“Dicen que soy de porte bajo y erguido. Mis racimos son claros y tengo las uvas de forma ovalada. La verdad es que soy una cepa elegante, pero de poco rendimiento. Antiguamente, me utilizaban para la elaboración de vinos licorosos, ya que tengo una elevada graduación alcohólica. En mi época de jovenzana, es decir, hace unos treinta años, se empezó a investigar con diferentes variedades foráneas: cabernet sauvignon, merlot, chardonnay, riesling, viogner o syrah, entre otras. Evidentemente, también se experimentó con algunas de las uvas autóctonas: estamos hablando de callet, de manto negro, de premsal, de gargollassa… y de mí misma, la giró, si permiten que me presente. Lo cierto es que estoy un poco preocupada por mi identidad. Es muy curioso, pero no tengo ni la más remota idea del lugar exacto de mi origen. Recuerdo haber oído contar a mis viejas amigas que cuando ellas sufrieron el terrible golpe de la filoxera, entre finales del siglo XIX y principios del XX, ya existía una uva llamada giró. ¿Debían referirse a mis ancestros?”
Para saber algo más sobre esta variedad tan minoritaria, y como mi curiosidad es siempre más grande que yo, quise intercambiar unas humildes opiniones con Andreu Oliver, de las bodegas Can Mayoral, de Algaida. Este amable viticultor y enólogo me contó cosas interesantísimas referentes a la giró. Por ejemplo, que la planta es muy vistosa, pero de escasa actividad productiva y de maduración irregular. El color de los frutos es lo que más resalta en las viñas de giró. A medida que van madurando, el tono se intensifica hasta alcanzar un rojo intenso.
En los cultivos de Can Majoral, vendimian a principios de septiembre. Una vez se ha recogido el chardonnay, cosechan la giró y, por último, la premsal blanc. Por su excelente maduración, una vez elaborados los vinos, apreciamos unos 12-13 por ciento de graduación alcohólica. La giró tiene una sorprendente actitud en su paso por barrica, aunque lo más curioso es que el mismo vino sin fermentar en toneles está mucho mejor.
Me gusta su saber estar y su porte al enfrentarse a las muchas y diferentes enfermedades, ya que es muy resistente a todas ellas. Uno de las cosas que influye de manera determinante en su rendimiento es la favorable brisa marina que se da en los terrenos más próximos a la costa.
Como vinos elaborados en Mallorca con giró, podemos destacar el monovarietal Torre des Canonge, de Toni Gelabert, bodeguero de Manacor. Se trata de un blanco fermentado en barrica durante cuatro meses, con una producción de sólo 1.800 botellas, complejo, cálido, sedoso, con mucho cuerpo. Un vino bien conjuntado y en el que se aprecian tanto las notas de frutas tropicales como los ligeros tostados que aporta la madera. Una de sus mayores virtudes es que envejece muy bien en botella. En cuanto a maridaje, sus mejores compañeros de mesa son el pescado y las carnes blancas, pero es capaz de aguantar bien un asado de lechona gracias a su intenso sabor y a su textura untuosa.
Xisca Socias, sumiller