Poesía lárica: poesía del retorno

La designación de una poesía lárica obedece a una corriente nacida en la segunda parte del Siglo XX en la geográfica zona sur de Chile. Tal denominación no tiene como objetivo normalizar un momento de la lírica chilena, sino designar una tendencia en la creación poética en la cual los poetas que la componen tienen ciertos factores estéticos y éticos que los aúna, todo lo anterior sin tener un acuerdo previo. Pero, para entender el verdadero valor de esta poesía, vale la pena resolver ciertas cosas, como qué significa la existencia de una poesía lárica, de dónde procede y cómo se identifican los poetas láricos.

Jorge Teiller
Jorge Teiller

En primer término, debemos decir que la dimensión alcanzada por la poesía lárica es tan amplia que poetas con distintos estilos y visiones estéticas bien podrían ser reconocidos en esta vertiente. Entre quienes pueden ser llamados poetas láricos, según Jorge Teillier, fundador de esta denominación, existe un “rechazo a veces inconsciente a las ciudades, estas megápolis que desalojan el mundo natural y van aislando al hombre del seno de su verdadero mundo”. La poesía de los lares es, ante todo, una respuesta al desarraigo. El estar en el mundo de los poetas láricos no apunta a lo que a mediados del siglo pasado buscaban los poetas en desarrollo de la poesía chilena, quienes veían en el “desarraigo”, el viaje a Europa, un reniego, sin tener una base sólida de su propia cultura y tradición, desconociendo sus bases históricas y, por el contrario, prefiriendo las foráneas mientras existía ignorancia de las bases culturales de la sociedad por conocer. Estos, que buscaban el éxodo, tenían principalmente motivos de orden político o comercial, siendo parte de la pequeña burguesía chilena. Es en contra de esta postura que florece la poesía lárica, nace como una respuesta, como un reafirmar la tradición y la historia de la literatura chilena. Existe en los poetas de los lares, una búsqueda del medioambiente, una fusión con la naturaleza y un retorno a lo originario del hombre en contacto con el mundo, no como una experiencia meramente literaria, sino como una experiencia vital.

Mitológicamente hablando, los lares son los dioses romanos encargados de velar en las encrucijadas y los recintos domésticos. Los romanos creían en la vida de ultratumba y pensaban que los lares o los amos pasaban a ser espíritus tutelares o protectores de la casa y de la familia. El término “lárico” es abanderado por el poeta Jorge Teillier, quien basa la denominación en una carta enviada por Rilke a Witold Hulewicz en 1925 después de finalizar su obra “Elegías de Duino”, donde insta a  valorar las cosas relativas a la propia tradición cultural que contienen en sí elementos familiares y que, a su vez, coexisten con las cosas pertenecientes a otras culturas que carecen de historia en este nuevo ambiente, principalmente los objetos hechos en serie por la masa exportadora mercantil. Al respecto, Rilke señala que “las cosas vividas y animadas, las cosas que comparten nuestro saber, decaen y no pueden ya ser sustituidas. Nosotros somos quizá los últimos que han conocido todavía semejantes cosas. En nosotros está la responsabilidad, no sólo de conservar su recuerdo (esto sería poco e inseguro), sino su valor humano y lárico (“Lárico” en sentido de las divinidades del hogar, los “lares”).”

La poesía de los lares, no es una poesía exclusiva de un lugar geográfico, más bien, es una situación de contraste entre las grandes urbes con la ruralidad que lentamente desaparece. Es en esta ruralidad, donde las tradiciones de los pueblos se preservan o se borran junto a ellas, y es a estas tradiciones a las que el poeta lárico es sensible; sin embargo, la mirada lárica también puede potenciar de cierta forma la urbanidad con su progreso insaciable, pues esta representa una temporalidad que también se agota y se sustituye. Se enmarca al poeta lárico como hermano de los seres y las cosas, como un transeúnte de la cotidianeidad y, por tanto, el lenguaje poético de éste lleva impreso la vida cotidiana, rechazando un lenguaje brillante y efectista. Más bien, promueve el léxico basado en las cosas comunes, pero bajo un contexto poético novedoso que surge para el poema. Hay cierta búsqueda de una edad de oro, una edad perdida en el inconsciente colectivo que no sólo envuelve la perdida infancia sino, inclusive, el viejo paraíso terrenal; de esta manera los referentes son poetas como Serguei Esenin, Dylan Thomas, George Trakl, Gerard de Nerval, René Guy Cadou, Milosz, entre otros.

El poeta lárico, en síntesis, busca mostrar la profunda realidad existente tras la vida cotidiana de su prójimo, la nostalgia por lo rural, por la infancia y la edad perdida; es un habitante del mundo, haciendo poesía para “amigos desconocidos”.

Tres poetas láricos

 

A un niño en un árbol
Jorge Teillier (1935-1996)

Eres el único habitante
de una isla que sólo tú conoces,
rodeada del oleaje del viento
y del silencio rozado apenas
por las alas de una lechuza.

Ves un arado roto
y una trilladora cuyo esqueleto
permite un último relumbre del sol.
Ves al verano convertido en un espantapájaros
cuyas pesadillas angustian los sembrados.
Ves la acequia en cuyo fondo tu amigo desaparecido
toma el barco de papel que echaste a navegar.
Ves al pueblo y los campos extendidos
como las páginas del silabario
donde un día sabrás que leíste la historia de la felicidad.

El almacenero sale a cerrar los postigos.
Las hijas del granjero encierran las gallinas.
Ojos de extraños peces
miran amenazantes desde el cielo.
Hay que volver a tierra.
Tu perro viene a saltos a encontrarte.
Tu isla se hunde en el mar de la noche.

Alberto Rubio
Alberto Rubio

Es el camino

Alberto Rubio (1928 – 2002)

Es el camino que condujo mi infancia.
Aquí está el mismo cerco, allí las zarzamoras
llenándose de polvo, allí la piedra agreste,
y un niño fantasmal que eternamente sigue.

Y el cabello camino verdea con el sauce,
cayendo en hondonada sobre el pecho.

Es el mismo camino. Allí está el horizonte
viviendo de crepúsculo, siguiendo al mismo niño.
Allí la zarzamora cubriéndose de polvo,
mientras miran los álamos testigos en el cerco.

Es el mismo crepúsculo adonde marcha el niño.
Y más allá, la historia que comienza ahora…

Rolando Cárdenas
Rolando Cárdenas

Regreso

Rolando Cárdenas (1933-1990)

Un día regresaremos a la ciudad perdida
como las estaciones todos los años,
como una sombra más en las tardes,
preguntando por antepasados
o por el río en cuyas aguas se quebraba el cielo.
Será en invierno
para revivir mejor los grandes fríos,
para ver de nuevo
el humo negro de los barcos cortando el aire,
para escuchar en las noches
los pequeños ruidos de la nieve.
Nos sentaremos a la mesa como si tal cosa
a probar el pan de otros días.
Un pájaro que cruce por la ventana
nos hará pensar en el bosque de pinos
donde el viento se revolvía furioso.
También preguntaremos por antiguos amigos
pensando quizás en el rostro de alguna muchacha.
Aún existirá el boliche
donde se reunían viejos campesinos.
Nos invitarán a beber y a conversar
asuntos que nadie olvida.
El tiempo no es más que regreso a otro tiempo.
“Todos nos reuniremos alguna vez bajo tierra”.
Alguien nos reconocerá a la vuelta de la esquina.
Será como venir a saludar desde otra época.

Bibliografía

Teillier, Jorge. Boletín de la Universidad de Chile, Santiago, N°56 (05.), pp. 48-62, 1965.

Traverso, Ana. Discusión del concepto de poesía lárica. Documentos Lingüísticos y Literarios 24-25: 63-70, 2001 – 2002.