar todo su significado entre el amor, la mística, las referencias bíblicas y el ansia indescriptible de inmortalidad; otros grandes cantantes la han elegido en momentos especialmente emotivos; el independiente y exquisito Rufus Wainright hizo una magnífica aunque no pudo quitarse de la mente el influjo sentimental de la memoria de Jeff, quizás la última a tener en cuenta sea la estremecedora de Chester Bennintong para ofrecer un sentido adiós a su amigo Chris Cornell en su funeral.

 

Jeff Buckley murió ahogado en el río Wolf a su paso por Memphis adonde se había desplazado para grabar su segundo disco, solo tenía treinta años. Parece ser que pagó caro su atrevimiento al sumergirse en el río vestido y con botas, en lo que no era más que un juego en un instante de euforia. Sus seguidores sostienen que su trastorno bipolar, confesado poco antes, habría estado en el origen de ello, una fase de manía habría propiciado su temeridad, ese momento en que no se percibe el peligro, en el que cualquier obstáculo, por muy difícil que sea, parece fácil de superar.

 

[1] La otra versión es Lilac wine, una canción situada en la zona tibia dentro del repertorio de Nina Simone por su falta de profundidad que Jeff supo elevar sacando un partido sorprendente a la calidad impresionante de su voz.