Los olvidados: Juan Rejano

juan_rejanoJuan Rejano
Octubre de 1903 – Julio de 1976

“Cuando se rehagan las medallas destruidas por la noche pestilente de estos tiempos, rota apenas por las rayas valerosas de la batalla española, recogeremos entre cieno y ceniza las lágrimas de esta poesía, su cola de cristales, de tal manera que estaremos orgullosos pensando cómo pasó la gaviota dejando una estela de platino sobre el cielo obscuro de la tempestad terrestre, y escarbaremos esa minuciosa moneda, fragancia estricta y resplandor, como documento de antiguos héroes, de mucha edad, de mucha congoja, de mucha primavera también…”

Pablo Neruda

Nos regalamos demasiados olvidos.
A veces hacemos esperar, llenarse de polvo y hasta enmudecer la voz de muchos poetas; menguarlos, olvidarlos, anochecerlos…
Hoy hablo de Juan Rejano, desde la mirada que me otorga el tono severo con que nos describe apasionado su tiempo y su destierro.
“Aquí lejos, muy lejos,
sin raíz y sin luna,
desarbolado, ciego,
cuando me han arrancado de los brazos
de mi origen y oprime
mi garganta un dogal de soledades,
cuando llamo a las puertas más recientes
y me responden los antiguos ecos
y soy por ello un desangrado arcángel
sin orillas, ni rosas, ni sorpresas.”
Perteneció a la Generación del 27, y en su Libro de los Homenajes podemos encontrar recordatorios a algunos de sus representantes: Gacela de la Sombra, a Federico García Lorca; Imagen de Rafael Alberti y sus Poemas; El Mar Pregunta por Emilio Prados; A Luis Buñuel, Romanceador de Sombras; En la Muerte de Manuel Altolaguirre, y un largo etcétera de artistas y nuevos poetas.
Al periodismo se dedicó hasta su muerte. Abundante fue su labor periodística en torno a temas culturales en España, antes y durante la guerra. Y ya en México continuó su amplísima aportación, al crear revistas y suplementos literarios y colaborar con publicaciones ya existentes.
Como poeta de esa España peregrina que sufrimos todos, ahora, con mecanismo de ”sympathias”, nos muestra una “Mirada del hombre” entre la angustia y la esperanza.
“Quiero a veces huir, huir a donde
la memoria está exhausta
y sólo es un acorde suspendido
sin ayer ni mañana;
huir a donde el hombre anida con el sueño
más allá del espejo en que se abrasa,
más allá de la duda,
más allá, más allá de la esperanza.”
Llega el exilio donde “vivir de ausencia es ya sobrevivirse”. Y tras su paso por el campo de concentración de Argelès parte a México.
“Al alba va la noche del destierro ascendiendo
como un bosque que emerge del mar y se ilumina…”
Todos los libros de Rejano se editaron en México (muchos son hoy inencontrables) pero en su antología “definitiva”  con la que nos devuelve su diálogo trasatlántico su extensa e intensa obra, él mismo recopila y escoge poemas olvidados en otras publicaciones.
Cuando nos habla de La Mirada del Hombre, el propio autor dice que este libro tiene la virtud de ponerle en contacto con el público español, con su pueblo, de quien forzosamente había vivido separado (y es que Rejano comenzó a sernos familiar al saber de su muerte).
“Desnuda tierra donde está mi sangre,
desnuda tierra mía encadenada,
de caminos que lloran a sus hombres,
de olivos y silencios con raíces hermanas.”
Su poesía que comienza en 1939 con La muerte Burlada o Memoria en Llamas (libro prologado por P. Neruda) gira en torno a España: fuerza y pasión para con su patria, agitándose en intermedios de nostalgia y angustia.
“Disuelve por mi sangre tu ceniza,
tu viento y tu pasión ¡Oh, patria ardiente!
Llega a mi exacto tronco transparente
Y en verdes lechos vivos agoniza.”
En esta angustia convocada de hombre, la muerte acecha a la esperanza: qué dura batalla.
Arropado por la vehemencia del lenguaje del exilio, la lucha entre la conciencia del hombre en la Historia –hombre político- y mónada de la contemplación (dicotomía que le supongo de por sí a la poesía) se hace patente en Rejano que acaudala poemas en libros como un todo por su temática.
Cuando la poesía es una necesidad para aliviar el alma de tanto y tanto recuerdo en la lejanía amarga, el compromiso es una obligación incuestionable.
Con respecto a este compromiso nos deja pequeñas muestras a lo largo de toda su poesía, pero se hace más patente cuando más explícito és, y ahí está su libro Fulgor Violento dedicado a los guerrilleros y su  Oda a España dedicada por entero a Dolores Ibarruri (y como curiosidad alimentada he de nombrar aquí, un poema dedicado a Santiago Carrillo titulado Trébol de Octubre).
Estos símbolos epocales que ahora nos dejan asombrados y que fueron la tónica habitual, son la síntesis del hombre que vive su tiempo.
Juan Rejano quiso hallar palabras para expresar su mundo y entregarlo a los venideros.
SEGUNDA ELEGÍA ESPAÑOLA
A Francisco Giner de los Ríos

Nube, viento será para el olvido,
La sangre que alzó ayer como columnas
Sus brazos sin defensa, solitarios,
La fuerza que arrastraba las montañas
Y ocultaba el latir de los espacios
Donde cadentes ríos sin origen
Sus enlazados pechos asomaban.

Pero en viva batalla está su muerte
Bajo pisadas que la luz condena;
En más honda pasión está el latido
Que cuando a verdes cimas ascendía,
Por un himno de angustia convocado.
Bajo la tierra en que el reposo habita,
Alza su frente iluminada y abre
Sus venas al que busca el bien perdido;
Llama al hombre lejano y enardece
El corazón, de los corazones vírgenes
En que el dolor tan sólo abrió esperanzas
Y vigilan sin número entre sombras.
Y a su voz, de las tumbas como rosas
Sales los dueños que jamás olvidan
Los verdaderos cuerpos no extinguidos,
Duros como la sal, como aquel día
Cuyas ramas de fuego van creciendo
Y al cielo alcanzan ya como una hoguera.

¿Quién detendrá esta suma, esta corriente
donde truncados árboles navegan
por una herida hacia la mar del sueño?
¿Quién negará este cuerpo, este horizonte,
más claro en la tiniebla, más cercano
para el que mira lejos y no duerme?
Viviendo, ardiendo,  sube su centro,
A libertar el viento encadenado,
Los ánimo más puros cuyas manos
Recorren avenidas temblorosas,
Se crispan en un mundo calcinado,
Poblado de cadáveres ausentes.

No quisiera escatimar palabras.
Quisiera seísmos de antologías para remover el almacén trasero de la memoria.

Se muere una sola vez.
O se muere tantas veces
Que no se llega a nacer.

Morir… cuando descansemos;
Pero, mientras, que la muerte
No nos lleve a su terreno.

Que del nacer al morir
La distancia no es muy larga
Pero es dura de cubrir.

Cúbrala el hombre con sus hazañas.