Selección de poemas del Foro Alaire

La poesía se abre paso en todas direcciones, los estilos coexisten formando un perfecto ensamblaje donde todo tiene cabida, el verso aflora desde la pulcritud de las formas clásicas que parten de la métrica y el uso de las figuras literarias de toda la vida, hasta la frescura y el riesgo del verso libre donde los ritmos imponen nuevos cánones. Nada ha dejado de estar vigente en esta caza y captura de la belleza que hace de la palabra un ente tan real como etéreo, tan efímero como eterno…y es que los poetas son hombres y mujeres de su tiempo, la poesía no, ella es para todos los tiempos…
Y para muestra…un botón.

Eduardo Diaz –  La noche

Ángulo oscuro del silencio
donde el sexo envuelto en su sudario
retiene al mundo en un instante y lo soporta
para dejarlo desnudo entre las sábanas
Pequeña tumba en la cripta de los sueños
donde el dolor cabalga entre serpientes
cerrojo antiguo, simulacro de la muerte
indeclinable rotación de la existencia
Dragón arcaico titilando azufre y fuego
en malecón donde rompe la inconciencia
mientras la luna va asperjando soledades
los viejos náufragos resurgen del silencio
Pálido nombre acompaña tu existencia
donde los huérfanos de cielo se cobijan
y en la textura temblorosa de algún verso
haces posible la creación del universo
Arquetipo en la conciencia colectiva
cuyas páginas no duermen en estantes
ancho muro, sombrero de los sueños
donde anidan los cantos y el silencio

Amparo Bletisa – He vuelto a mi mitad

Ahora te veo más claro,
muchísimo más claro sin las gafas
Te me asemejas mucho
a un vaso de cristal con ralladuras
de esos de Duralex de mala clase
que se hacen mil añicos si se rompen.
Nunca supiste amigo mis tendencias
a esos cristales puros de Bohemia
que cantan sin esfuerzo a los pellizcos
y te regalan ruidos sorprendentes
al roce de una uña bien pintada.
Deja de molestarme
con cantos de un cristal de clase baja.
Ya he vuelto a mi mitad, a mi quietud,
a la pureza enorme de cualquier transparencia.

 

Julio Gonzalez Alonso – Sólo vengo a preguntar.

(Tríptico. Paisaje con muchacha saltando a la comba,1936. Salvador Dalí)
Hoy vengo a preguntar
por las sombras que huyen bajo el mismo sol
en direcciones contrarias
en un cuadro de Dalí.

No tengo
hoy
historia que contaros,
ni siquiera una anécdota, nada; sólo preguntas
sobre un sol con dos sombras en un cuadro
y una muchacha que corre con el cabello al viento
de un paisaje sólo desierto
abierto
a los ojos y la sed
-a la sed y a los ojos-
aire aquietado en ruinas y huesos calcinados.

Adivino tu grito en el exilio del silencio
de tu sombra
y el abrazo que esperas de los brazos del tiempo ;

mujer,

qué naves has quemado en la piel del deseo
desatado,
el labio húmedo
de pasión y besos de confesonario; qué esparcidas caricias
te visitaban
en el lecho de los sueños. Pregunto
mientras corres y saltas a la comba
y alejándose tu sombra por el este

me conmueve el miedo, aire quieto envolviendo tu desnudez
de niña

y puedo sólo preguntar tu nombre,
la urgencia que se agita
palpitante en tus pechos

ahora que corro ciego en la dirección contraria de tus brazos
para atarme al anudado salto de tu cuerda

y mi sombra, llanura desolada, se pierde en el oeste.

 

Just Gafar – Poemas incompletos

a Sylvia Plath

Me entristece verlos andar por ahí
Van sin piernas, sin brazos
Tropezándose entre ellos mismos
como alfileres

Algunos de cabeza enorme babean
sobre la oscura noche
Otros despiertos me miran extrañados

No reconocen a su propio padre

Han bebido de mí
se han amantado de mí como parásitos
Aún teniendo una edad vergonzante
para amantarse

Pero no han crecido
No ha nacido en su pecho nada amargo
a lo que se pudiera llamar alma

A veces siento que los odio y me maldigo
No quisiera que alguien llegara
a burlarse de alguno de estos pequeños

Habré de condenarlos al silencio Sylvia
al fuego eterno
al sepulcro primogénito del olvido
Habré de meter sus cabezas enormes
en un horno de gas una mañana
y ya para siempre

Y luego acostarme pálido junto a sus cuerpos
calmado
como si nunca hubieran existido.

 

Oscar Diestéfano – La Sed

tenía sed
mucha sed tenía

pasaba el tiempo
y la sed era su único quebranto
por las sendas de su rutina
por los páramos de su mundo

buscó
entonces
el río
como un reptil que abandona
su laguna evaporada
por los caminos de las fieras
por los vuelos del buitre
con la sed incurable

y lo encontró viboreando en la llanura
surtiéndose a los pájaros
y se detuvo a beber
a beber todo el tiempo se detuvo
todas las horas
toda su vigilia

y la sed no se apagaba
no se apagaba nunca
y se hizo árbol
y la sed seguía
y se hizo pez
y la sed seguía
y la sed seguía devorando su entraña
convirtiéndolo en antorcha
en lava que incendiaba el río

y la sed no se apagaba
no la apagaba la angustia
ni el hambre
ni el sueño
ni el ensueño
ni el hombre
ni el poeta

 

Esteban Granado – Obama

No votarán en blanco los poetas cabizbajos del Bronx,
por una vez, no votarán en blanco, como han votado siempre,
también cuando dejaba de importarles el nombre de la bestia
y evitaban las urnas transparentes, y los espejos líquidos
de las televisiones, y los diarios demócratas, y el cine,
devotos de una forma de justicia poética distante
del afamado trébol que establece la suerte de los débiles.

Ha sido derrotado en la batalla, pero vive en las calles.
Jim Craw sigue campando por su infamia en las calles desiertas
de los pulcros suburbios que rodean el centro de las urbes,
en una mano el látigo candente, una Biblia en la otra,
arcángel mercurial que se dijera tronchando el Paraíso,
levitando en el aire envenenado, en la nube de smog
que retuerce el gaznate de las sombras caídas en desgracia.

Al sur del Polo Norte, el sur en guerra, de Boston a Miami.
De Vietnam en Vietnam, atiborrándose de niños en peligro,
de ciudades y aldeas miserables ahogadas en la piedra,
El Hacha Cautelar -arma homicida de todos los imperios-,
luz que frecuenta hogares sin retorno, desesperada luz
que avanza entre amapolas verticales y panteones rubios
para morir de éxito en la noche completa de los hombres.

Ningún poeta pierde la memoria, ni dedica canciones
al genio americano, ninguno exalta la gesta innecesaria,
la sanción inhumana, la barbarie del Cuerpo de Marines.
Prefieren contemplar el heroísmo de los críos descalzos
que deambulan con sus cicatrices por entre los escombros,
sobrecogerse ante la flor marchita de los viejos mercados
o recitar con alma el verso muerto que exige la cordura.

Prefieren escuchar a Nasir Jones (‘…ten years in the game…’)
y escribir sobre el agua sus pequeños capítulos de gloria,
o componer baladas imprevistas, odas a la vergüenza,
poemas a bocados, dentelladas, tragaderas y fauces,
letras universales que revuelven la impura sopa Campbell
de los seres felices, con sus máquinas ebrias de poder
y sus atolondrados rascacielos que irritan a los dioses.

No votarán en blanco los poetas efímeros de Harlem
(¡ni el rabino de Brooklyn!), ni siquiera las muchachas neumáticas
que investigan la rima en los jardines agónicos de Queens.
Publicarán artículos de impacto en las sucias paredes
e irán a ver las últimas películas del cine independiente
con una gran sonrisa candorosa crujiendo entre los labios
y la satisfacción de ser un pueblo al mando de sus sueños.

 

Blanca Sandino – Vengo

Forzada a respirar aunque no quiera, vengo con un dolor antiguo,
con un sabor a pérdida y fracaso habitando mi boca,
acarreando a duras penas mis silencios,
con alma desplegada (para secarla al sol de tanta lluvia).

Forzada a no morir; forzada a respirar aunque no quiera,
llego hasta los bordes templados de tu geiser
tirando de mis huesos fracturados, con el ansia excavada entre los ojos
de verme reflejada en tus pupilas de cinc y piedra y fuego.

Vengo… porque necesito contarte tantas cosas:
los veranos de tranquillón y alfalfa, los otoños de vides, los inviernos,
las madrugadas oscuras, tan oscuras para pescar estrellas,
y el cansancio. Este cansancio de no saber, y saberte tan lejos.

Vengo para guardar en ti mi desamparo de mar embravecido,
mis alas rotas; mi corazón de virgen portadora de lámparas marinas.
Y llego, plena de nácares y azules, a ofrecerte mis manos:
estas manos (tan vacías de ti) desbordadas de plánctones y algas.