Junto con la greixonera (un pudin) y las orelletes (fruta de sartén), el flaó forma parte de la tríada de dulces tradicionales de las Pitiusas. Paradójicamente, su remoto origen le está jugando una mala pasada, ya que aún no se ha hallado el documento histórico que pueda avalar las primeras acciones de compraventa, requisito imprescindible para obtener la Denominación Geográfica como producto de reconocida calidad. Se trata de determinar con exactitud en qué fecha y lugar se vendieron los primeros postres. La ausencia de historia comercial ha movilizado a los pasteleros pitiusos, que ya habían consensuado la receta original y ahora ven paralizados sus esfuerzos ante este vacío documental.
Con o sin marca de calidad, el flaó es uno de los mejores dulces de las islas, un postre tan sencillo como sabroso gracias a la perfecta combinación de dos sabores, queso y hierbabuena, más la adición optativa de anís como condimento. Antiguamente, como tantos platos tradicionales, su consumo estaba vinculado a una festividad religiosa. Hasta hace unos años, se elaboraba sólo en Semana Santa para ser servido el domingo de Resurrección, pero hoy se prepara a lo largo de todo el año.
Su fórmula es sencilla. Anotamos aquí la que nos cuenta Dorita Serra, hermana de Victor, propietario del restaurante Es Ministre, de Formentera. En primer lugar, se hace una masa quebrada con 200 gramos de harina, 100 de azúcar, un poco de manteca de cerdo fundida, ralladura de piel de limón, un poquito de zumo de naranja y medio sobre de levadura. La mezcla se trabaja un poco con las manos y se deja reposar en la nevera, envuelta en papel de plástico. Para el relleno, se mezclan 600 gramos de queso fresco de cabra con 300 de azúcar, 3 huevos, dos cucharadas de harina, ralladura de piel de limón, canela en polvo y hojas de hierbabuena picadas. Se estira la masa lo más finamente posible y se forra un molde redondo (o flaonera) previamente engrasado y enharinado. Se vierte el relleno sobre la masa y se hornea a temperatura media durante unos 35 minutos. Es frecuente incorporar a la masa una copita de anís y unos granos de matalahúva (Pimpinella anisum).
Mientras prosigue la labor investigadora para documentar las primeras transacciones comerciales con flaó, seguro que esta tarta de queso fresco y herbasana continuará consumiéndose y exportándose cada vez más. Los últimos datos, aportados por el historiador Marià Torres, señalan que los vestigios más antiguos de su existencia datan del siglo XIII. Según este estudioso, sólo a través de la investigación de los recetarios de los sacerdotes y monjas de clausura podrá obtenerse algún resultado positivo. Por el momento, el único reconocimiento oficial con que cuenta el flaó es una caja promocional.
Redacción.