TEXTOS RESCATADOS. Günter Grass. Jim Morrison. José Emilio Pacheco.

Rescatamos para el presente número de la revista Alaire un texto de la novela “El Rodaballo” del Premio Nobel alemán Günter Grass, una selección de poemas del desaparecido lider del conjunto de Rock “The Doors” y una carta poema del poeta mejicano Jose Emilio Pacheco.

Günter Grass

(Ciudad libre de Danzig, 16 de octubre de 1927), escritor y artista casubo y alemán, galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1999 y el Premio Nobel de Literatura en el mismo año. Son múltiples sus compromisos en los campos del arte, la cultura, la política y los derechos humanos. Aparte realiza obras de ilustración, como en Der Schatten (La sombra. Los cuentos de H. C. Andersen vistos por G. Grass), por la que obtuvo el premio Hans Christian Andersen de ilustración en 2005.

“El rodaballo”(1977) es una de las grandes obras de Günter Grass, en ella analiza la historia del hombre empezando en el Paleolítico hasta nuestro días, y lo hace en un estilo erudito, irónico y mordaz desde elnductor la Gastronomía y un dios-maestro que orienta “al hombre” en la toma de decisiones a través de la Historia, un pez: “El rodaballo”

Selecciono aquí un párrafo digno de destacar. Realmente son muchos los que habría que destacar pero éste es muy significativo en el momento actual que vive el mundo.

En el texto seleccionado, el protagonista (representante-compendio “del hombre”, ser humano masculino), que se reencarna en sucesivos personajes a través de los siglos, se dirige al rodaballo para pedirle disculpas por sus continuas meteduras de pata y también para solicitar ayuda y consejo en estos momentos difíciles.

Texto:

“Cuando quise describirle mi capítulo siguiente, el caso de mi pobre Sibylle, me interrumpió: “¡Ya han muerto bastantes!”. Luego empezó a soltar frases como “¡hacer balance!” y “hora de la verdad”. Reafirmó otra vez su misión, desde la paleolítica Aya hasta la tempranosocialista Lena. Se apuntó como éxitos el patriarcado y el Estado como idea, la cultura y la civilización, la historia fechada y el progreso técnico, y se quejó luego de la transformación de las hazañas masculinas en algo monstruoso: “Os dí sabiduría y poder, pero sólo habéis buscado la guerra y la miseria. Se os confió la Naturaleza, y vosotros la habéis despojado, contaminado, dejado irreconocible y destruido . A pesar de toda la abundancia que os entregué no habéis podido saciar el mundo. El hambre aumenta. Vuestra era suena desafinadamente. En suma: el hombre está acabado. Apenas puede controlarse ya tanto perfecto funcionamiento en vacío. Da lo mismo capitalismo o comunismo: por todas partes, la locura hace distinciones sutiles. No es eso lo que yo quise. No os puedo aconsejar ya. La causa masculina se liquida a si misma. Hay que echar el cierre, hijo. Hacer mutis. Hazlo con dignidad.”

“El Rodaballo” (Gunter Grass, 1977). Ed.- Alfaguara. Traducción de Miguel Sáenz

Jim Morrison

(James Douglas Morrison, Melbourne, Florida, 1943- París,1971) pasó su infancia y adolescencia en diversas ciudades y bases militares estadounidenses debido a los continuos traslados de su padre, que era militar. Tras realizar estudios cinematográficos en Los Ángeles, se dedicó a la que fue su primera y constante vocación artística: la poesía. Los poemarios “The Lords” (1969), “The New Creatures” (1969) y “An American Prayer” (1970) constituyen su obra poética. Como cantante y figura carismática de “The Doors”, se convirtió en el símbolo de la rebeldía iconoclasta de la costa Oeste estadounidense de los sesenta. Apasionado lector de Arthur Rimbaud, de Antonin Artaud, de Nietzsche, de Byron y Blake, tras repetidos procesos judiciales por drogadicción, abandonó la música, y se marchó a París para dedicarse a escribir. Poco tiempo después, el 3 de julio de 1971, fue encontrado muerto en la bañera de su apartamento. Enterrado en el cementerio de Pére Lachaise, su tumba es lugar de peregrinación de sus admiradores.

Rescatamos aquí algunos de sus poemas.

“Reinventemos a los dioses, a los mitos seculares

Adoremos los símbolos de los profundos bosques ancestrales

(Has olvidado la lección
de la antigua guerra)”

***

“El ojo parece vulgar
en el interior de su fea concha.
Sal al exterior
en todo su Brillo.

Nada. El aire exterior
me quema los ojos.
Me los arrancaré
y se me quitará el ardor”

***

“Jugadores: el niño, el actor y el tahúr. En el universo de los niños y en el de los primitivos, el concepto de azar no existe. También el tahúr se siente al servicio de un poder exterior. En la ciudad moderna, el azar es un residuo de la religión como también lo es el teatro, y, aún más, el cine: la religión de la posesión.

¿A que precio, a cambio de que sacrificio nace la ciudad?”

***

“Nos esperan para llevarnos
al jardín dividido
¿Conoces la palidez y el impúdico temblor
de la muerte que llega a insólitas horas
sin avisar, sin cita previa
como una horrible invitada empalagosa
con la que te has encamado?”

***

“Podemos inventar nuestros propios Reinos
imponentes tronos de oro, esos sitiales de lujuria,
y estamos obligados a amar, en herrumbrosas camas.”

***

“burla constante
concédenos una hora de magia
Nosotros los de guante púrpura
Nosotros los del vuelo de estornino
y hora de terciopelo
Nosotros los de la raza del placer árabe
Nosotros los de la bóveda del sol y de la noche.”

***

“Teme a los señores, son un enigma entre nosotros.
Los Señores anidan en nuestro interior.
Nacidos de la pereza y de la cobardía.”

***

“¿Sabes que son plácidos almirantes
quienes nos conducen al exterminio
y que obesos y torpes generales adquieren
el obsceno vicio de la sangre joven?”

Jim Morrison.

José Emilio Pacheco

pacheco2Nació en México, D.F., el 30 de junio de 1939. Ingresó en El Colegio Nacional el 10 de julio de 1986. Premio Nacional de Poesía; Premio Nacional de Periodismo Literario; Premio Xavier Villaurrutia; Premio Magda Donato. Estudió en la UNAM y allí inició sus actividades literarias en la revista Medio Siglo. Dirigió con Carlos Monsiváis el suplemento de la revista Estaciones, fue secretario de redacción de la Revista de la Universidad de México y de México en la Cultura, suplemento de Novedades, así como jefe de redacción de La Cultura en México, suplemento de Siempre. Dirigió la Biblioteca del Estudiante Universitario. Ha sido profesor en varias universidades de los Estados Unidos, Canadá e Inglaterra e investigador en el Departamento de Estudios Históricos del INAH. Se le han otorgado los premios Magda Donato, Nacional de Poesía, Nacional de Periodismo Literario, el Xavier Villaurrutia, el Malcolm Lowry para trayectoria en el campo del ensayo, Nacional de Lingüística y Literatura, 1992; y en 1996 el Premio José Asunción Silva al mejor libro de poemas en español publicado entre 1990 y 1995.

Tarde o temprano recopila sus primeros seis libros de poemas: “Los elementos de la noche”, “El reposo del fuego”, “No me preguntes cómo pasa el tiempo”, “Irás y no volverás”, “Islas a la deriva”, “Desde entonces, a los que han seguido”; “Los trabajos del mar”, “Miro la tierra”, “Ciudad de la memoria”, así como un volumen de versiones poéticas, “Aproximaciones”. Es autor de dos novelas, “Morirás lejos y Las batallas en el desierto” y tres libros de cuentos: “La sangre de Medusa”, “El viento distante”, “El principio del placer”. Ha editado numerosas antologías como “La Antología del modernismo” y obras de muchos autores como Federico Gamboa y Salvador Novo. Entre sus traducciones figuran “Cómo es” de Samuel Beckett, “De profundis” de Oscar Wilde, “Un tranvía llamado deseo” de Tennesse Williams, a las que se han sumado en años recientes “Cuatro cuartetos” de T.S. Eliot y “Vidas imaginarias” de Marcel Schwob.

Rescatamos de Las ínsulas extrañas. Antología de poesía en lengua española (1950-2000), selección de Eduardo Milán, Andrés Sánchez Robayna, José Ángel Valente y Blanca Varela, Galaxia Gutenberg, Madrid, 2002, esta carta-poema José Emilio Pacheco  “Carta a George B. Moore en defensa del anonimato”, en el cual reflexiona sobre el hecho poético y sobre sus autores, los poetas.
Es mucha la cantidad, calidad y variedad de intentos de perfilar e indagar en el significado de la expresión poética, y que quizás, debido a ello, hacen más confuso y complejo llegar a conceptuar y definir este maravilloso asunto artístico, de lo cual me alegro inmensamente. Este “carta” de José Emilio Pacheco es un intento más de llegar al fondo del asunto, pero lo hace de una forma lúcida y muy interesante.
“Carta a George B. Moore en defensa del anonimato”

No sé por qué escribimos, querido George.

Y a veces me pregunto por que más tarde

publicamos lo escrito. Es decir, lanzamos

una botella al mar, alto y repleto

de basura y botellas con mensajes.

Nunca sabremos

a quién ni a donde la llevarán las mareas.

Lo más probable
es que sucumban en la tempestad y el abismo.

Si embargo, no es tan inútil esta mueca del náufrago.
Porque un domingo
usted me llama de Estes Park, Colorado,
me dice que ha leído cuanto está en la botella
(a través de los mares nuestras dos lenguas)
y quiere hacerme una entrevista.
Después recibo un telegrama inmenso
(lo que habrá gastado usted en enviarlo).
En vez de responderle o dejarle en silencio
se me ocurrieron estos versos. No es un poema,
no aspira al privilegio de la poesía
(no es voluntaria).
Y voy a usar, así hacían los antiguos,
el verso como instrumento de todo aquello
(relato, carta, drama, historia, manual agrícola)
que hoy decimos prosa.

Para empezar a no responderle,
no tengo nada que añadir a lo que está en mis poemas,
dejo a los otros el comentario, no me preocupa
(si alguno tengo) mi lugar en la historia.
(Tarde o temprano a todos nos espera el naufragio.)
Escribo y eso es todo. Escribo, doy la mitad del poema.
Poesía no es signos negros en la página blanca.
Llamo poesía a ese lugar del encuentro
con la experiencia ajena. El lector, la lectora
harán o no el poema que tan sólo he esbozado.

No leemos a otros: nos leemos en ellos.
Me parece un milagro
que algún desconocido pueda verse en mi espejo.
Si hay un mérito en esto -dijo Pessoa-
corresponde a los versos, no al autor de los versos.
Si de casualidad es un gran poeta
dejará cuatro o cinco poema válidos,
rodeado de fracasos y borradores.
Sus opiniones personales
son de verdad poco interesantes.

Extraño mundo el nuestro, cada día
le interesan más los poetas;
la poesía cada vez menos.
El poeta dejo de ser la voz de la tribu,
aquel que habla por quienes no hablan.
Se ha vuelto nada más otro entertainer.
Sus borracheras, sus fornicaciones, su historia clínica,
sus alianzas o pleitos con los demás payasos del circo,
tienen asegurado el ámplio público
a quién ya no hace falta leer poemas.

Sigo pensando
que es otra cosa la poesía:
una forma de amor que sólo existe en silencio,
en un pacto en silencio entre dos personas,
de dos desconocidos casi siempre.
Acaso leyó usted que Juan Ramón Jiménez
pensó hace mucho tiempo en editar una revista.
Iba a llamarse “Anonimato”
Publicaría no firmas sino poemas;
se haría con poemas, no con poetas.
Y yo quisiera como el poeta español
que la poesía fuese anónima ya que es colectiva
(a eso tienden mis versos y mis versiones).
Posiblemente usted me dará la razón.
Usted que me ha leído y no me conoce.
No nos veremos nunca pero somos amigos.
Si le gustaron mis versos
que más da que sean míos/de otros/de nadie.
En realidad los poemas que leyó son de usted:
Usted, su autor, que los inventa al leerlos.

José Emilio Pacheco