La edición en España: Una industria desequilibrada

cada día laborable aparecen en España más de 260 títulos distintos.
cada día laborable aparecen en España
más de 260 títulos distintos.

No pocos escritores españoles prestan escasa atención a nuestra industria editorial: creo que se equivocan. Aunque el punto de vista del escritor y el del editor sean diferentes, los dos se necesitan y viajan en el mismo barco.
Conviene que sepamos los que a cualquier nivel escribimos que la industria editorial española es una de las más importantes del mundo: según los criterios estadísticos que se adopten , ocupa el lugar tercero o cuarto del mundo.

¿A qué se debe esto? A dos razones muy claras: por un lado, una tradición industrial importante, centrada en Madrid y Cataluña (las dos juntas suponen el 62% de la producción nacional). Y, sobre todo, a la importancia universal indudable y creciente de la lengua castellana (el 84’5 de los libros editados en España, el último año).
No se debe esto a ninguna política – ni de Franco, ni del PSOE, ni del PP – sino a un fenómeno cultural del que los españoles no somos causantes pero sí beneficiarios.

Evidentemente, no somos una primera potencia mundial
en petróleo ni en nuevas tecnologías ni por nuestra extensión geográfica. Sí lo somos por nuestra tradición cultural, una de las más gloriosas que existen (muy pocos países pueden presumir de nombres comparables a los de Cervantes, Velázquez, Goya, Picasso, Lorca, Valle-Inclán…) y por el peso cultural y económico de nuestra lengua en el mundo.
Basta con esa realidad para comprender la ceguera y el paletismo de los políticos que intentan limitar  su enseñanza, dentro de nuestras fronteras.

Volvamos a la industria editorial para subrayar un doble frente: su gran peso económico, dentro de nuestra balanza internacional, y su enorme trascendencia cultural, como vehículo de una determinada concepción del mundo. El contraste es evidente si lo comparamos con la situación de los libros en francés, italiano o alemán…

Recordemos también algo obvio: la edición de libros  es un negocio que pretende obtener la lógica rentabilidad, como cualquier otro negocio, pero también sigue suponiendo, a pesar de todos los avances tecnológicos, la mejor fuente de educación y de cultura. Eso de que “una imagen vale más que mil palabras” es simplemente algo que no se corresponde con la realidad.

Desde hace años, la  industria editorial española está adherida al sistema del ISBN (International Standard Book Number), que permite identificar fácilmente, en cualquier lugar, todos los libros que aquí se editan. Los datos de la Agencia Española del ISBN son los más fiables sobre nuestra realidad editora.

Recordemos un dato básico: el año pasado, se han editado en papel en España algo más de 75.000 títulos distintos. (Se incluyen aquí, por supuesto, libros de todas las materias, no sólo estrictamente literarios, y dirigidos a cualquier tipo de destinatarios).
Hagamos una simple operación matemática. Si al número de días del año le restamos los domingos, las fiestas nacionales y los treinta días del mes de agosto – la vacación más habitual – resultará que cada uno de los días laborables aparecen en España más de 260 títulos distintos…

¿Es esto bueno o malo? Las dos cosas, como suele suceder. Por un lado, quiere decir que hoy, en España, cualquier lector tiene a su disposición una variedad de títulos, temas, autores…verdaderamente notable, que no hubiéramos podido ni soñar en épocas recientes de mayor pobreza o menor libertad.

Para asomarse hoy a cualquier sector no es necesario, como en otros tiempos, recurrir a libros publicados en otros idiomas: se traduce muchísimo y muy pronto, porque el mercado potencial español, en el mundo entero, es muy grande.
También es verdad lo complementario: nunca se han traducido tanto los autores españoles a otros idiomas. Mi amigo Guillermo de Torre tituló uno de sus libros “La difícil universalidad española”.

Instantánea de la Feria del Libro de Madrid.
Instantánea de la Feria del Libro de Madrid.

Baste con un ejemplo: hasta fechas muy recientes, no se tradujo al inglés La Regenta de Clarín. Cuando lo hizo John Rutherford, el  New York Times Review of Books proclamó, asombrado, que era comparable a las grandes obras de Balzac, Dickens o Tolstoi… ¡Por supuesto! Lo que sucedía es que, por no estar en inglés, hasta entonces no la conocían. Hoy, en cambio, se traducen a muchos idiomas sin mayores problemas novelas de los jóvenes autores españoles que no alcanzan, evidentemente, la categoría de Clarín  o de Valle-Inclán…

Al lado de todo esto, tan positivo, el número de títulos tan elevado que se publican anualmente en España tiene también otras consecuencias poco felices. Por lo menos, éstas, mencionadas esquemáticamente:

1/ Las tiradas son muy cortas: en general, no más de 3.00o ejemplares; en géneros minoritarios como la poesía o el teatro, bastante menos.

2/ Con una tirada corta, inevitablemente, el precio de venta del ejemplar se encarece.

3/ Aumenta la dificultad del almacenamiento y la distribución.

4/ Ninguna librería de España, prácticamente, tiene todos los títulos que se publican. El lector que desea uno debe pedirlo y esperar que repongan existencias… lo que desanima a muchos.

5/  El tiempo de permanencia de las novedades en las librerías es cada vez más corto. Casi no existen ya librerías “de fondo”.

6/ No queda margen económico para la promoción de los libros.

7/ Es muy difícil enterarse de las novedades, incluso a los críticos especializados. Y no hay espacio en los suplementos culturales para ocuparse de muchísimos libros, que pueden ser valiosos.

8/ El mercado editorial se divide en dos sectores: los best-sellers, a los que no afectan todas estos problemas, por un lado, y el resto de los libros, por otro. Y no suelen ser los best-sellers los de mayor calidad puramente estética…
Aunque pueda parecer muy pesimista, creo que este panorama responde a la realidad. ¿No sería mejor, entonces, disminuir el número de títulos? Desde el punto de vista de la comercialización, sin duda; culturalmente hablando, no.
Con todas estas dificultades, lo que pagamos lectores y autores es el precio de la libertad. Por caro que sea, no quiero yo que ningún funcionario, del signo que sea, me dicte lo que debo escribir, publicar o leer. Y muchas pequeñas editoriales juegan un papel vocacional que abre enormemente el horizonte de nuestras posibilidades de lectura.

[hr]

Andrés Amorós Guardiola.
Ensayista, crítico literario, historiador de la literatura española.
Doctor en Filología Románica, Catedrático de Literatura Española en la Facultad de Filología de  la Universidad Complutense de Madrid.